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2010-12-08 00:00:00

Cinecrítica: Biutiful, una película para engañar y hacer sufrir

Por Mariana Rodríguez Sosa 

Pasé la noche del sábado en un cine viendo “Biutiful”. Durante casi dos horas y media me convertí en testigo de las experiencias de un sujeto llamado Uxbal. Uxbal vive en Barcelona, tiene dos hijos, una ex con problemas de salud mental, participa del negocio de fabricación de fayuca, después vendida por inmigrantes africanos en un sector de la ciudad; negocia las “mordidas” a la policía para seguir con el negocio y también saca ganancia de su poder como médium y ayuda a los recién muertos a liberar sus espíritus. Además, Uxbal es un condenado a muerte, diagnosticado con un cáncer incurable que ya ha hecho metástasis por todas partes. 

El mundo narrado por Alejandro González Iñárritu es avasallador y produce un gran impacto en el observador, quien sale del cine sintiéndose angustiado, agotado, emocionalmente aturdido y aliviado de haber abandonado la sala de cine. Este cúmulo de sensaciones puede producir la primera impresión de haber presenciado una obra poderosa pero esa impresión es totalmente engañosa. La narrativa visual nos ha embaucado: los planos cerrados, el movimiento de la cámara en mano (muy al estilo dogma) y la sordidez de las escenas (desde la orina ensangrentada de Uxbal hasta la suciedad de los espacios y de las personas) están dispuestos para darnos una buena sacudida, quizás con la esperanza de que no descubramos  el engaño y reclamemos al cine como una forma de arte comprometida con el análisis social e histórico.

El retrato que González Iñárritu ofrece de una ciudad en un país del primer mundo es desolador y no podría asombrar a ninguna persona que lea el periódico de vez en cuando. La película no aporta ninguna reflexión o crítica al estado de la vida en nuestro mundo contemporáneo. La miseria se presenta sin tapujos pero ni siquiera se aproxima a desentrañar sus causas y sus consecuencias. Esta grave carencia es quizás lo más peligroso de esta película.

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González Iñárritu permanece como un cineasta superficial, alejado sin remedio de grandes directores como Ken Loach, Jean-Pierre y Luc Dardenne y Costa-Gavras, quienes se interesan por darnos herramientas para entender que la miseria humana es producto de un sistema social, económico y político con una historia y que el cine funciona también como un vehículo de denuncia, desarrollador de conciencias.

“Biutiful” es apenas un comentario. La pluralidad de temáticas hace que la película sea insustancial y pierda fuerza. “Es de dulce, chile o de manteca”, “es de todas”. ¿Es “Biutiful” una película sobre un médium que se comunica con los muertos? No. ¿Es sobre un explotador de inmigrantes africanos? No. ¿Es acerca de un hombre moribundo que intenta dejar arreglados sus asuntos? No. “Biutiful” intenta ser una película sobre todo y termina siéndolo de nada. No dejo de pensar que si tal vez se hubieran decidido por alguna de estas líneas narrativas, el resultado podría haber sido distinto.

Uxbal es un personaje que jamás se responsabiliza  acerca de su papel en la cadena de explotación, tanto de los trabajadores chinos que manufacturan la fayuca, como de los inmigrantes africanos que la venden. Jamás se cuestiona a sí mismo sobre ello y tan sólo demuestra remordimiento por haber comprado unos calefactores baratos que terminan matando a todos los trabajadores chinos o cuando deportan a uno de los vendedores y deja a su esposa e hijo solos en Barcelona. La inmigración ilegal en países del primer mundo ha sido abordada con mejores resultados en “Es un mundo libre” (2007) de Ken Loach y en “La promesa” (1996) de los hermanos Dardenne.

En “Es un mundo libre” Ken Loach no se olvida de mostrar cómo el capitalismo salvaje del mundo contemporáneo y su política neoliberal han dado pie a una cadena de explotación que alcanza tanto a los asalariados legales como a los inmigrantes ilegales que trabajan a destajo. La lógica totalmente ilógica del sistema es revelada, también lo son sus intenciones de enfrentar a las personas haciéndoles pensar que esa es la única forma de sobrevivir. No es que los individuos sean víctimas, pero la razón de sus acciones no puede hallarse solamente en su historia personal también interviene su contexto social, político, económico e histórico. “Es un mundo libre” —título totalmente irónico— no transcurre sin al menos una denuncia. El padre de Angie, una de las dos chicas que optan por montar su propia agencia para contratar inmigrantes ilegales que trabajen a destajo, presencia una mañana la selección de los trabajadores y observa la angustia y desesperación de quienes ruegan porque se les emplee por el día. El padre de Angie mira a su hija y le reclama: “esto es horrible”.

