Por Pedro Paunero
Kong: rey de la explotación tropical
La influyente “King Kong” (Merian C. Cooper, Ernest B. Schoedsack, 1933) es una película que, como muchos otros títulos pioneros, se nos presenta híbrida o, por lo menos, con elementos particulares que anuncian otros subgéneros cinematográficos apenas por venir al momento de su estreno. Es uno de los primeros ejemplos del subgénero de “Mundos perdidos”, esa categoría narrativa (en la literatura y el cine), que plantea el descubrimiento de un mundo secreto, por parte de una expedición compuesta por hombres blancos, con todas las maravillas que conlleva encontrarlo, cuyo argumento se localiza en la serie de libros dedicados a Tarzán o a la civilización de Pellucidar, escritas por Edgar Rice Burroughs, o la novela “El mundo perdido”, de Sir Arthur Conan Doyle, que otorgaría su nombre a todo el subgénero.
La película tiene una deuda extraordinaria con “El mundo perdido” (Harry Hoyt, 1925), adaptación de la novela de Doyle, que contaba del descubrimiento de un valle habitado por dinosaurios. Pero, Kong, no sólo será el rey de este mundo, también uno de los primeros filmes de “Ecoterror” de la historia, cuya premisa -la naturaleza volviéndose contra el ser humano-, tiene en “Los pájaros” (The Birds, 1963), de Hitchcock, no sólo a su representante más acabado, sino más enigmático. En “Los pájaros”, no nos consta que las aves ataquen a la población de Bodega Bay por haber experimentado una suerte de perturbación en sus hábitats (habiendo sido estos contaminados o irradiados, produciendo mutantes, como en un sinnúmero de títulos), sino por algo más inquietante y elusivo, que no deja de ser altamente simbólico.
La “Isla calavera”, donde rige “Kong”, igualmente, representa un entorno natural donde los temas caros al Cine de Explotación Tropical se encuentran en terreno abonado. “King Kong” es una película que, si bien no en forma, pero sí en el fondo, es un raro ejemplo (por híbrido) de cómo el cine ha visto, y deformado, la vida y costumbres de los habitantes isleños o costeros, añadiendo los consabidos elementos sexuales o amorosos, en detrimento de la profundidad y a favor del sentimentalismo mórbido. Atiéndase, si no, la trama zoofílica que sostiene toda la historia de un gorila enamorado de una chica humana, “la bella y la bestia” ganados para el espectáculo de masas.
Sacrificios isleños al Dios volcán
“Ave del paraíso” (Bird of Paradise, King Vidor, 1932), célebre por incluir el controversial “desnudo” de Dolores del Río, en el papel de una muchacha nativa de una isla de la Polinesia, parece ser la primera película en incluir el tema de la joven, virgen y hermosa, destinada a ser sacrificada a un volcán deificado, idea que se debe a David O. Selznick, su tiránico productor, quien le espetó a Vidor, el director: “Quiero a Del Río y a Joel McCrea en una historia de amor en los Mares del Sur. No tengo una historia para la película, pero asegúrate de que termine con ella saltando al interior de un volcán”.
El mitema esencial
Si se puede hablar de un “mitema”, del cual el cine no ha podido prescindir (estado prístino y paradisíaco, como en “La laguna azul” (The Blue Lagoon, Randal Kleiser, 1980), que tiene como antecedente la novela “Pablo y Virginia”, de Jacques-Henri Bernardin de Saint-Pierre, así como el de la divinidad isleña, y su séquito de sacerdotes/sacerdotisas, que rescatan al héroe/náufrago, y le permiten volver a casa) este tendría su más remoto antecedente en la Odisea, el poema homérico (en sus varias adaptaciones para el cine: “The Odissey (Andréi Konchalovski, 1997), “La Odisea”, (Christopher Nolan, 2026)) localizado, específicamente, en los versos dedicados al naufragio de Odiseo en la isla de le ninfa Calipso, y en los mitos de las Amazonas.
El “tikisploitation”
En 1934, Donn Beach -seudónimo de Ernest Raymond Gantt-, tuvo la lucrativa idea de abrir un bar en Hollywood, situado, en un principio, en la 1722 N. McCadden Place, cuya temática se basaba en la cultura Polinesia. Lo llamó el Don’s Beachcomber, cuyo original atractivo, aparte de las antorchas y muebles de mimbre que recordaban la decoración que Raymond Gantt había descubierto en sus continuos, como sospechosos viajes por los Mares del Sur, eran las bebidas (llamadas Rhum Rhapsodies), a base de ron e ingredientes secretos, servidos en vasos de cerámica con la forma de estatuas de madera (o tiki), típicas de aquellas culturas, y que sirven para delimitar espacios geográficos sagrados. Varias de estas bebidas pasaron a formar parte del repertorio barístico internacional, como el Sumatra Kula, el Zombie Coctel, el más conocido, el Copacabana, el Cobra´s Fang o Navy Grog. Marlene Dietrich, Clark Gable o Vivien Leigh, pasaron a probar dichas bebidas al Don´s Beachcomber, popularizándolo entre la gente del cine. Con el tiempo, los vasos tiki se hicieron populares y objeto codiciado por coleccionistas y el bar fue imitado, hasta convertirse en una cadena por todo Estados Unidos. Había surgido así, la “Cultura Tiki”, cuyo éxito llevó a Raymond a la isla de O´ahu a emprender otro negocio, el International Market Place, en 1956 y la apertura de otro bar.
