Por Matías Mora Montero
Cuestión de días para que arranque la edición 23ª del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), como cada año, lo mejor y más nuevo del cine nacional e internacional llegará a la capital michoacana, que se pinta de celuloide, que baila entre Chaplin y Tin Tan, mientras recibe a puro invitado de lujo, que es parte ya de la historia de este gran arte: Charlie Kaufman, Juliette Binoche, Jafar Panahi están entre los artistas que compartirán tan rupestres calles junto a una buena parte de entusiastas por el cine. Es una fiesta, son muchas fiestas, es puro cine.
Entre tanta emoción, con sus destellos de estrella y funciones tan anticipadas, que la obtención de boletos siempre es campo abierto de batalla feroz y es fácil descuidarse de aquellas joyitas que son los cortometrajes, una selección siempre bien cuidada de propuestas de alrededor del país (entre animación, ficción y documental), que nos ayudan a moldear un cine nacional lleno de propuesta y potencial. Los cortos, recordemos, son siempre igual de valiosos que los largometrajes y más que potencial, yo les llamaría “promesa cumplida”. Entre tantos logros, acá les van 5 recomendados, que para mí destacaron y representan la importancia de asistir a sus funciones, gozarlos.
Intervalo
Dir. Roberto Fiesco
Fiesco, desde el primer plano de su nuevo cortometraje, “Intervalo”, te sitúa en la Ciudad de México de forma absoluta y conmovedora. Más allá del paisaje que ofrecen Tlatelolco, el Viaducto, Tlalpan o el propio taxi por el que recorren los personajes estas zonas (de esos taxis que había en la infancia, rojos y amarillos), es en las soledades encontradas y en el deambular urbano que captura las noches de luces y tristezas, de José José sonando en algún lugar, distante o cercano, cuando se anima así el compañerismo mexicano. Su protagonista es un joven al que su novio no le contesta y se encuentra con un taxista que empatiza, al principio desde la burla que busca alivianar las suposiciones de una homofobia un tanto inocente que reluce en la sonrisa del taxista. Pero poco a poco ambos se van conociendo, se dan cuenta que tienen algo más en común, esa vida citadina donde el trabajo, los deseos, los excesos y el amor se contraponen.
Fiesco trata a sus personajes con delicadeza, a su Ciudad con un blanco y negro lleno de textura, moldea una pequeña viñeta de la vida aquí, en la estructura de smog. Se siente real y, a la par, específico, su forma de detallar un poco de la vida queer en esta ciudad reluce lo diversa que esta es. Es un corto que brilla, que danza por la esperanza que podremos encontrar en el otro, sobre todo en una ciudad llena de gente perdida. Un resultado tan bello no puede ser negado, sólo sentido. Imperdible, “Intervalo” se proyecta dentro del programa 1 de cortometrajes de ficción, dénse el gusto de sentirlo.
Ya no sé si vivo en un recuerdo
Dir. César Flores Correa
Un collage visual: material de archivo, fotografías familiares, material de esquinas, de recuerdos, de calles, frases que resaltan la memoria y el cariño. Una carta quebrada, una pieza nacida de un dolor: la desaparición del tío del cineasta, que la cuenta con sutilezas, sin entenderla (porque aquello no es posible). Recordando la sonrisa, las enseñanzas, exhibiendo imágenes de carnavales y caminos chilangos como contrapuntos, como la fiesta y la noche, la injusticia que se vive a diario y que está cerca, que el cineasta retrata como una experiencia un tanto experimental sin perder lo emotivo, lo importante, su mensaje. En sólo cuatro minutos, te transmite mucho, desde el dolor hasta la posibilidad del montaje y la imagen. Buena parte del cine mexicano reciente se dedica a examinar y hablar de la violencia por la que pasa nuestro país, pero hay algo muy especial en verla representada desde la sutileza y el corazón, expresada en formas nuevas. Con el fantasma sobre el pecho, “Ya no sé si vivo en un recuerdo” se proyecta en el programa 1 de la sección michoacana de cortometrajes.
De ayer a luego
Dir. Diego Solano Flores
No es porque venga de la Escuela Superior de Cine (ESCINE), escuela donde actualmente estudio, pero “De ayer a luego” me parece uno de los cortometrajes más creativos que he visto en mucho tiempo. De inicio a fin es un descontrol total, un jazz, no sólo porque éste es el género musical que sirve de soundtrack, sino porque cada cuadro de esta animación de múltiples medios tiene una cinética imparable, de esas que te atrapa hasta hacerte bailar y saltar conforme caes en el hoyo de conejo que es el imaginario del cineasta.
