‘Flor de fango’: la belleza de la decadencia y otras pasiones humanas. Entrevista con el director Guillermo González

Por Ulises Pérez Mancilla

“Flor de fango”, la penúltima ópera prima del CUEC dirigida por Guillermo González, se estrena con 15 copias este fin de semana, precedida por un especial interés hacia la historia en Estados Unidos, donde además de haber tenido una corrida favorable en festivales como Denver, San Diego, el Binacional de El Paso, Texas/Ciudad Juárez, Chicago y Newport Beach, California, fue adquirida por la cadena HBO para su distribución por televisión en todo el territorio de EUA y Canadá.

Exhibida también en los Festivales de Guadalajara, Bogotá y Huelva en 2011, CorreCamara.com platicó con el director, quien a su vez forma parte de la planta docente de la escuela de cine de la UNAM.

¿Cuál fue tu principal inspiración para filmar “Flor de Fango”?

Hace muchos años, cuando todavía era estudiante de Química Farmacéutica en la UNAM y no tenía idea de que me dedicaría al cine, acompañé a una amiga a visitar a algunos de sus familiares. Eran fechas navideñas y fuimos a un campamento de damnificados en la colonia Guerrero; de esos que permanecieron inexplicablemente por muchos años después del temblor del 85. Allí conocí a una pareja de ancianos  a quienes les habían regalado a una niña, cuya madre –una prostituta- había fallecido. Ciertamente, la niña, quien tendría entre diez y doce años era increíblemente bonita… Y el campamento estaba poblado por criminales y drogadictos… Después de esta visita fugaz, nunca supe más de esos ancianos ni de aquella niña, pero siempre me pregunté qué sería de ellos, y sobre todo, de la niña, cuya pureza y luminosidad chocaba con ese lodazal de delito que la rodeaba.
 
Algunos años después, viendo por casualidad un programa de televisión, me enteré sobre el caso de una adolescente que había sido arrebatada de la custodia de sus abuelos por un miembro de la misma familia. La investigación periodística fue la que finalmente dio con su paradero y  puso de manifiesto de manera contundente, el entorno que solapó todo esto: La ineficacia de las autoridades, la miseria económica y física de los abuelos y la indiferencia de una sociedad alcahueta,  la chica se encontraba ahora presa del más grosero y miserable comercio sexual  en un burdel de Tapachula, Chiapas.

Fue así como surgió la premisa general de la película: Si la policía no actúa, si la sociedad es totalmente indolente, si la familia no tiene las influencias y los recursos para enfrascarse en la búsqueda de un miembro de la familia secuestrado, ¿quien se aventuraría  en la labor de buscarla, de rescatarla? Pensé que quizá alguien con un motivo tan personal como desquiciado, totalmente humano, mucho más interno que externo y muy posiblemente, no correcto políticamente, pero si totalmente honesto e inquebrantable, como la pasión amorosa, la obsesión sexual, o la locura quijotesca y redentora.

¿Para contar la historia de tu protagonista (Odiseo Bichir), qué tan necesaria era la introducción de un personaje con las características de la mítica “Lolita”?

La presencia de una bella adolescente que perturba la existencia de un hombre maduro fue fundamental desde el principio. Sin embargo, me queda claro que ésta línea argumental es un arquetipo muy poderoso, que Vladimir Navokov universalizó de manera definitiva en Lolita, así que me decidí a leer el libro cuando ya había filmado la película, pues no quería hacer mi propia adaptación sobre un texto tan abrumador y universal.  De hecho, reconozco que me incomoda mucho que en algunos titulares de prensa se refieran a la película como “La Lolita mexicana”… me parece que “Flor de fango” tiene otras líneas argumentales que siempre me han obsesionado y que son totalmente independientes a ello.

¿Cómo es que trabajaste con Claudia Zepeda este personaje?

A pesar de que sólo contaba con 13 años de edad, Claudia ya había trabajado en el cine (es protagonista del filme “Perras”), así que ya no se amedrentaba fácilmente ante la cámara.  Sin embargo, debido a su corta edad y experiencia, en conjunción con las características emocionales y psicológicas que requería su personaje, había que decidirse por una ruta de trabajo más que arriesgada; pues además, ella llegó al proyecto cuando estábamos a menos de quince días de filmar. La opción que elegí fue aprovechar su increíble inteligencia y maleabilidad natural. Así que simplemente la dejé ser ella misma.

A esto hay que sumar la invaluable labor que realizó Rocío Belmont, su “acting coach”, quien trabajaba con ella mientras el equipo de producción y yo nos dedicábamos a resolver miles de pendientes. Sin embargo, opté por no abusar de esto y más bien, me preocupé por hacer visualmente elocuente su lenguaje no verbal; esto es, que sus acciones y el tempo de estas fueran totalmente consecuentes con la emoción que debía proyectar el personaje en determinada escena… Más que tratar de adaptar a la actriz con respecto al personaje, operé de manera inversa: adaptar al personaje con respecto a la naturaleza de la actriz… Y al parecer funcionó muy bien… Ella ha gustado mucho. Aún me pregunto cómo fue posible que una niña que quizás en ese entonces nunca se había dado ni siquiera un beso de lengua con un novio, de pronto expresara en la película algo tan violento como: “Todo es pura cogedera”.    


