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Redacción. “Las lágrimas” es la ópera prima de Pablo Delgado, el relato sobre los hermanos Fernando (Fernando Álvarez Rebeil) y Gabriel (Gabriel Santoyo), un muchacho y un niño que a pesar de la brecha de edad que los separa viven una jornada de cercanía cuando viajan al bosque, un tanto por diversión pero también huyendo de la depresión de su madre (Claudette Maillé), quien vive fumando y encerrada en su habitación. Es una película inscrita en la corriente minimalista del cine mexicano, hecha con poco recursos y una historia sencilla, pero resuelta con convicción y sensibilidad. CorreCamara.com habló con su director a propósito del estreno de esta cinta, que viernes llega a la Cineteca Nacional.


¿Qué tan contento te sientes con “Las Lágrimas”, tu primera película?

Muy orgulloso de mi ópera prima, de todos los que trabajamos en ella.
Fue como un clavado al vacío para ver si nos podemos salir con la nuestra. La forma como queríamos producir tenía todo como para que saliera mal, era hacer un largometraje con el dinero de un cortometraje en super 16mm, sin un guión tradicional, basados en la improvisación. Estoy muy orgulloso porque hubo mucha concentración, mucho amor por la historia, por lo personajes, y sobre todo mucha disciplina a la hora de hacer la película.

¿Piensas que es una alternativa para el cine mexicano seguir este esquema de producción?

R. Yo creo que es una opción ya bastante establecida, no es nada nuevo la forma en que produjimos   “Las Lágrimas”, sobre una necesidad de contar historias sin acudir a las grandes instancias como el Imcine. No es necesario tener los grandes millones para contar buenas historias. Creo que “Las lágrimas” entra en un esquema bastante viable para un país como México donde se están empezando a desarrollar más apoyos, pero no todos llegan a todos. De hecho, las historias mismas piden un esquema de producción más sobrio, y mucho más  humilde. Para “Las Lágrimas”  no había necesidad de contar con 50 personas de crew ni con 7 millones de pesos.

¿Cuánto costó?

R: “Las Lágrimas” en total habrá costado menos de un millón de pesos (80 mil dólares).

¿Cómo le garantizan a la gente la calidad bajo este esquema?

R: Pues existe ese riesgo. No quiero sonar presuntuoso, pero yo soy muy consciente del gusto cinematográfico que tengo y sé que tengo buen ojo. En ese sentido, quizá narrativamente siempre se corren riesgos de que existan huecos, pero en términos de factura y de calidad de imagen y técnica sabía que no íbamos a fallar. El reto era justamente contar bien el cuento y creo que la película es bastante honesta. También por eso no me quise complicar tanto, era la ópera prima, no quería hacer la gran historia con muchos personajes, quise centrarme en algo mucho más pequeño, porque para mi sigue siendo un aprendizaje. Yo creo que hay calidad en la película, que es incluyente para un amplio público, pero también es completamente válido que hay gente que no le gusta. Esto es completamente normal y eso va a seguir pasando.

¿Cuáles dirías que son tus principales referencias como cineasta que se ven en está película?

R: Me influyó mucho el cine de los hermanos Dardenne. También me interesa mucho la mirada sobre la infancia que tiene Hirokazu Koreeda. Me influyó mucho Gus Van Sant en sus películas más radicales como “Paranoid Park”, “Last Days” y Elefante”. En algunos aspectos me influyó Terence Malick y todo el cine sudamericano que también son historias mínimas como de “De Jueves a Domingo”, el cine uruguayo como “Gigante”, “Whisky”, o de Argentina “Abrir puertas y ventanas”.

¿De dónde viene tú interés de abordar temas como el dolor de la ausencia?

R: Siento interés por explorar la condición humana basado en las ausencias, los abandonos, las rupturas, porque creo que son facetas de la vida donde se dejan ver más matices de las personas, donde se pueden cometer más errores, pero también donde se puede ser más creativo y sensible. Y el contexto familiar también me interesa mucho. Intento buscar cosas distintas, no irme por el camino fácil  o el cliché aunque es complicado, de repente sale y de repente no. Por ejemplo, para “Las lágrimas” para mí era muy importante que el espectador tuviera una constante sensación de inquietud, de que algo podría pasarle a Gabriel.

¿Cuál es el grado de improvisación de tú guión?

R: No había ninguna línea escrita para la película pero había un cuento de veintitantas cuartillas. Lo que estaba escrito a lo que está en pantalla, se hizo un 95%.

¿Entonces estaba escrito como cuento pero no como guión?

R: Estaba escrito como cuento, que ahondaba en las emociones de los personajes y no tanto en las acciones  o en los diálogos. Para filmar era cuestión de cómo encontrar la organicidad de los movimientos, de las pausas, de los diálogos, de la interacción de los personajes o la no interacción de los personajes.

¿Por qué no lo escribiste como guión si ya tenías el cuento?

R:  Cuando escribí “Las lágrimas” que fue hace como dos años, estaba en un momento muy radical en el CCC, en el cual yo decía “No a los estándares tradicionales. No a la academia. El guión es una herramienta que te limita”. Sigo pensando que hasta cierto punto el guión puede ser una limitante pero ya no estoy peleado con la idea de hacer un guión tradicional, incluso estoy preparando un proyecto así. Son meras herramientas que uno debe saber utilizarlas, sacarles provecho.

¿Tú crees que tu película está pensada para ir a festivales o para gustarle al público?

R: Mi película está pensada para gustarle al público. Yo no filmé pensando en los festivales, que son importantes sabiendo cómo es el esquema de distribución  y exhibición en este país, y los cineastas que hacemos películas de este tipo necesitamos los festivales para llegar a la primera capa del público. Los festivales están muy bien, son chingones, son escaparates bien interesantes, son un contacto con el público bien padre. Si ganas un premio está padre, pero si no también. En un mundo ideal nosotros debemos tener el mismo  derecho para exhibir nuestras películas, me refiero a cineastas como yo, como Michael Lipkies, como Yulene Olaizola, como Amat Escalante. Deberíamos de tener un camino más fácil para llegar al público en corrida comercial. Es injusto lo que sucede en México y otros lados, he estado en Perú,  en Brasil, y también tienen problemas para llevar sus películas al cine . Algo estamos haciendo mal porque nos seguimos quejando desde hace tanto tiempo de que las exhibidoras no pasan nuestras películas, entonces hay que encontrar la forma de darle la vuelta porque la gente de Cinépolis o Cinemex, saben perfectamente de lo que nos quejamos pero no han hecho absolutamente nada. Los brasileños han abierto sus espacios para promover no solo sus películas sino un cine distinto que no sólo sea “El Hobbit” y “Los Pitufos”. En México tenemos la Cineteca, pero necesitamos más de eso.

¿Cuál es el proyecto que tienes en puerta?

R: Estoy escribiendo  un par de proyectos,  no sé cual sea primero, y no quisiera contar mucho pero voy a seguir abordando un poco los mismos temas, voy hacer historias un poco más complejas.


 


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