Un cuarto, un pequeño departamento, pero más que nada un cuarto, donde un artista se ve envuelto y en un punto literalmente sumergido por su arte, todo esto con una diversión donde el color es imparable y agarra cada forma imaginable. Es refrescante ver algo tan vivo y fresco, con tan poco miedo de lanzarse hacia la piscina, aquí las tazas dan brincos descuidados antes de romperse, el protagonista se mueve como personaje de videojuego, los gatos son cuadrados, las llaves se transforman en dibujos, es un mundo propio, el del artista. Captura tan bien esa locura de vivir alrededor y dentro de un sueño constante: ese mundo del que Lynch nos hablaba, lleno de ideas, de una mente expandida fuera de sí misma. Es una consagración de medios: desde animación 2D, plastilina, stop motion con actores y escenarios reales y, probablemente, más técnicas que ahora ignoro porque todo fluye como si se tratara de una sola, de forma orgánica y suelta, una odisea viva de una mañana cotidiana. “De ayer a luego” es un disfrute total que encuentran en el programa 1 de cortometrajes de animación.
La cascada
Dir. Pablo Delgado
“No es metáfora”, le asegura un doctor sarcástico a un hombre que, del otro lado del escritorio del consultorio, recibe la noticia de que sus acueductos oculares que le permiten llorar están invertidos y lleva dos meses llorando, con toda esa agua acumulándose en sus pies y causando un malestar físico tremendo. El hombre reacciona a aquel arranque absurdista metamoderno con una solemnidad que te hace saber de inmediato que “La cascada” de Pablo Delgado es una sincera genialidad. No por algo llega a Morelia ya teniendo un previo recorrido por festivales y estando nominado al Ariel, es una propuesta inteligente que te abre a un mundo de posibilidades sobre el origen e inclusiva sobre la manufactura del llanto, el por qué este hombre reprime tanto sus emociones, al grado en que estas lo consumen.
Es un misterio resuelto entre las imágenes y los sonidos, la rutina, la ciudad, la fatiga que causa el ambiente no sólo laboral sino de presiones económicas que se acumulan en la vida diaria de un personaje que no tiene el tiempo de llorar, cuya vida tanto de trabajar como de padre de familia lo ha llevado a una negligencia de auto sabotaje. Vaya, aquel recorrido entre su diagnóstico hasta la resolución de éste es un perfecto relato de la vida moderna, de cómo la cultura de masculinidades tóxicas y de un capitalismo consume a todo aquel que lo habita, pero que incluso bajo las mayores presiones, el ser humano, su cuerpo, su sentir, estará siempre presente, debe salir. Somos nosotros, todo lo que escondemos, lo que lloramos entre silencio y sueños. Una música emocionante, movimientos de cámara que hacen de cualquier acción (cotidiana o absurda) una odisea y una actuación principal de Daniel Haddad, quien personifica la tristeza impuesta por un mundo en prisa, hacen de este cortometraje uno fresco en sus ideas y narrativa, uno valioso en su mensaje y tan ingenioso en su forma, que es indistinguible ante un panorama que con frecuencia se estanca en los mismos temas. Véanlo, que entre su sonido y su humor, se pasa volando, a contracorriente, con lágrima invertida. Forma parte del programa 6 de cortometrajes de ficción.
El sueño de Kamal
Dir. Miguel J. Crespo
Este es un corto documental cuya presentación es bastante “convencional” por sus entrevistas filmadas en primeros o medios planos, material de ciudades filmado con drone o entre las calles, música melodramática y narraciones en off. Excepto que no hay nada convencional en que en medio de una entrevista, esta se interrumpa por el sonido constante del bombardeo que aterroriza a Gaza. No es guerra, es genocidio. Kamal, un palestino-mexicano con la esperanza de salvar a su familia, falleció sin ver su sueño cumplido tras sufrir un infarto cuando las instituciones de México le negaron la solicitud de reubicación para su familia. Su hijo, Shadi Abed, llegó a México en 2018 y desde entonces ha insistido con la misma misión que su padre, con la intensificación del terror que Israel impone sobre el pueblo Palestino, enfatizando que esta lucha de vida o muerte se volvió más urgente que nunca.
El corto no sólo detalla las circunstancias de la familia Abed, tanto en México como en Gaza, sino la negligencia de nuestras propias instituciones en tomar postura y acción ante el genocidio, a la par que reafirma algo esencial, que este país, que recibió a los exiliados de la Guerra Civil española, debe mantener sus brazos abiertos al pueblo Palestino. El final del corto lo tenía claro, hace poco, cuando asistí al concierto del rapero Residente en el Zócalo, el artista tomó la oportunidad para darle el espacio a la familia Abed, que ha sido exitosamente ubicada en nuestra tierra y cuyos miembros tomaron el escenario exigiendo la libertad de su pueblo. Los cientos de miles de nosotros sobre la plancha del Zócalo respondimos con consigna, con fuerza, con lágrimas. Palestina será libre, México no puede quedarse atrás en esta lucha que involucra a toda la humanidad, desde el río hasta el mar.