Dentro de la vertiente denominada “Tikisploitation”, enmarcada en el subgénero del cine de explotación tropical, vale la pena analizar “Pagan Island” (1961), una producción de bajo presupuesto, debido a que reúne las características del subgénero, a saber, personajes dueños de una sexualidad intrínseca desbordante, pero ingenua, un guion que obedece a los avatares de una aventura, y los elementos mencionados: el trasfondo isleño, el naufragio, un dios que exige sacrificios e incluso, un tesoro pirata, todo esto dentro de los límites de la Serie B, en los que el subgénero se mueve a sus anchas, con sus malas actuaciones, diálogos estúpidos, escenarios de pacotilla y un dios de madera dientón, que recuerda al pez denominado “saltarín del fango” (Periophthalmus) en una versión caricaturesca, y francamente risible.
William Stanton (Eddie Dew), es encontrado a la deriva sobre una balsa inflable, al lado de una chica muerta, semidesnuda, por un barco pesquero. Cuando despierta, echa de menos un puñado de piedras preciosas que llevaba en los bolsillos, pero, por fortuna, el amable marinero que lo ha rescatado, así como su capitán (Bud Irwin), se las devuelven sin mostrar signos de codicia alguna. Pregunta por su compañera fallecida, a quien identifica como a su esposa y comienza a narrar su aventura. Después de lo acontecido en un petrolero, del cual resultara el único superviviente, su balsa naufraga en una isla habitada sólo por mujeres. Al principio, las nativas dicen no entender su idioma, para lo cual acuden a Nani Maka (Nani Maka), quien habría aprendido el idioma inglés, pero que entiende lo mismo, en un hecho que no importa mucho en un guion de ejecución rápida y desechable y que, para el entretenimiento que pretende, tampoco importa gran cosa.
Las mujeres se encargan de atender a Stanton, emborrachándolo y dándole de comer, mientras Nani Maka, baila que te baila, mueve la cadera ante la ridícula estatua de un dios pisciforme. Gran parte del metraje está dedicado, de hecho, a los bailes de Nani Maka al dios, cuando nos enteramos de que es, en realidad, una princesa destinada a ser sacrificada a dicho “dios del mar”. La reina Kealoha (Trine Hovelsrud), cuenta que hacía muchos años, una banda de hombres blancos había arribado a la isla, abusando de la hospitalidad de las mujeres y enterrando un tesoro en una cueva submarina, por lo cual, desde entonces, consideraban como “malos” a los extranjeros. Stanton, sin deberla ni temerla, termina narcotizado y colgado cabeza abajo de un poste, justo en el momento en que Nani Maka le declara su plena confianza (amorosa, por supuesto) y un bote compuesto por aldeanos negros arriba a la isla, con la esperada huida de las mujeres.
Stanton convence a Nani Maka de que puede dar cuenta de los invasores, así que, ni tarda ni perezosa, corta sus ataduras y le devuelve su revolver, con el cual asesina a los recién llegados, a quienes no se les pidió explicación alguna de su llegada. Stanton, convertido en héroe local, se pasea por la aldea del brazo de dos o más muchachas a las que enseña a besar, con los crecientes celos de Nani Maka quien, después de todo, se siente comprometida con su fe. Pero el amor es ciego -y estúpido- la más de las veces, así que la pareja convence a la reina de nombrar a otra chica (¡!) para que sustituya a Nani, y esta se case con Stanton. La pareja, ya con la bendición de la reina Kealoha, tiene tiempo todavía de explorar la cueva submarina, donde Stanton sustrae las piedras preciosas, y a Nani no le queda otra opción más que morir, cuando su pierna queda atrapada en una almeja gigante (por cierto, en unas tomas submarinas hechas en el Seaquaium de Miami, repetitivas e insulsas). De esta forma, se regresa al barco y la narración de Stanton. Se sepulta a Nani Maka en el mar, después que el capitán expresa una sentida oración: “Señor, entregamos este cuerpo al mar… OK”, y con el grito de “¡Nani Maka!”, de Stanton en su lecho, y después de que los marinos desaten el bote inflable y lo dejen en las olas, y desechen la historia del tesoro del náufrago por improbable (después de haber visto las joyas que llevaba), termina la película. “Pagan Island”, es el ejemplo de cine “Tikisploitation” en estado puro, “fast track”, de usar y desechar, con todos sus ingredientes equívocos que hoy no pasarían el filtro Woke.
