Mexicanos por el mundo. Parte 6.

Por El More

¿Qué sucede cuando la vida personal y el tema a tratar en una película están íntimamente ligados?, ¿es sano poner distancia entre la realidad a retratar y el documentalista?, ¿en dónde están los límites de la intimidad en la pantalla?.

Como si pareciera que se hubieran puesto de acuerdo para esta edición del Festival de cine documental de Tesalónica, realizadores de todo el mundo se acercan de una manera muy particular a la familia y a sus seres queridos para desarrollar retratos que, sin la cercanía que dan la confianza y los lazos sanguíneos, serían imposibles. Instantáneas únicas composiciones concebidas desde un claroscuro que no deja espacio para la luz de relleno, el back light o el celofán. Cine directo y duro que a fuerza de lo cotidiano deja ver las arrugas y los defectos que todos llevamos dentro.

Dentro de esta colección de filmes que este año tomaron el festival por asalto se encuentra “Partes de una familia” que muestra a cuadro dos personajes en conflicto, una pareja imperfecta que no sabemos porque sigue junta; se trata del largometraje del realizador mexicano radicado en Holanda Diego Gutiérrez.

Por un lado un prestigioso doctor retirado que sueña cumplir su anhelo de ser publicado por alguna editorial importante y espera su cumpleaños número ochenta para lanzarse en parapente. Por el otro una señora de su hogar que añora la belleza de su juventud y divide sus horas entre la leer el periódico y dar indicaciones al jardinero y la servidumbre. Una casa enorme en las afueras de la Ciudad de México que se ha quedado vacía al crecer los hijos. Una relación distante que ha orillado a los protagonistas a vivir juntos y separados en pisos distintos de la misma casa pero con muchos años de casados.
Hasta aquí todo bien. Duro pero bien. Fuerte pero bien.

El documental se mueve a paso lento construyendo un relato donde todo tiempo pasado fue mejor y donde la dosificación en los diálogos abona a delinear detalladamente a los protagonistas. Sin embargo, cuando uno menos lo espera descubrimos la dura realidad. Entendemos que los enfocados son los padres del director y somos sacudidos por la verdad, por el drama humano que tiene que ver con el desgaste de las relaciones, la enfermedad y las expectativas no cumplidas. Con la soledad que se puede sentir estando acompañado o la nostalgia de lo que todavía no se pierde. Una explosión de sentimientos de rebela enfrente de nosotros.

Así, ante el desencuentro diario, Gutiérrez traduce en lenguaje cinematográfico lo que viven los personajes. Los dos están tan lejos emocionalmente que no caben en el mismo plano. No sólo viven en habitaciones y zonas diferentes de la casa si no que, literalmente, es casi imposible encuadrarlos juntos sin que se alteren, sin que se sientan incómodos. Cuando esto sucede se siente la tensión en el ambiente y esa sensación puede cortarse con un cuchillo -en uno de los momentos más interesantes de la historia el director pregunta: “¿es tan complicado decir algo agradable el uno del otro? Un silencio implacable le responde”-.

Una vez más soy testigo de como el público de Grecia aplaude y se interesa por el trabajo de un cineasta mexicano. De nuevo veo con mis propios ojos que lo que filman nuestros compatriotas es apreciado por estas latitudes. La verdad, se siente muy bien.

Por aquí les sigo platicando de lo que pasa cuando me encuentro Mexicanos por el mundo.

Un abrazo
El More

@elmoremoreno conduce El cine y… en Ibero 90.9 y da clases en la Ibero