Por Ulises Pérez Mancilla
En tres semanas de recaudación, incluido el monto que ha generado en su versión 3D, Sammy en el pasaje secreto ha recaudado alrededor de 60 millones de pesos según cifras de Canacine, convirtiéndose en uno de esos casos atípicos de éxito entre el público con una escasa publicidad de por medio, sorprendiendo estadísticamente toda vez que a un mes de su estreno, además de erigirse dentro de un período en que los niños (su principal público) ni siquiera están de vacaciones, se niega a salir de cartelera a pesar de ser una animación no firmada por los emporios Disney-Pixar o Dreamworks.
La película, originaria de Bélgica, fue producida con el apoyo de Studio Canal y la dirige Ben Stassen, quien junto con su guionista Dominic Paris, dirigieron anteriormente Vámonos a la luna, sobre unas moscas que viajan al espacio. La historia de Sammy es extremadamente simple, una vieja tortuga macho rememora 50 años de vida intensa siendo una tortuga, con todo lo anticlimático y prejuicioso que ello resulte a ojos humanos.
Las comparaciones con Buscando a Nemo son inevitables, lo son incluso con gran parte del género animado-acuático (de Los Snorkels a El espantatiburones, por ejemplo); hay mucho lugar común: desde el pulpo simpático que se sirve de sus tentáculos para hacer un carrusel, hasta el tiburón acechante con complejo de buen corazón. Por donde se le vea se trata de un filme técnicamente discreto, que se vale de la estética imperfecta que tanto éxito ha dado a las caricaturas actuales. Aparentemente sin muchos valores cinematográficos, es la manera en que Stassen aborda su trama donde radica su valía.
Dotada de una importante conciencia social a través de su mensaje ecológico, Sammy en el pasaje secreto se sobrepone a ese viejo vicio de humanizar a los animales que, aunque sigue esa tendencia, escapa por momentos al cliché y otorga una justa lección sobre el respeto a la vida animal por el simple hecho de ser entes vivientes y no por consideraciones morales antropocéntricas. En su viaje por el océano, Sammy busca el amor de su vida por sobre todas las cosas (rasgo humanitario puesto a fuerzas) pero también ve transcurrir la degradación del hombre por el hombre a través de su indiferencia hacia el medio ambiente. Sin condenar a la humanidad del todo, el autor ofrece alternativas de resarcimiento a través de un grupo de hippies que al paso de los años madura sus pensamientos aleatorios de amor y paz.
El éxito de esta película se le puede atribuir al fenómeno 3D, pero igualmente a su copia bidimensional le fue muy bien, incluso superando las ganancias de las películas de animación mexicanas estrenadas este año (Héroes verdaderos y Brijes 3D). Extraños son los movimientos en taquilla sin duda, no obstante, que lo que vea el público infantil sea la imagen de especies marinas y arrecifes bañadas de petróleo y la repercusión de ello, más allá del entretenimiento, no puede ser mal augurio sobre indicios de una nueva conciencia social.