Su director, Barry Mahon, fue un héroe de guerra, reconocido con la Distinguished Flying Cross, por sus servicios como piloto aviador durante la Segunda Guerra Mundial quien, al ingresar al cine cobró relevancia como representante de Errol Flynn y Gina Lollobrigida, y se vio envuelto en la desastrosa producción de “The Story of William Tell” (1953), con la cual Flynn pretendía mandar al diablo a Warner Bros. al demostrar que podía realizar una película espectacular y taquillera que, a pesar del impulso inicial, nunca se finalizó, y cuyos acreedores terminaron por confiscar los decorados y equipo de filmación. Mahon destaca como un pionero en el uso de computadoras para el desglose, programación y presupuesto de las películas semanales de la Columbia Pictures. En cuanto a Eddie Dew, en el rol de Stanton, el náufrago, sabemos que “Pagan Island” fue su ultimo trabajo, después de trabajar afanosamente en el Western de Serie B pero, sobre todo, por su empeño en la teleserie “Sergeant Preston of the Yukon”, para la cual dirigió cuarenta episodios.
Sobre la misteriosa princesa Nani Maka, sabemos que, en efecto, la actriz que la interpreta llevaba ese nombre en la vida real, y que este fue su único papel para el cine. El resto del elenco, correspondiente a las aldeanas en Topless que van por ahí, con sus collares Lays -casi siempre con las manos puestas sobre las flores que los componen, para evitar mostrar más de lo debido (la película se estrenó con la advertencia: “Sólo para adultos”, por lo que alguna chica deja mostrar un pecho de vez en cuando), como se hiciera con el que llevaba Brooke Shields en “La laguna azul”-, fueron escogidas por su belleza por la afamada fotógrafa Bunny Yeager, la fotógrafa de la Pin-up model Betty Page, ni más ni menos, por lo que comprendemos que todas, con excepción de Nani Maka, sean blancas y con ojos claros -el blanco y negro en que se rodó la cinta permite verlo-, aunque se nos quieran hacer pasar como isleñas polinesias.
Comprendemos que los ingredientes -y no precisamente los de los cócteles del querido Don Beach- sino los del Cine de Explotación Tropical, se pueden localizar en películas que antecedieron al “Tikisploitation”, propiamente dicho, y siguieron apareciendo en filmes posteriores.
A continuación se ofrece una lista breve, y no exhaustiva, de algunas películas que incluyen los motivos caros a dicho cine, en varias películas que se rodaron bajo los parámetros de la Serie B.
El naufragio y la isla de los sacrificios
(Breve cronología del Cine de Explotación Tropical a través de varios subgéneros)
1932 – The Most Dangerous Game (Ernest B. Schoedsack, Irving Pichel)
El náufrago en una isla se enfrenta a la “caza humana” como ritual mortal, por parte del Conde Zaroff, su propietario. Película pionera del género “Survival”, que representó todo un shock para su época y de la cual derivan novelas como “El fugitivo”, de Stephen King, escribiendo con el seudónimo de Richard Bachman, con su adaptación al cine, “The Running Man” (Paul Michael Glaser, 1987) o la película “Battle Royal” (Kinji Fukasaku, 2000), que igualmente simboliza la brecha generacional. Los sets de la isla del conde se utilizarían poco después para el rodaje de “King Kong”.
1932 – Bird of Paradise (King Vidor)
Un marinero naufraga y se enamora de una princesa destinada a sacrificarse al volcán.
1933 – King Kong (Merian C. Cooper, Ernest B. Schoedsack)
Isla mítica (Skull Island) donde los isleños sacrifican mujeres a una bestia-dios, Kong, el primer monstruo gigante del cine con carisma propio.
1943 – White Savage (Arthur Lubin)
Aventurero llega a isla polinesia dominada por sacerdotisa y un templo que guarda un tesoro. Codicia del blanco por el botín.
1957 – Voodoo Island (Reginald Le Borg)
Unos especuladores inmobiliarios descubren una isla en la que se celebran rituales paganos y sacrificios ligados a fuerzas oscuras. Primer papel de Adam West, el futuro Bruno Díaz de la teleserie “Batman”, de los años 60s.
