Por Hugo Lara
Desde Morelia
En el panorama del Festival Internacional de Cine de Morelia, tres películas extienden sus ramas hacia un tronco común: la familia como territorio de conflicto, ese espacio íntimo donde se libran las batallas más silenciosas y profundas. Cada una, con su propio acento y geografía, teje narrativas poderosas sobre personajes inmersos en universos emocionales tan particulares como universales.
“Sirat” de Oliver Laxe: La búsqueda en el desierto del alma
Llegada con el prestigio de su consagración en Cannes, “Sirat” nos sumerge en la odisea de Luis (Sergi López) y su hijo Esteban (Bruno Núñez Arjona), un adolescente que asoma al mundo adulto. Los encontramos en un rave en las entrañas del desierto marroquí, dos figuras perdidas en un mar de cuerpos danzantes—punks, darketos, góticos—unidos por el ritmo hipnótico de la música electrónica. Su búsqueda desesperada es Mar, la hija-hermana desaparecida.
Al compás de esta esperanza, se unen a una caravana que promete llevarlos a otro rave donde quizás—solo quizás—puedan encontrarla. El filme se vuelve un road-movie cuyo destino, caprichoso, los desvía hacia una cofradía de almas rotas, seres de aspecto postapocalíptico que los acogen entre la lástima y un destello de compasión. Con ellos, padre e hijo se adentrarán en un itinerario cada vez más oscuro, donde el desierto deja de ser paisaje para convertirse en un estado del alma.
“Sirat” es un filme que hechiza desde el primer fotograma. Las imágenes del rave son cautivadoras, y el vínculo entre padre e hijo se teje con una fragilidad que conmueve. La cofradía—seis personajes con pasados velados y heridas físicas y emocionales a cuestas—emerge como una familia accidental, un refugio precario en la inmensidad hostil. El director Oliver Laxe nos guía con maestría para sentir su humanidad, su solidaridad desgarrada, solo para ejecutar, en el momento preciso, un giro narrativo que corta la respiración. El desierto se revela entonces como la metáfora perfecta de un pesimismo esencial: un vasto territorio donde las esperanzas estallan en silencio. “Sirat” es una película poderosa, que fascina y entristece al mismo tiempo.
“Valor sentimental” de Joachim Trier: Los espectros nórdicos
Joachim Trier nos traslada al gélido y ordenado mundo de una familia noruega de apariencia culta y sofisticada. En su centro está Gustav Borg (Stellan Skarsgård), un cineasta célebre, y sus dos hijas: Nora (Renate Reinsve), una actriz consumida por la ansiedad, y Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas), una historiadora en busca de su lugar.
Cuando Gustav ofrece a Nora el papel protagónico de su próximo filme, ella rechaza la oferta. La sombra de una infancia lastimada por un padre exitoso pero ausente—absorbido por su carrera—se proyecta sobre su presente, materializándose en ataques de pánico y un resentimiento profundo. Ante el rechazo, Gustav recurre a una actriz estadounidense, Rachel Kemp (Elle Fanning), quien con titubeos deberá sumergirse en la psique de un personaje suicida.
“Valor sentimental” es una disección minuciosa de los afectos dañados. Su guion, inteligente y meticuloso, explora la intimidad de sus personajes con una sobriedad típicamente escandinava, matizada por destellos de humor ácido. La película que Gustav busca filmar—una historia íntima y familiar—se convierte en el espejo donde los tres protagonistas se ven forzados a confrontarse. La casa familiar, testigo silencioso de tantos recuerdos, emerge como un personaje más, sus paredes susurrando las historias de un pasado que se niega a morir. Trier construye escenas donde los límites entre la realidad y la ficción—entre la obra de teatro de Agnes y el mundo cinematográfico de Gustav—se desdoblan con brillantez. Ya es una de mis cintas favoritas del año, por su empaque sofisticado, divertido y profundo.
“Lo que queda de ti”: La memoria como último territorio
Finalmente, la película “Lo que queda de ti” (Allly baqi mink, 2025) nos sitúa en el corazón de una herida abierta: tres generaciones de una familia palestina atravesadas por la ocupación israelí. Bajo la dirección, guion y actuación de la palestina-estadounidense Cherien Dabis, esta coproducción multinacional traza un mapa del despojo, la humillación y el dolor que ha marcado a este pueblo por décadas.
El film se mueve con un tono melancólico y una intensidad contenida que estalla en momentos precisos, ofreciendo un zoom al trauma colectivo e individual que supone la ocupación. La narrativa nos muestra cómo la muerte, el exilio y la desintegración familiar se convierten en el paisaje cotidiano de un pueblo que resiste desde la memoria. “Lo que queda de ti” es, ante todo, un testimonio fílmico sobre lo que perdura cuando todo parece haber sido arrebatado: los lazos de sangre y la tenaz voluntad de existir. De lo mejor que pude ver en Morelia.