* Tercera parte
Por Ulises Pérez Mancilla
La supremacía del CCC sobre el CUEC (al menos en cantidad) ha marcado este año de competencia en el que ha predominado una programación desigual en lo que respecta a los estándares de calidad y madurez de los realizadores (sobre todo con respecto a otros años), que hace pensar en un filtro más estricto, en un menor número de competidores o en un desdoblamiento de secciones, en las que habría que separar incluso tesis de cortos de primeros años en los que a veces el talento no está a discusión, pero sí la inmadurez propia de la edad y el incipiente aprendizaje. Cortos estudiantiles que compitan con otros cortos estudiantiles y no con trabajos de cineastas de trayectoria sería lo más justo, independientemente de la relatividad de sus presupuestos, aunque se corra el riesgo de relegar pequeñas y brillantes joyas que siempre las hay, pero son una mínima excepción.
PONKINA
Ponkina recuerda a esos personajes clásicos de Fantasías animadas que se hacían entrañables a razón de sus mini-aventuras y que luego saltaban con éxito al largometraje y a la fama absoluta, tanto por las características del personaje y la técnica de realización. Se trata de una niña fanática de los animales y su aventura con un gato callejero. Por trazo, Ponkina es una mezcla de Pucca y Dora a la mexicana. Beatriz Herrera debuta como directora-autora con este corto tras años y años de carrera en la animación.
CHIFLANDO EN LA LOMA
Una tesis de la Universidad Iberoamericana, que en esta edición del festival tiene mucha más participación que el CUEC. Simpática e inocente, la inquietud surge a raíz de que el director, Andrés Monterrubio, quiso ubicar su historia en Tangancícuaro, Michoacán. Lo importante aquí es que no se quedó con el pretexto de trasladarse a registrar una locación por lo hermosa que le había parecido, sino que elaboró una historia de amor adolescente e incorporó la geografía del lugar como un personaje más. No trabajó con actores, pero se tomó la molestia de organizar un taller de cine en el pueblo. Un corto que irradia luz, pese a su evidente nivel escolar.
DANZÓN No 2
Destacado cortometraje dirigido por Guillermo Ortiz. Se trata de otra tesis escolar de la Universidad Iberoamericana, de producción bastante honorable, que rinde homenaje a las trasnochadas de los años 40 en los salones de baile a través de una historia de pasión obsesiva entre un hombre y una mujer que se persiguen incansables. Silente, y contada bajo la batuta de la melodía que le da nombre al corto, Danzón No 2 es un saludable ejercicio de edición y de construcción de espacio-tiempo, aunque a ratos remita (por semejanza) a los comerciales de El palacio de Hierro.
EL VACÍO
Este cortometraje hace un profundo homenaje a su título. Abraham López Martínez, estudiante del CCC, traiciona su melodrama rural por un hilado de planos contemplativos que hablan muy bien de cómo saber poner la cámara, pero muy poco de querer profundizar una historia de rango potencial. “Ahí hay un cineasta, a diferencia de muchos otros”, escuché decir al finalizar la proyección, y es cierto, pero aun así se extraña ese viejo entusiasmo de los realizadores por contar una historia.
HACIA LA VIDA
Corto chicano protagonizado por Lupe Ontiveros, quien interpreta a una plañidera que recibe una lección de vida. El corto es un ejercicio que combina el melodrama religioso y el cine fantástico con tropezones. Fidel Arismendi ofrece un relato moralista y bien intencionado sobre el perdón, echando mano de los más evidentes clichés del cine latino hollywodense para llegar a buen término, pero sin gran relevancia.
EN LA CIUDAD (XOCO)
Una historia a la antigua. El corto es un emotivo homenaje al cine en la mejor tradición de Vidas errantes. Un casting afortunado de jóvenes casi adolescentes, con rostros fuertes, altamente significativos ante la cámara. Es la historia de un romance a punto de gestarse en medio del encuentro casual de una lata de 35mm y el robo de un proyector. Lo dirige Raúl Antonio Sanabria, del CCC.
GAZA
Insoportable. Producido por Mantarraya, todo el corto en sí es un homenaje ciego al Reygadas operaprimista de Japón. Lo dirige Irving Uribe (uno de los cortometrajistas más jóvenes de esta edición, por cierto) y al escucharlo hablar uno entiende su sobada admiración por el director de Batalla en el cielo, desde el discurso con que se presenta hasta el proceso de realización. Desafortunadamente (o afortunadamente, pues a final de cuentas encontró apoyo en la casa productora de su maestro), nadie le ha avisado que Reygadas ya hace cine serio al lado de Diego Luna y Gael.
Durante media hora, el director somete al público a ver caminar a un recolector de basura desde que inicia hasta que termina el día, acompañándolo a su lugar de trabajo: un basurero de Ecatepec. Lo terrible es que, en palabras del autor, el origen del corto fue querer retratar la realidad de un lugar que le queda de camino a su casa, con la gente de ahí mismo porque, dijo, “un actor no sabría jamás lo que es recoger la basura con las manos”. Ya después se le ocurrió ver qué contaba para justificar el performance audiovisual o lo que es lo mismo, la ocurrencia. Por lo visto, los cineastas jóvenes están peleados a muerte con la ficción. La pregunta incómoda seguirá siendo ¿Por qué no hacer un documental entonces?
FOTO DEL INICIO: Ponkina
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