Redacción. Los días 19 , 20 y 21 de noviembre se exhibirá la trilogía revolucionaria de Fernando de Fuentes, con los títulos “El prisionero 13” (1933), “El compadre Mendoza” (1933), y “¡Vámonos con Pancho Villa!” (1935). Las proyecciones se llevarán en la Fundación Sebastián (Av. Patriotismo No. 304, entre calle 7 y 5, Col. San Pedro de los Pinos).

La llamada “trilogía de la revolución” situó a De Fuentes como un cineasta fundamental de su tiempo, cuando el cine mexicano estaba asentando sus bases como industria, porque también fueron filmes de gran agudeza para la revisión histórica, aunque éstas fueran sobre la corrupción y el desencanto (puntualiza J. Ayala Blanco). Se trata de tres insuperables filmes sobre el tema revolucionario, tópico del que se han realizado decenas de filmes en México y el mundo “sin alcanzar la dimensión humana que De Fuentes les imprimiera a las suyas”, como escribió Raúl Miranda.

La obra de Fernando de Fuentes es un cine de contradicciones ideológicas, mismas que ahora sólo importan a los sociólogos interesados en el cine. En la constelación de realizadores mexicanos ocupa un lugar de privilegio. Es él uno de los principales impulsores de dos circunstancias históricas sobresalientes del cine nacional que llevan por etiquetas de estudio: la “industria del cine mexicano” y la “época de oro del cine mexicano.

“Fernando de Fuentes no es el eslabón perdido del cine mexicano, no es el origen, no es la destreza absoluta; es el constructor de relatos alegres que de pronto se tornan perplejos. Nacido en Veracruz, de adolescencia en Monterrey con padre banquero, asistente secretarial de Carranza, aspirante a ingresar a Hollywood, quiso ser ingeniero, poeta, filósofo. Fue técnico, gerente, adaptador, inversionista de cine… fue cineasta”, puntualiza Miranda.

De Fuentes (1894-1958) ingresó al cine a trabajar en la exhibición y, al comienzo del sonoro, se incorporó en la producción, como segundo ayudante de dirección en Santa (1931). Al año siguiente recibió su primera oportunidad como realizador, en la cinta “El anónimo”. Con “Allá en el Rancho Grande” De Fuentes creó la piedra angular para la construcción de una verdadera industria: con ella, el cine mexicano descubrió su género más auténtico, la comedia ranchera. Durante las décadas siguientes, De Fuentes dirigió más cintas relevantes, como “Doña Bárbara” (1943) o “Crimen y castigo” (1950) y hasta su fallecimiento completó una amplia filmografía compuesta por 33 largometrajes de temas y géneros variados.
 

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