Por Pedro Paunero

Willy Pruvost y su hermano gemelo Michel, tienen cincuenta años de edad, viven con sus padres, no son muy inteligentes que digamos, padecen sobrepeso y tampoco son muy agraciados físicamente. Antes de los títulos iniciales se nos aclara que la película está basada en la vida de Daniel Vannet, el actor que interpreta a Willy y a su hermano. Que algunos eventos son reales y otros ficticios. Que el coraje de vivir de Daniel es, por el contrario, muy real.

Tras algunos intentos infructuosos de suicidio, como tratar de asfixiarse en el interior de su auto, con una manguera conectada al tubo de escape, Michel, por fin, logra quitarse la vida colgándose. Su hermano no había sabido ver la profunda depresión que pesaba sobre él. Lo que sigue es la historia de cómo Willy se esfuerza en dejar la casa paterna, no sólo para escapar de los recuerdos fraternos sino por decencia. No puede comprender la razón por la cual su hermano se ha matado ya que la pasaban muy bien juntos. Por ejemplo, mataban el tiempo haciendo “trompos”, es decir, llevando el auto a un lugar descampado y poniéndolo a dar vueltas en el lodo. Eran, por así decirlo, “felices” con esos juegos y otros placeres simples, como sentarse en la terraza, comer y charlar. 

Ahora, sus padres acuerdan en enviarlo a un centro para atender su depresión, pues notan cómo los días se le van en ver televisión y discutir con ellos. Willy se niega. Es más, las cosas parecen precipitarse cuando descubre que han colocado su fotografía en la lápida de su hermano, porque sus padres no han podido encontrar ni una sola foto presentable del fallecido. Después de todo eran gemelos, ¿no? Le explican. Pero Willy no lo piensa así. Cree que es este un acto de matarlo en vida. En una palabra, de decirle -sin decirle-, que es hora de irse de casa. O eso es lo que él cree. 

La película “Willy I” (“Willy 1er”, 2016) no evita las escenas melodramáticas y cursis, en las que el espectador no sabe bien si reír o llorar, como la del álbum virtual, dedicado “A Michel”, hecho con fotos del suicida, sonriendo, y cursis estampas electrónicas de ángeles y delfines y frasecitas como “el 6 de enero de 2016, nació una nueva estrella” o “a veces la sonrisa más bella oculta las lágrimas más tristes”, que forman parte del encanto realista de esta historia. La gente, se nos dice, es así, en realidad. Todos podemos caer en la cursilería, y caemos, todos podemos ser ridículos, y lo somos, todos queremos otra oportunidad. O, por lo menos, una primera oportunidad. Willy considera que la muerte de su hermano les importó un comino a sus padres. Que permanecieron tranquilos los días siguientes al deceso. Y el mundo siguió su curso. Así, las vacas siguieron comiendo pasto y las gallinas correteando. Willy deberá, pues, mudarse a la ciudad de Caudebec, obtener un trabajo, comprarse sus propias cosas y hacer amigos. Pero, es claro que el proceso de independizarse no será fácil. Mucho menos a su edad. 

La película está dividida en los episodios de los deseos, y de las aspiraciones, que sostienen el devenir diario de Willy: “Iré a Caudebec”, “Tendré mi propio apartamento”, “Me compraré una moto” y “Tendré amigos”. Con esta promesa de cambio, lo increíble es que Willy logra sus objetivos. Por supuesto, Caudebec no es la gran cosa, el apartamento es modesto, la económica moto que obtiene se la destrozan, y los amigos de los que se hace son una panda de aprovechados. 

Lo que para Willy significan enormes triunfos para otros son, apenas, rasguños en la áspera superficie de un mundo ancho y ajeno. Para empezar, Caudebec se localiza a la enorme distancia de nueve kilómetros de su casa, que él ha salvado a pie, “sin dolerle las piernas”, Willy no se lleva bien con su compañero de trabajo en un supermercado, el llamado “Willy 2” (Romain Léger), quien le dice que en Caudebec el desempleo aumenta y que la vida nocturna ahí apesta. Willy 2 resulta ser un chico gay, que fluctúa entre la enemistad declarada a Willy y el franco compañerismo, y que desea trasladarse a Alemania, pues Ángela Merkel sí que ha sabido hacer bien las cosas allá. Mientras tanto no se evita el mostrarnos a un Willy que puede ser tanto abusado como abusador. En cierta ocasión tilda de “mariposa” a Willy 2 y le golpea en el rostro. En otra, Willy permite que le arranquen los botones de la camisa, en castigo por no haber querido pagar la ronda de tragos de sus falsos amigos.         

La tradición de un cine que retrata el lado trágico de la vida diaria no es nueva en Francia. Recordemos esas cimas alcanzadas en el arte de un Robert Bresson, como el de la tristeza de la niña abusada en “Mouchette” (1967), o “Al azar de Baltasar” (Au hasard Balthazar, 1966), la conmovedora historia de un asno que pasa de mano en mano, y de la cual expresó el crítico Andrew Sarris que “se yergue sola en los pináculos más altos de las experiencias emocionales artísticas”, así como la desgarradora separación de los amantes en “Los paraguas de Cherburgo” (Les parapluies de Cherbourg, 1967) de Jacques Demy. La historia de “Willy 1”, en cambio, no llega alcanzar la tragedia porque no lo pretende, y opta por resaltar la ironía y la risa amarga en la historia de un ser común y sus luchas cotidianas, un perdedor de los de a pie que, aun en la huida de la separación, suicidio y negación de la muerte de su hermano, decide continuar sin caer en la tentación de correr la suerte del otro. Como expresa Willy 2, que al igual, sabe de pérdidas: “Uno siempre busca una explicación. Pero no hay ninguna. Solo hay que enfrentar la verdad. Y la verdad es inmunda. Murió. Eso es todo” y después, ante la pregunta de Willy sobre si Willy 2 ha superado la muerte de su novio, un policía que sufrió un accidente: “No. Jamás. Aprendí a vivir con eso”.    

Dirigida por Ludovic y Zoran Boukherma con Marielle Gautier y Hugo P. Thomas, “Willy 1” (Willy 1er, 2016) pone la nota tragicómica, muy digna y alta, en el My French Film Festival 2018.  

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.