 En “La promesa” se desarrolla el proceso de conciencia de un adolescente, Igor. El padre de Igor, Roger, ayuda a ingresar a inmigrantes en Bélgica para explotarlos como mano de obra barata. Igor colabora de buena gana con su padre, no cuestiona ninguna de sus acciones hasta que un obrero africano se accidenta mientras intenta huir de una redada del ministerio del trabajo. Igor acude en auxilio del hombre y lo esconde; después cuenta la historia a su padre, quien no está dispuesto a poner en riesgo su negocio. En lugar de llevar al hombre al hospital para que reciba atención médica, Roger lo entierra bajo cemento. Igor participa en la maniobra pero algo se ha despertado en él. La conciencia de Igor le permite saber que necesita establecer una distancia con su padre, a pesar de que hasta entonces, éste ha significado su vida entera. Con cautelosa exactitud, los hermanos Dardenne abordan la discriminación y la explotación de los inmigrantes ilegales. Los personajes de esta película forman parte de un sistema corrupto y deshumanizado, en el que las diferencias raciales y de nacionalidad construyen las relaciones sociales de poder. Ninguno de ellos es un monstruo. Incluso Roger, cuyas acciones son altamente cuestionables, es un padre que ama de manera profunda a su hijo y es por ello, que el desprecio final de Igor sea quizás el peor castigo.

Años luz separan a “Biutiful” de estas dos auténticas joyas cinematográficas. Uxbal evade la responsabilidad de sus acciones en la cadena de explotación de los inmigrantes. Tampoco hay referencias al contexto de los personajes. González Iñárritu jamás atiende a la pregunta de por qué el mundo habitado por sus personajes ha llegado a ese punto tan sórdido e inhumano, aparentemente sin retorno. Esto es lo que hace que la crítica, el reclamo o la denuncia estén totalmente ausentes en la película. Ana y Mateo, los hijos de Uxbal, parecen desenvolverse en una esfera de hule, nada los afecta, ni siquiera la volatilidad emocional de su madre, capaz de maltratarlos. A diferencia de Igor en “La promesa”, Ana y Mateo no funcionan como testigos generacionales que toman una posición ante el mundo, como lo es saber que los adultos lo han destruido todo y que es necesario cambiar la ruta.

Otro de los aspectos más cuestionables de “Biutiful” es el discurso cristiano que subyace en Uxbal. El cáncer devastador del personaje le permite presentarse a modo de mártir expiando sus culpas. El dolor se presenta como el camino de la redención, cuando habría sido mucho más útil que Uxbal cobrara verdadera conciencia y se cambiara a sí mismo, a sus hijos y a su entorno más amplio. Según parece, en México somos incapaces de superar la idea de que sufrir en esta vida nos traerá recompensa en el más allá.

Casi puedo imaginar el desarrollo del guión de “Biutiful”: “falta un personaje homosexual”, “y un médium que se comunique con los muertos”, “y una enferma mental”, “también una escena en un antro de striptease con música electrónica”, “consumo de droga”, “que el hermano se acueste con la ex de Uxbal”, “necesitamos un nombre para la película, ¿cómo le ponemos?”… “Beautiful”, (aunque nada lo justifique), “pero que se escriba “Biutiful”, tal como suena, para mostrar algo de ignorancia ingenua”. Esas reuniones deben haber sido tan desastrosas como la película en su conjunto.

Habrá que admitir, con justa razón, que la actuación de Javier Bardem es impecable y magistral, pero ni él consigue salvar a la película. Por otra parte, se echa en falta la presencia de talento mexicano en la actuación, dominada por españoles. Uno piensa que las coproducciones deberían ser —y normalmente lo son— más equitativas en la repartición de papeles y funciones. Una lástima.

“Biutiful” es también sospechosa de algo más, de complicidad con el sistema político, económico y social que ha dado al traste con nuestro mundo. Al carecer de análisis se convierte en inofensiva para el sistema de poder y por tanto, en su aliada. Es debido a esto que los medios de comunicación han inflado la figura de González Iñárritu como “gran director” y promocionado la película hasta el cansancio. Por obvias razones Luis Estrada y su reciente “El infierno” no corrieron con la misma suerte.

Al principio de este escrito mencioné que” Biutiful” es peligrosa. Exhibir una película sobre la miseria humana sin ningún sustento, crítica o cuestionamiento lo es. Puede crear la ilusión de que el mundo es simplemente así, sin razón aparente y sin remedio. Para observar la pobreza no hace falta más que abrir los ojos, lo verdaderamente útil es preguntar por sus causas, sus consecuencias y sentar las bases de una estrategia de cambio. Por fortuna, aún existen cineastas dispuestos a crear a partir de estas preguntas.

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