Por Pedro Paunero

Aquí no hablaremos de zombies, de asesinos con sierra o de exorcismos o extraterrestres, aquí recordaremos –y sugeriremos– verdaderas películas de brujas pero cuya factura alcanza, algunas veces, la categoría de obra de arte o por lo menos de curiosa artesanía y, las más, piezas de riguroso culto.  Son 13 cintas donde la Vieja Religión sostiene la trama, pero también donde las puertas del Otro Mundo están dispuestas a abrirse durante ciertas noches muy especiales.

Habrá alguna que escapa a la clasificación que quiera otorgársele –como la obra maestra de Franju–, pero que nos pone en contacto con ese otro lado que es la morada del terror, sobre todo. Son sólo 13 cabalísticamente (y se han dejado fuera varias, por supuesto, que merecerían figurar) pero son también 13 puertas que están ahí, para ser abiertas cuando el espectador quiera o se atreva.
 

La carreta fantasma (Körkarlen, Víctor Sjöström, 1921)

Uno de los cineastas admirados por Ingmar Bergman rueda casi en el Otro Mundo este cuento sobrenatural sobre la carreta de la muerte que recoge las almas de los condenados durante la Nochevieja en esta película que puso muy en alto la calidad del cine sueco ya desde sus orígenes silentes. Filmada a través de dobles exposiciones y flashbacks dentro de flashbacks y basada en una novela de la Premio Nóbel Selma Lagerlöf continúa siendo un hito en el cine de miedo a la vez que una película de arte y un poema visual.


La brujería a través del tiempo (Häxan, Benjamín Christensen, 1923)

Cinta que fluctúa entre el pionero documental y el cuento de terror incluye algunas escenas aún impactantes como el de una chica dando a luz a dos demonios, los instrumentos y torturas de la Inquisición, objetos y embrujos, brujas y víctimas. La película fue redescubierta por un nuevo público en los años sesenta cuando William S. Burroughs prestó su voz para narrarla en off durante pases nocturnos en oscuros cineclubes.

 

 

 

 

 


La bruja vampiro (Vampyr, Der Traum des Allan Gray, Carl Theodor Drayer, 1932)

Basada vagamente en el clásico lésbico-vampírico “Carmilla” de Joseph Sheridan LeFanu, innova la técnica narrativa y sumerge al espectador en un relato soñado dónde no cabe la lógica a través de bailes de sombras espectrales, desdoblamientos, ruidos extraños, visitantes nocturnos y vampiras. Incluye una secuencia mítica: la cámara se sitúa dentro de un ataúd, ofreciéndonos el punto de vista del cadáver mientras es trasladado al cementerio.

 


Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, Georges Franju, 1960)

El siniestro doctor Génessier hace experimentos clandestinos extirpando el rostro de jovencitas secuestradas para reemplazar el de su hija desfigurada en un accidente automovilístico del que se siente culpable. Su polifacético director sería uno de los fundadores de la Cinémathéque de París e incluye entre sus incursiones un clásico y revulsivo documental “La sangre de las bestias”, .rodado en blanco y negro sobre la matanza de animales en los rastros. “Los ojos sin rostro” es la película que inspiró a Pedro Almodóvar su “La piel que habito”. Una verdadera cinta de culto. Si se desea ver una cinta sin brujas ni fantasmas para Halloween, los fantasmas de este “Mad Doctor” son los adecuados.

 

 

 

 

 

 


 

La máscara del demonio (La maschera del demonio, Mario Bava, 1960)

La antepasada de una hermosa mujer (a la que se ha ejecutado por brujería clavándole la máscara del título) regresa para poseerla cuando un joven médico de paso por su aldea natal se enamora de ella. El maestro italiano Mario Bava rueda uno de sus clásicos baratos pero efectivos y nos recuerda por qué es el creador de varios géneros cinematográficos como el Giallo y el Slasher: la genialidad no necesita de grandes presupuestos para ser demostrada.

