Por Luy Mier

Eréndira Ikikunari o Eréndira La Indomable es una cinta fuera de lo
convencional en México, cuyo precedente más importante es Retorno a
Atlán, la película anterior de su mismo director, Roberto Mora Catlett.

Se trata de la historia épica de una mujer purépecha, Eréndira
justamente, quien en el siglo XVI es testigo de la invasión de los
conquistadores españoles, que buscan someter a lo pueblos indígenas,
imponer su religión y, sobre todo, apoderarse del oro y las riquezas.

El reino purépecha, bajo el mando de Tangoaxoan, se debate entre combatir o aliarse con los
europeos, a quienes algunos consideran deidades. El mismo rey reacciona temeroso y se rinde a los invasores, así como
Nanuma, prometido de Eréndira, a quien ella rechaza finalmente por su
cobardía. 

Pero otro grupo,
que lidera Timas, un noble guerrero, se rebela  y presenta
resistencia. Entre ellos, la misma Eréndira, que desea que la acepten
como guerrera. Pero los prejucios de su entorno lo impiden.

No obstante, tiene a su favor la simpatía de su tío Timas, quien la
consiente y la anima a buscar su camino. Eréndira, poco a poco, se gana
el respeto de los suyos y el amor secreto de Tishue, el hermano menor
del colérico Nanuma. Así, Eréndira, en un combate
contra los españoles, logra apoderarse de un caballo. Y esta hazaña la
convierte en un símbolo de la resistencia.

Mora Catlett se basó en una leyenda purépecha para confeccionar el
guión de esta historia, una leyenda que apareció en el camino del
cineasta cuando realizaba unos documentales sobre los murales de Juan
O’Gorman en Michoacán, en uno de los cuales figura esta mujer guerrera.

El director sustenta la narración, totalmente hablada en purépecha,
a partir de varios episodios que se concatenan y que permiten darle
forma a un relato de estructura trágica, una suerte de Juana De Arco
mexicana.

El personaje de Eréndira, que encarna Xochiquetazl Rodríguez,
resulta apasionante pues se trata de un espíritu subversivo y sensible,
que se enfrenta no sólo a los españoles para defender a su gente, sino
sobre todo a los prejuicios de su marido y su propio pueblo, lo que
torna en una tragedia clásica el desenlace.

La cinta transita por momentos excepcionales, de gran belleza y
poética, como la escena donde Eréndira logra montar el caballo, o bien
los enfrentamientos que tiene con su marido, Nanuma (Alberto
Rodríguez), con lo que logra sacar a flote la sencillez de recursos de
su producción.

Esto resulta un gran atributo del filme, pues con toda su
austeridad, hay momentos en que el director apuesta por su ingenio:
logra dar credibilidad a las escenas de batallas con unas decenas de
extras, en contraste con la grandilocuencia de Hollywood donde se
presentan millares de extras en escenas semejantes;o bien, da forma a
un campo de batalla lleno de cadáveres con base en ilustraciones
sembradas sobre el suelo.

Algunos de sus trucos resultan más afortunados que otros, pero
Catlett no se intimida y prueba formas para satisfacer las necesidades
del relato, con la valiosa ayuda de su fotógrafo Tony Kuhn, del
maquillista Julián Pizá y de la diseñadora de producción Gilda Navarro.

Hace unos meses, se desató una polémica porque, con el estreno de
Apocalypto, de Mel Gibson, Mora Catlett denunció que le habían copiado
ideas de sus filmes, en especial de Retorno a Aztlán, como el asunto
del maquillaje corporal, que le da una asombrosa personalidad a ese y a
Eréndira, La Indomable.

Finalmente, la película de Gibson, con estos elementos, plagiados o
no, tiene un tono distinto: es una película de acción; mientras que
Eréndira es un filme épico, de mayor belleza plástica y en el que se
percibe la profunda conexión que existe entre el realizador y la
Historia de los antiguos mexicanos.

Eréndira, es ejemplo de un cine indomable. Es también imperfecto,
pues algunos baches dramáticos impiden un flujo armonioso de principio
a fin. Es probable que para una buena parte del auditorio, esto sea
imperdonable, como el hecho de ofrecer una propuesta creativa
diametralmente opuesta al espectáculo de Hollywood.

Y esa es su mayor virtud.