1958 – South Seas Adventure (Carl Dudley)
Documental de aventuras que recrea rituales tribales y aburridas escenas de turistas haciendo de las suyas. Quinta y última película de la serie rodada para el sistema de pantallas “Cinerama”. Destaca por incluir una de las primeras representaciones del “salto de bungee”, antes de que se popularizara en occidente como mero divertimento. Antecedente cincuentero del subgénero italiano “Mondo”, de profundo significado popular.
1959 – Island of Lost Women (Frank Tuttle)
Pilotos accidentados llegan a una isla gobernada por un científico nuclear y sus hijas quienes, invariablemente, se enamorarán de los recién llegados y que obedecen a los improbables nombres de Venus, Urana y Mercuria y que incluye a June Blair, una ex conejita de Playboy. El argumento tiene un sospechoso parecido al de esa joya de la Sci Fi que es “Planeta prohibido” (Forbidden Planet, 1956), pero sin Robby, el robot, las maravillosas máquinas de proyección mental de la civilización Krell, ni las sexys minifaldas de Anne Francis, como Altaira Morbius.
1959 – La vergine di Bali (aka. The Virgin of the Volcano, Guido Zurli)
Un aburrido inglés, empleado de un banco, decide viajar a Bali, donde se la pasará de lo lindo, hasta que el ofendido jefe de policía local lo amenace con la extradición. La salida, para este turista que no fue el primero, ni será el último que no intentara integrarse a la cultura local, será aliarse con el traficante del lugar. También cabe el oro de contrabando, un naufragio y el amor, en la trama de esta cinta de absoluta explotación tropical.
1963 – Matango (Ishirō Honda)
Náufragos atrapados en isla dominada por hongos mutantes que acosan a los supervivientes. Su vaga inspiración se encuentra en el cuento “La voz en la noche”, del inquietante William Hope Hodgson. Cinta de culto, bastante perturbadora, del maestro director del cine de Kaiju, subgénero japonés de monstruos gigantes que, aunque tiene en “Godzilla” (1954), su ejemplo paradigmático, no es sino el heredero oriental de Kong.
1971 – Isle of the Snake People (Juan Ibáñez, Jack Hill)
Isla tropical donde un culto pagano practica sacrificios a una deidad reptil. Una de las cuatro películas que Boris Karloff acordó rodar con el productor Luis Enrique Vergara, con el actor sumamente enfermo y en el declive de su carrera. Incluye la actuación de Yolanda Montes “Togolele”, como Kalea, la sacerdotisa de las serpientes y líder de una banda de mujeres zombificadas.
Existe, pues, una clara evolución en este tipo de filmografía, que podría resumirse de la siguiente manera:
Años 30´s: Aventuras exóticas. Sacrificios a un volcán activo/dios bestia.
Años 40-50´s: Cine de serie B con islas misteriosas, sacerdotisas y sus respectivos rituales.
Años 60-70 ´s: Giro hacia el terror y lo sobrenatural (hongos mutantes, cultos paganos).
La siguiente tabla ofrece una filmografía comparada de las películas anteriormente citadas:
Año | Título original | Director | Tipo de naufragio | Isla / entorno | Dios / volcán / sacrificio |
1932 | The Most Dangerous Game | Ernest B. Schoedsack, Irving Pichel | Náufrago en isla | Mansión de un conde | Caza humana como sacrificio |
1932 | Bird of Paradise | King Vidor | Marinero naufraga | Isla del Pacífico | Princesa destinada al volcán |
1933 | King Kong | Merian C. Cooper, Ernest B. Schoedsack | Expedición llega en barco | Skull Island | Isleños sacrifican mujeres a Kong |
1943 | White Savage | Arthur Lubin | Aventurero llega a isla | Isla polinesia | Templo de oro regido por una sacerdotisa |
1957 | Voodoo Island | Reginald Le Borg | Viaje exploratorio | Isla misteriosa | Rituales vudú, sacrificios |
1958 | South Seas Adventure | Carl Dudley | Turismo documentalista | Archipiélago del Pacífico | Recreación de rituales polinesios |
1959 | The Island of Lost Women | Frank Tuttle | Avión estrellado | Isla remota del Pacífico Sur | Virginidad impuesta por el padre de las chicas |
1959 | La vergine di Bali (The Virgin of the Volcano) | Guido Zurli | Aventurera en isla | Isla volcánica | Costumbres locales alteradas por el extranjero |
1963 | Matango | Ishirō Honda | Náufragos de un yate | Isla con hongos mutantes | Culto implícito: sacrificio a los hongos |
1971 | Isle of the Snake People | Juan Ibáñez (co-dirigido por Jack Hill) | Forastero llega a la isla | Isla tropical | Culto pagano, sacrificios a deidad reptil |
Para saber más:
“Playa de terror: Cinco visiones cinematográficas” por Pedro Paunero
“Ecoterror. Cine, serpientes y mitología” por Pedro Paunero