Reconozco que me incomoda mucho que en algunos titulares de prensa se refieran a la película como “La Lolita mexicana”

¿Qué características especiales encontraste en Tamaulipas para desarrollar tu historia?

Yo necesitaba una locación que estuviera cerca del mar. Y es que para mí el mar representa entre otras cosas las pasiones desbordadas, el deseo y el caos eterno. Pero no quería una playa “típicamente” bonita, con palmeras, paisajes idílicos, cocos y palapas…  Más bien necesitaba un mar  sucio, de tormenta, de trabajo, sudor y sangre. Esto es, necesitaba un puerto. Y viendo “Las tres coronas del marinero”, del legendario director Raoul Ruíz, y que hace un recorrido ficticio por los puertos del mundo, menciona el Puerto de Tampico. Y así sin más, sin conocer Tampico, me fui de scouting y encontré justo mi escenario: Ominoso, caótico, peligros. Tal como decía mi guión: “Un lugar que parece que se cae a pedazos”.
Lo anterior era más que necesario para contrastarlo con el otro escenario importante: La Ciudad de México. Pero esta vez, no una Ciudad de México caótica y llena de problemas… Más bien, una ciudad que fuera la metáfora de mi personaje: una Ciudad de México silenciosa, equilibrada y serena.

Cuando se rodó “Flor de fango” en Tampico, hacía más de 25 años que no se hacía cine ahí. Quizá por los huracanes, por el calor asfixiante de casi 40 grados, por la gran cantidad de moscos que hay debido al río Pánuco… En fin, rodar ahí fue muy difícil. El equipo de producción todavía debe recordar las nubes gigantescas de moscos que nos masacraban.  A las tres horas de rodaje ya todo mundo estaba harto, exhausto. Sin embargo, Tampico tenía que ser el lugar. Con sus edificios derruídos y abandonados, con su arquitectura fastuosa venida a menos, con su historia de grandeza y decadencia, con su muelle y su aduana, sus fábricas y sus obreros; Tampico es un lugar de una gran belleza para filmar; de una belleza melancólica y desolada.

Debo decir que algunas semanas después de finalizar el rodaje en Tampico, se desató de manera cruenta la “guerra de los carteles”… Qué suerte tuvimos, pues si el rodaje se hubiese demorado un poco más en arrancar, hubiese sido imposible filmar ahí, como ahora de hecho lo es. Sin embargo, debo agregar también que quizás por ser el rodaje algo totalmente inusual en el Puerto, las autoridades y la gente se portaron de maravilla con nosotros. Quisiera volver a filmar en Tampico. 

Hay una atmósfera ríspida constante a lo largo del relato, ¿seguirás por ese camino? ¿Cuál es tu próximo proyecto?

Lo que pasa es que a mí los paisajes desolados y peligrosos siempre me han llamado la atención. Me parecen que tienen una gran belleza, la belleza de la decadencia. No sabría explicar muy bien porqué; pero siento que tiene mucho que ver con la textura deslavada de sus paredes, con sus cortinas metálicas, su alumbrado pálido… Como si fueran el testigo absoluto de todas las tragedias de la gente que ahí vivió… Todo lugar derruído tiene necesariamente fantasmas, historias pasadas y casi olvidadas.. Pero esas paredes nos recuerdan que aquello que ahora luce totalmente en el abandono, es porque tuvo su juventud e infancia… Su esplendor. Y a mí es lo que me parece bello.

Por otra parte, he intentado escribir otras cosas fuera de ese contexto. Pero simplemente termino en la misma cosa… Mi siguiente proyecto es algo muy distinto a “Flor de fango”; nada de truculencias. Ahora más bien trabajo sobre una historia del amor filial: Hay una madre enferma y su hijo adolescente (otra vez adolescente). Una historia sobre el bien morir y por otra parte, el saber despedirse y seguir adelante.

Finalmente, ¿Cuál es tu opinión sobre la importancia de que la UNAM, la máxima casa de estudios, desarrolle proyectos de cine, en este caso tu película?
 
El que la UNAM, a través de su escuela de cine, el CUEC, tenga un programa de producción de Óperas Primas para sus egresados, me parece algo que nos confirma lo afortunados que somos no sólo como cineastas, sino como mexicanos. Ahora para mi siguiente proyecto tendré que emprender el camino solo para reunir el financiamiento. Estoy profundamente agradecido con la UNAM y ahora trato de corresponderle con un poco de lo que tanto me ha dado incorporándome a su planta de profesores. La UNAM es sinónimo de pluralidad, el cine también. Por ende, el que la UNAM participe de manera tan crucial en la producción fílmica de este país, no es sino una muestra más de su compromiso inquebrantable con la sociedad. Hacen falta médicos e ingenieros en este país, pero los médicos e ingenieros también requieren verse reflejados y escuchar sus historias y sus palabras para ser mejores.