Por Matías Mora Montero

La vigésima primera edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) dio inicio este viernes 20 de octubre, y en estos próximos días se verá y celebrará cine mexicano e internacional. Lo visitan grandes figuras del medio, como Willem Dafoe, Jodie Foster, Jessica Chastain, Frank Marshall y más. Iremos reseñando las cintas vistas día a día durante nuestra trayectoria por esta preciosa ciudad de Michoacán.

“The Zone of Interest”

El día viernes se vivió la inauguración del festival. Previo a ello, se presentó una serie de funciones matutinas, en las cuales se pudo visionar la primera película dentro del marco del festival: “The Zone of Interest”, de Jonathan Glazer, cineasta inglés que, si bien no cuenta con una filmografía extensa, sí posee una contundente, donde cada pieza deja algo para discutir. Su aclamada “Under the Skin”, protagonizada por Scarlett Johanson, generó una gran controversia, ya que, debido a su forma de filmarse y a su tono, resultaba un misterio absoluto. Jugaba y destruía la línea entre documental y ficción, en tanto que el personaje principal resultaba un ente no sólo intrigante, sino uno cuya presencia era incómoda. Sobra decir que la película dejaba un impacto indudable en su espectador. Algo que no hace falta en su nueva cinta, “The Zone of Interest”, donde la premisa sola te manda escalofríos por toda la espalda: ahonda sobre una familia de nazis que, durante la Segunda Guerra Mundial, habita en una pintoresca casa junto al campo de concentración Auschwitz, continuando con su vida cotidiana como si nada.

Pero no se engañen, la vida cotidiana de esta familia no es como la nuestra, puesto que la violencia, tan arraigada en su ambiente y tan cercana a su comedor, es un gozo absoluto, algo de lo que aprenden, algo que inspiran e incitan. La atmósfera aporta y encierra, concreta el concepto de la cinta, desde un lugar retenido. Con esto quiero decir que no es una película ruidosa. Su transgresión está en la sutileza, es ahí donde también se permite contener múltiples subtextos y no caer en la obviedad o en lo ya conocido, como podría ser la propia devastación causada al interior de los campos de concentración.

Al entrar a la sala donde se proyecta lo nuevo de Glazer no vienes a recordar lo aprendido en la primaria, vienes a sentirlo, a entender que tragedias de dicha magnitud no acaban, a reconocer nuestra relación, por siempre presente, hacia ellas. Lo mismo se podría decir de la nueva de Scorsese, “Los asesinos de la luna”, pues ambas cintas, en forma y temática, nos hacen contemplar horrores que pudieran ser ya de nuestro conocimiento, pero nuestro entendimiento de ellos se altera. Se ve desafiado. La cinta de Glazer se caracteriza por lo inesperado, lo que obstruye, en sus inicios. Podremos jugar con la forma de lo que se nos va a presentar, pero, poco a poco, su cineasta asume dominancia, la pantalla se va a tonalidades extremas, el score de Mica Levi ataca como animal salvaje. Nos permite, en sí la cinta, fragmentos de algo que quisiéramos conocer más, no es que le ‘falte’, es otra de sus tácticas para perturbarnos. Su naturaleza es de aquellas que se permean en nuestra psique, nuestra realidad se ve vandalizada tras salir de la sala, la comodidad se vuelve la posibilidad andante de la ofensa. Eso es, en definición conceptual, la labor de una cinta experimental. Por esto mismo, “The Zone of Interest” puede que no sea del agrado de todos, de nuevo, es desafiante, lo cual solo genera, de la experiencia de verla, algo extremadamente enriquecedor para el ojo, y algo mentalmente riesgoso.


“The Dead Don’t Hurt”

La propia función inaugural nos lleva al Viejo Oeste bajo la mirada del actor, escritor, músico, director y productor de la cinta, Viggo Mortensen. Mi emoción por la película se basaba en esa combinación, entre uno de mis géneros favoritos y uno de mis actores favoritos en la batuta y gran parte de los instrumentos de la orquesta. A Mortensen lo recordamos por papeles en cintas recientes de David Cronenberg y, por supuesto, como el valiente Aragorn en “El Señor de los Anillos”. Aquí, según él nos contaba en la rueda de prensa, se trata de una obra naciente del encierro, el cual él pasó en España y lo pasó elaborando dos guiones de largometraje. Uno de esos dos es el de esta cinta, donde seguimos a Olsen, interpretado por el propio Viggo, feroz carpintero/vaquero que rápidamente se enamora de Vivienne, interpretada de forma lamentable por la usualmente fantástica Vicky Krieps, una francesa de tenaz carácter que ha causado que a la cinta se le denomine como un “western feminista”, cosa que no creo sea el caso, sencillamente no es un western machista, algo inusual y milagroso que no equivale a que se le pueda otorgar un título de cine feminista.

La cinta navega entre dos líneas temporales, no es cronológica. Al inicio este acercamiento narrativo resulta intrigante y fresco. Sin embargo, parece ponerle el pie a la propia cinta, dejando trampas donde aquello que debe resolver se siente forzado, extirpando a los personajes de desarrollo que se sientan ameritados y con profundidad genuina; en cambio, se quedan en arquetipos, a veces emocionantes dado el western, a veces tiesos y desafortunados. El villano principal es el mayor afectado, no pertenece, es una caricatura que irrumpe, de mala forma, con la intimidad romántica entre Mortensen y Krieps.

Y es que ahí reside la fuerza de la película. Ambos actores tienen una química entre sí indudable, es una cinta que cae en lo romántico, sin tropezar en lo melodramático. Muchos de sus diálogos (otro de sus fuertes) y las acciones de sus protagonistas conmueven, navegan entre idiomas, tanto en su producción –con un equipo y elenco de diferentes nacionalidades–, como en el cómo bailan entre los idiomas hablados sus personajes –migrantes, soldados y forajidos–, quienes no evitan pertenecer a lo histórico, a lo representativo. Esto es lo positivo de los arquetipos.

Como western funciona, su violencia, desde el emocionante comienzo, es ruidosa, te pone al nervio, los actos de la pistola son impredecibles, contrastando con la trama. Como narrativa, sea feminista o dramática, va cayendo. El final parece ser uno escrito en primer borrador con la intención de pulirlo más tarde, sin esta segunda parte siendo cometida. Es un gran rato en el cine, sin duda, pero las aspiraciones encontradas en la propuesta de Mortensen pudieron haber dado para mucho, mucho, más. Una cinta regular que, aun con todo, recomiendo de todo corazón.

Danny Huston, en papel secundario como un banquero corrupto, es lo que más me destacó. En la rueda de prensa le pude preguntar sobre el cómo tenía a su padre, el legendario John Huston, que tantas cintas filmó en México y varias siendo westerns, durante el rodaje de esta cinta, el cual se llevó a cabo en Durango. La respuesta de Danny se fue explayando conforme su sonrisa crecía, vi en él no sólo la historia de una vida, regresando a la niñez y a la melancolía de sus parecidos con su padre, pero a la par, la historia de un cine. Un cine que ya no es como era, pero agradezco siga siendo.