Manuel Cruz
@cruzderivas
Durante la producción de “Pasolini”, alguien decidió que el protagonista es bilingüe. Quizás fue el director, Abel Ferrara, quizás el guión de Maurizio Braucci atravesó extrañas traducciones antes de filmarse, o un grupo de enfoque lo impuso para ganar más audiencia. El resultado es confuso, más aún cuando Willem Dafoe sabe italiano y está en Italia. Pero tras enfrentar a dos personajes en el lenguaje nacional, habla con el siguiente par en perfecto inglés. ¿Es una demostración cosmopolita? ¿Un mensaje doble? ¿Swag?
La lista de posibilidades es eterna, y también denota el problema más grande de “Pasolini”: una película que no se define a si misma. Más decepcionante aún es la sencillez de su premisa: el último día del controversial cineasta Pier Paolo Pasolini (Defoe) tras completar “Saló o los “120 Días de Sodoma”, cinta que le dio la muerte. A diferencia de varias películas biográficas que intentan narrar la vida entera de sus personajes con grupos de escenas, “Pasolini” escoge un momento específico que, -bien pensado- podría realizar un estudio del personaje, como lo han hecho “La Reina” (Stephen Frears), “Frost/Nixon” (Ron Howard) y recientemente, “El Código Enigma” (Morten Tyldum).
Pero Ferrara tiene una extraña obsesión con el espectáculo, o más bien, la apariencia del espectáculo. Y así, la cinta velozmente se transforma en una colección de montajes en cámara lenta y saltos temporales cuya única coherencia de estilo es una pieza de ópera, nunca conmovedora y particularmente molesta. Es imposible saber cuándo sucede lo visto en pantalla, por qué, y ciertamente es irrelevante si el protagonista nunca se da a conocer. ¿Quién es el Pasolini de Ferrara? Una versión extremadamente reducida de Willem Dafoe en la obra de Lars Von Trier, un sujeto extrañamente bilingüe que, con suerte, inspirará a algunos por investigar al verdadero cineasta italiano en vez de soportar una versión descuidada, pretenciosa y finalmente aburrida de su vida y obra.