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Con todo el pescado del Adriático vendido, el último “Es-Stouh” (Las Terrazas), de Merzak Allouache, argelino refugiado en Francia, la Mostra de Venecia se cerrará este sábado con un palmarés esclavo de sus propias limitaciones. La gran favorita, para la mayoría de la prensa y los espectadores, es la británica “Philomena”, de Stephen Frears, que por cierto ya ha obtenido un premio paralelo, el León Gay, como mejor film con un personaje homosexual, y en buena lógica merecería sobre todo dos galardones: El León de Oro a la mejor película y la Copa Volpi a la mejor interpretación femenina, para su protagonista Judi Dench. Sin embargo, el reglamento lo prohibe.

Para evitar una proliferación de recompensas, no hace mucho, el certamen italiano decidió acotar su palmarés. Tal y como está, en principio, no puede haber repeticiones, es decir un film no debería recibir más de una recompensa. Sin embargo, puede darse una excepción, previa petición expresa al director del certamen por parte del jurado (que este año preside Bernardo Bertolucci): puede darse un premio de interpretación (la famosa Copa Volpi) a un/a intérprete de alguna cinta ya premiada en otra categoría… salvo justamente el León de Oro. Por decirlo claramente: O “Philomena” logra ese galardón o Judi Dench es premiada, pero nunca ambas recompensas serían compatibles. Algo, en este caso, tremendamente injusto para el film de Frears, porque honestamente se merece las dos más que ninguno otro.

A distancia de “Philomena”, una tragicomedia basada en hechos reales sobre una madura madre soltera irlandesa cuyo bebé le fue arrebatado por las monjas que la tenían acogida por “pecadora”, y con la ayuda de un periodista británico acude a Estados Unidos en su busca, se sitúan varias otras cintas, como la canadiense “Tom à la ferme”; “Kaze tachinu” (El viento se eleva), la despedida del maestro de animación nipona Miyazaki; el documental periférico italiano “Sacro GRA”, y tal vez por el esfuerzo de su único plano secuencia “Ana Arabia”, de Amos Gitai. No obstante, para los más radicales defensores de cine de autor profundo, lacrimógeno y más bien soporífero, su apuesta es lo nuevo de Tsai Ming-liang.

Pese a su interés como retrato sociológico y su buena voluntad, parece improbable que la última película en competencia, “Es-Stouh” (Las Terrazas), de Merzak Allouache, coproducción franco-argelina presentada este viernes en solitario, figure en ese palmarés oficial de la 70 Mostra. A través de cinco historias que se desarrollan todas ellas en terrazas o más bien azoteas de edificios de la capital argelina, Allouache pretende hacer un retrato de una sociedad llena de contradicciones, que se ha vuelto peligrosamente indiferente ante la violencia cotidiana. Y de eso se trata, precisamente. En las azoteas donde antaño se disfrutaba ahora se cometen abusos, se tortura o se trafica, lejos de los ojos de los policías que patrullan metros más abajo en las calles. No obstante, el realizador, quien en la época de plomo en la que los terroristas islamistas atentaban y asesinaban por doquier se autoexilió a Francia, donde sigue viviendo, deja un resquicio a la esperanza con los jóvenes que usan esas terrazas para ensayar música.

En la tarde-noche de este sábado conoceremos el fallo del jurado, en el que hay un hispano, el chileno Pablo Larraín (“No”), aunque entre las contendientes no encontramos ningún título iberoamericano, por segundo año consecutivo, los mismos que lleva Alberto Barbera como director de la Mostra.