Por Eduardo de la Vega Alfaro
Tomemos como pretexto el recientemente cumplido centenario del natalicio de Mario Moreno Reyes, mejor conocido como Cantinflas, y aprovechemos los muy reveladores datos contenidos en un excelente ensayo de nuestro colega Alberto Elena Díaz (La difusión de cine latinoamericano en España: una aproximación cuantitativa). ¿Qué obtenemos de ello? La constatación, en cifras más o menos precisas, de la abismal popularidad del cómico mexicano en la España franquista y en la inmediata posterior al periodo de la feroz dictadura iniciada hacia 1939, ello al menos contrastado con otras figuras propuestas por el cine latinoamericano de 1931 a 1995, periodo que abarca el estudio del mencionado historiador hispano.
El recuento de Alberto Elena, que incluye los cuadros estadísticos del número de películas latinoamericanas estrenadas en España de 1933 a 1995; de la distribución por décadas y países de producción de las películas latinoamericanas estrenadas en aquel país; del porcentaje de cine latinoamericano sobre el total de películas extranjeras estrenadas en Madrid (1940-1979); del número de coproducciones entre España y los demás países de Iberoamérica; de la distribución de coproducciones hispano-latinoamericanas por décadas y países de producción, y de las películas latinoamericanas con más de 500 mil espectadores en las salas del territorio español, es muy sintomático del abrumador éxito de una buena parte de la filmografía “cantinflesca” o “cantinfleana” en aquel mercado.
Llama la atención, en primer término, que del total de 53 películas latinoamericanas que al ser estrenadas en cines de España alcanzaron más de 500 mil espectadores, signo de su éxito, o cuando menos buena aceptación en ese país, 21, es decir, cerca del 50%, hayan sido protagonizadas por Cantinflas. En segundo lugar, queda claro que las 17 películas latinoamericanas más taquilleras en España en el lapso que abarca el estudio, ¡16! fueron hechas para el lucimiento del otrora “cómico de la gabardina” (la restante fue el insólito caso de Había una vez un circo, película argentina de Enrique Contreras filmada en 1972 que, con 1 millón 775, 732 espectadores, se colocó en el sitio número 13 de esa lista).
Citemos esas obras cantinflescas en orden decreciente desde la más taquillera, El padrecito (1964) con 6 millones 594, 993 espectadores, seguida de Por mis pistolas (1968), con 4 millones 777, 945 espectadores; El señor doctor (1965), con 4 millones 581, 885 espectadores; Su excelencia (1966), con 3 millones 163, 605 espectadores; El profe (1970), con 3 millones 029, 220 espectadores; Entrega inmediata (1963), con 2 millones 880, 426 espectadores; El extra (1962), con 2 millones 797 207 espectadores; El bolero de Raquel (1956), con 2 millones 583, 858; Patrullero 777 (1977), con 2 millones 374, 433 espectadores, Un Quijote sin mancha (1969), con 2 millones 196, 610 espectadores; Puerta…joven (1949), con 1 millón 952, 666 espectadores), Sube y baja (1958), con 1 millón 918, 211 espectadores; Conserje en condominio (1973), con 1 millón 716, 415 espectadores), El bombero atómico (1950), con 1 millón 635 769 espectadores; El analfabeto (1960), con 1 millón 553, 542 espectadores) y El supersabio (1948), con 1 millón 481, 965). La suma de esas cifras arroja la nada despreciable cantidad de 45 millones 216, 750 espectadores, lo cual debió contribuir, con mucho, a acrecentar las ganancias del mismo Cantinflas, quien, como se sabe, a partir de un momento se convirtió en productor asociado de sus propios filmes, pero, sobre todo, a aumentar los ingresos de la distribuidora estadounidense Columbia Pictures, empresa que desde la década de los cuarenta aprovechó su vasta y bien aceitada red en los mercados de habla hispana para ubicar de la mejor manera posible los filmes protagonizados por el actor nacido en uno de los barrios más populares de la ciudad de México.
Por supuesto que también llama la atención que las otras cintas de Cantinflas incluidas en dicha lista, aunque en sitios un tanto o más distantes que el conjunto antes mencionado (los casos de El ministro y yo -1975-, Abajo el telón -1954-, El mago – 1948-, El barrendero -1977- y ¡Así es mi tierra! -1937-, que tuvo un estreno bastante tardío en las salas españolas al darse a conocer nueve años después de haber sido realizada), sumen entre todas otra nada desdeñable cifra de 5 millones 392,696de espectadores. Otro aspecto interesante es, sin duda, el hecho de que las siete películas de Cantinflas más taquilleras en el mercado español hayan sido realizadas y exhibidas a lo largo de la década de los sesenta, es decir, el periodo de plenitud de la dictadura derechista encabezada por Francisco Franco, pero también la etapa en la que el cine interpretado por Mario Moreno giró por completo rumbo a posiciones abiertamente apologéticas, demagógicas y de profunda megalomanía, como lo demuestran de manera fehaciente los casos de El padrecito (por más que esa no mal estructurada cinta se disfrace de alegato a favor de los cambios urdidos por el Papa Juan XXIII en el seno de la siempre anquilosada jerarquía Católica) y Su Excelencia, obra portadora de un discurso ferozmente anticomunista justo en el periodo más intenso de “Guerra Fría”. Aparte de ser un evidente síntoma de la creciente consolidación de fama del cómico en aquellos rumbos, ese hecho también podría ser resultado, con los matices del caso, de la coincidencia del cine de Cantinflas con la ideología radicalmente conservadora imperante en un amplio sector del público español en aquellos años previos al “destape”.
Por simple deducción, las cifras contenidas en el trabajo de Alberto Elena revelan también el menor impacto que entre el público español debieron tener otra buena cantidad de cintas de Cantinflas, entre ellas los casos de Ahí está el detalle (1940), la obra maestra de Juan Bustillo Oro, Ni sangre ni arena (1941), de Alejandro Galindo, El circo (1942), Un día con el Diablo (1945), A volar joven (1947), Si yo fuera diputado (1951), El señor fotógrafo (1952), La vuelta al mundo en ochenta días (1956), Pepe (1960) y hasta Don Quijote cabalga de nuevo (Roberto Gavaldón , 1972), coproducción hispano-mexicana que pretendió aprovechar la fama del cómico (que interpretó a “Sancho Panza”) para hacer la enésima lectura fílmica del clásico de don Miguel de Cervantes Saavedra. Se tiene la certeza de que todas ellas, así como el resto de la filmografía “cantinflesca” exhibida en el territorio español, quedaron por debajo de la cifra de los 500 mil espectadores, pero es posible que al menos algunas también calaron, aunque de otras formas, en el gusto de los públicos de aquella región. En vista de que sabemos que las cifras de espectadores de esas cintas se preservan en los archivos consultados por Alberto Elena, sería ideal que algún investigador, español, mexicano o de cualquier nacionalidad, se diera a la tarea de ahondar en el muy interesante y complejo fenómeno mediático, y de impacto e influencia cultural, que constituyó el caso de Cantinflas en aquel mercado, toda vez que es muy posible que ese actor se haya constituido como la “estrella” cinematográfica más popular no sólo entre las figuras propuestas por el cine latinoamericano, sino que incluso haya superado a los más taquilleros actores hollywoodenses y españoles de su época o que, cuando menos, se les haya aproximado. Y otro tanto podría hacerse para el caso de México y el resto de América Latina, siempre y cuando existan los datos que nos permitan establecer una sólida valoración en ese sentido.