Por Jorge Javier Negrete Camacho
Premio Distrital

Texto 1 de 3
Selección del concurso

Durante años se ha estado haciendo terrible alboroto por los macabros efectos del neocapitalismo en el mundo a niveles económicos y sociales: hombres y mujeres de voraces apetitos materiales que corroen rápidamente su espíritu. Esta corrupción alcanza niveles de profundidad tan nefastos, que deforman todas las aristas del deseo hasta empujarlo a la más oscura y deforme perversión. Esta fragmentación moral permea la más reciente película de la directora francesa Claire Denis, quien, en “Les salauds”, hace de la ruptura un discurso narrativo y de la perversión una despiadada disección.

Denis, experta en temas de otredad cultural y disociación, explorados en filmes como “White Material” (2010), “U.S. Go Home” (1994) o “Beau Travail” (1999), aborda en su filme, de manera casi quirúrgica, la historia de Marco (Vincent Lindon), un capitán de buque que es llamado a tierra por su desesperada hermana Sandra, cuyo esposo acaba de suicidarse y su hija Justine (trágico y silente erotismo de Lola Créton) acaba de entrar a un hospital psiquiátrico. Se acuña la responsabilidad de ello al empresario Edouard Laporte, quién vive con su amante Raphaëlle (Chiara Mastroianni) y su pequeño hijo. Marco busca la cruel retribución deslizándose en la vida de Raphaëlle y su hijo, pero rápidamente se percata de desconcertantes enigmas.

Desde los primeros cuadros, Denis presenta una imagen sumida en permanente penumbra, de texturas fluidas y ritmo hipnótico, en la que cada cuadro se escapa antes de poder comenzar a descifrarlo. Desde la escena donde Lola Créton, sangrando de la entrepierna, camina en tacones y desnuda por las calles de París  al ritmo de la penetrante música de Tindersticks, hasta los furtivos encuentros sexuales entre Lindon y Mastroianni, que presentan los mundos internos de Marco y Rapahëlle con impactante convicción y entrega, su erosión como individuos es palpable desde sus primeras apariciones; en sus miradas se aprecia el terrible vacío que está por venir.

“Les salauds” es una pieza fílmica que pone marcada distancia entre lo visto y lo percibido; de una rígida despersonalización en la que la humanidad se intercambia por funcionalidad y ciega obediencia, a una radical abstracción pertinente a estos tiempos donde la conversión de las personas, y particularmente las mujeres, en objetos, se agudiza.

Tomando como referencia clara el caso del ex presidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, y los pintorescamente macabros relatos de degeneración sexual, Denis (cineasta de firme voz humanista) se revuelca en las convenciones del cine policiaco francés de corte urbano de los años 40 y del noir hollywoodense clásico para inyectarles una densa dosis de nihilismo y sombra, trayendo a la memoria las disecciones de vida empresarial en el Japón de la posguerra, ejecutadas por la leyenda nipona Akira Kurosawa en filmes como “High & Low” (1963) o “The Bad Sleep Well” (1960) , ambas cintas con un tangible aire ético.

La perversión es estudiada por Denis bajo la misma óptica que habría de utilizar Pier Paolo Pasolini en su mítica “Saló” (1972), en la que el sadismo se convierte en desquiciante motivación. La suciedad moral del capital alcanza grados realmente inquietantes en el filme de Denis, por aquellos que cometen el acto, así como aquellos que se someten, sin resistencia, al mismo. En el “Saló” de Pasolini, existía una visión metafórica de los pilares de la sociedad que son el Estado, la religión y el capital, así como la servil y ciega obediencia a los mismos. Más de 40 años después, en “Les salauds”, el capital parece haber absorbido el poder del Estado y la religión, instalándose hegemónicamente como el rector moral de la sociedad y dejando a la codicia, no sólo económica, sino sexual y emocional, tomar el control en el modo de actuar de aquellos que ostentan posiciones de poder (como el ya mentado Strauss-Kahn), así como permitiendo que la opulencia se convierta en un barómetro de la ética, o, más bien, en su aguerrido destructor. No existiendo, todos nos convertimos en bastardos, perversos o canallas.

Nuestra Justine contemporánea, Lola Créton, desnuda y en tacones, deja de ser el objeto de deseo sadeano para convertirse en la víctima de una flagrante destrucción de la genitalidad femenina; el acto de penetración abandona el placer para abrazar una sexualidad desenfrenada, compulsiva y furiosa. Denis hace patente este concepto en el punzocortante montaje desplegado a lo largo del filme, que parece reconstruir los pedazos del enigma, usando la negligencia, la ceguera, la ira, la resignación y la cobardía como piezas fundamentales y donde el hipnótico score de “Tindersticks” es utilizado como adhesivo que mantiene este fragmentado relato.

Siendo que la destrucción y desintegración se presentan como los ejes temáticos de “Les salauds”, Claire Denis, después de componer en el desarrollo de su filme una estética impecable, con encuadres de aguda precisión y feroces composiciones como la memorable secuencia en el automóvil, no expía a su audiencia del material que desencadenó el suicidio al inicio de la cinta, un video de extrema crudeza cuya granulada composición demuestra que la perversión del capital desmorona cruelmente toda nitidez moral, un pixel a la vez. Decía William Faulkner que la vida no es más que sangre y fornicación; en ese caso, Denis está capturando la esencia humana.

) LEE TAMBIÉN:

Conclusiones del Concurso de Crítica

Concurso de Crítica: 1er lugar: “La Vida de Adèle. Por Sergio Raúl Bárcenas Huidobro

Concurso de Crítica: 1er lugar: “Las señoritas no hablan de guerra. Por Sergio Raúl Bárcenas Huidobro

Concurso de Crítica: 1er lugar: “Las fronteras están para cruzarse”. Por Sergio Raúl Bárcenas Huidobro

Resultados del Primer Concurso de Crítica Cinematográfica

Concurso de Crítica Premio Distrital: “Les Salauds”, la fornicación del capital. Por Jorge Javier Negrete Camacho

Concurso de Crítica Premio Distrital: “Nebraska”, Premios Mudo. Por Jorge Javier Negrete Camacho

Concurso de Crítica Premio Distrital: “Les Demoiselles de Rochefort”, los adjetivos del cuerpo. Por Jorge Javier Negrete Camacho

Por S TP