 

 

 

 

Incubus (Leslie Stevens, 1965)

William –Capitán Kirk-, Shatner antes de volverse una leyenda entre la legión de fans de Star Trek protagonizó está joya de culto hablada completamente en esperanto para volverla una cinta cuyo lenguaje enigmático fuera un paralelo con su trama oscura y sobrenatural: un pozo en una aldea lejana cuyas aguas tienen la cualidad de sanar y embellecer a quien las beba y alrededor del cual habita un súcubo cuyas pretensiones son corromper un alma pura para convertirse en la favorita de Satán. Una cinta que demuestra que el cine de arte también puede ser siniestro.

 

 

 

Valerie y su semana de maravillas (Valerie a týden divu, Jaromil Jires, 1970)

El despertar sexual de la bellísima Valerie le pone en contacto con un mundo poblado de comadrejas que toman forma humana, de vampiros, de fantasmas, en un hermoso, alucinante y onírico relato moravo dónde las mujeres casaderas más bellas y las adolescentes más hermosas sirven de marco a la aldea más preciosista y encantada. Ecos de esta cinta pueden encontrarse en la licántropa película de 1984 “Lobos: criaturas del diablo” (aka. En compañía de lobos”, “The Company of Wolves”) de Neil Jordan que también hunde sus raíces en el cuento de Caperucita Roja de Charles Perrault.

 

 


Sangre en la garra de Satán (The Blood on Satan´s Claw, Piers Haggard, 1971)

Mientras un labrador ara su campo encuentra los restos podridos de un ente no humano, poco después una garra demoníaca sustituye la mano de una chica y la marca peluda del diablo (el dios cornudo) señala a sus seguidores. Jovencísimas muchachas desnudas, aquelarres en los bosques, hechizos sexuales y una presencia más pánica que demoníaca impregnan esta cinta dónde el inquisidor resulta más detestable que la encantadora bruja adolescente que lidera el Coven (Linda Hayden, menor de edad y ofreciendo un controvertido desnudo frontal en su papel de Angel Blake). Su director, hombre de la televisión, hizo su mejor y destacado trabajo para la productora británica Tigon, una de las rivales de la legendaria casa Hammer con esta película dónde la Vieja Religión campea a sus anchas.

 

 

 

 

 

 


Vals de Mephisto (The Mephisto Waltz, Paul Wendkos, 1971)

La posesión o, mejor dicho, la transmigración de un alma a un cuerpo más joven es la base argumental de este cuento misterioso y elegante que toma su título de la pieza para piano de Franz Liszt y que interpreta su ingenuo y frustrado protagonista, un pianista venido a menos en una trama satanista dónde la bella Jacqueline Bisset aprende las artes negras en una inesperada venganza que tiene como resultado el cambio de cuerpo.

 


El hombre de mimbre (The Wicker Man, Robin Hardy, 1972)

Un policía cristiano es encargado de investigar la desaparición de una niña en Summerisle, gobernada por un sacerdote de tintes druídicos interpretado por el gran Christopher Lee quien al parecer y de acuerdo con su pueblo, la ha sacrificado en una ceremonia solsticial. Rituales paganos como el “palo de mayo”, hermosas brujas como iniciadoras sexuales, los orígenes para nada cristianos del carnaval y su encantadora música erótica y folklórica enmarcan este misterioso y envolvente relato de final impactante. Este influyente hombre de mimbre convertido en película de culto, contribuyó al “revival” del neopaganismo europeo con la quema de figuras de mimbre (ya sin víctimas sacrificiales) en las playas durante los festivales góticos de los últimos tiempos.

 

 

 

 

 

 


 

* Pedro Paunero (Tuxpan, Veracruz, 1973), es escritor de cuento y novela, performer y activista, ha sido publicado en Cuba, Argentina, España y Australia bajo el heterónimo Pé de J. Pauner en los géneros del erotismo, el cuento fantástico, de terror y la ciencia ficción. 

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.