Por Ulises Pérez Mancilla 

Sofía Coppola regresa por todo lo que sembró hace algunos años vía Lost in Translation. Sólo que esta vez, mediante un incomprendido relato sobre la monotonía de la vida, un acercamiento emotivo al tedio como resanador de huecos emocionales. Somewhere (en México se ha titulado En un rincón del corazón) aborda el hastío como bandera existencial que se sobrepone incluso a la construcción más optimista de uno mismo, a esas ganas de que la vida se consuma rápido y sin sentido porque, por más absurdos que sean los motivos, o por más mínima que sea la inconformidad con el entorno, no se está a gusto con lo que se es ni con lo que se tiene, y la duda de no saber de dónde proviene tanto vacío agobia, asfixia, mata. 

Para su cuarta película como directora, Coppola vuelve a elegir a un actor como personaje protagonista. Stephen Dorff (brillante a la distancia y acercándose) interpreta a Johnny Marco,  un actor gris en ascenso, en el mejor momento de su carrera, con la fama justa para tirarse a disfrutar de la comodidad, pero con el tiempo acorde para que su mente divague y se pierda y se pervierta en la laberíntica pregunta: ¿Soy feliz? 

Desde el inicio, sabemos que el histrión está profundamente deprimido: lo más excitante de la vida se ha vuelto para él un espectáculo cotidiano. Vive, sobrevive y permanece en su habitat ordinario acaso porque tampoco tiene una razón para no hacerlo. Sus días son un devenir de férrea inercia. Hasta que una mañana, en la puerta de su habitación del memorable hotel Chateau Marmont, aparece su hija adolescente Cloe (Ellen Faning), enviada a vivir por una temporada con el padre cool pero irresponsable, por parte de la madre neurótica y cansada que ha decidido que tampoco puede más. 

Somewhere, que en el pasado festival de Venecia ganó el León de Oro a la mejor película en medio de acusaciones de nepotismo, pues el presidente del jurado era el ex novio de Sofia, Quentin Tarantino; es a su vez una película de momentos. En su totalidad, su valía se somete a una temporalidad en la que dos personajes se encuentran, se impactan y se van; a veces obligados a redescubrirse en mundos cotidianos, a veces rodeados de costumbres ajenas y geografías lejanas. Un contexto que a Coppola le fascina y que ha sabido matizar de manera contenida y bajo una estética propia: rigurosa a pesar de la dispersión de lo que la cámara capta, dulce a pesar del extraordinario pero sobresignificativo soundtrack.   

Entre tanta vacuidad cinematográfica expuesta, la directora asume el compromiso de encarar el argumento de su historia a riesgo de lucir superficial: tenerlo todo no es suficiente, parece decir; y en medio de tantos y tan buenos argumentos para sentirse desdichado, el alegato se siente genuino y sincero porque Sofía Coppola explora un mundo que conoce desde pequeña, mejor incluso que la palma de su mano; y entiende perfecto la forma de volcarlo hacia una pulsión emocional intima,  aliándose con el contexto para desarrollar una angustia personal libre de obstáculos.

Simple, honesta, cursi, brillante. Coppola madura sus ratos contemplativos a través de un final clásico, antológico, en el que toda su puesta en cámara cobra sentido de principio a fin porque algo se movió en la aparente cabeza hueca de Marco. Ese alivio fílmico que tanto se anhela en la sala desde que se compra el boleto en taquilla (y que no siempre se obtiene) aparece con el “the end” en la pantalla como un suspiro sentido, prolongado. Algo ocurrió ahí adentro.

Somewhere 

Director:  Sofia Coppola  País:  EUA, 2010  Guión:  Sofia Coppola  F en Color:  Harris Savides  Música:  Phoenix  Edición:  Sarah Flack  Producción:  American Zoetrop  Distribucción:  Universal Pictures  Duración:  98 mins.  Clasificación:  B  Con:    Stephen Dorff (Johnny Marco), Elle Fanning (Cleo), Michelle Monaghan (Rebecca) Laura Ramsey (marinera), Chris Pontius (Sammy).