Por Hugo lara Chávez
La eutanasia como solución justa y necesaria contra el sufrimiento, es la premisa de la comedia israelí “La fiesta de despedida”, filme de tonos agridulces con buena dosis de humor negro, escrita y dirigida eficazmente por el tándem compuesto por Tal Granit y Sharon Maymon, que estos días se exhibe en la Cineteca Nacional.
“La fiesta de despedida” es una película sólida y entretenida que ha sido saludada favorablemente por la crítica y el público (incluso obtuvo 14 nominaciones para los premios de la academia de cine israelí). Podría emparentarse por el tema con la mexicana “Club Eutanasia” (2005), dirigida por Agustín “Oso” Tapia, aunque ésta se situaba abiertamente en la farsa. En cambio, “La fiesta de despedida” se mantiene entre la comedia negra y la sentimental.
En un asilo de ancianos, el inventor Yehezkel (Ze’ev Revach) y su esposa Levana (Levana Finkelstein) intentan sobrellevar los últimos años de su vida de la mejor manera y buscan hacerlo más agradable también para sus compañeros. Así reciben la llamada de auxilio de Yana (Aliza Rosen), quien le pide ayuda para detener el sufrimiento de su esposo Max (Shmuel Wolf), amigo cercano de Yehezkel y quien agoniza de cáncer. Conmovido por ello, Yehezkel construye una máquina de eutanasia, que el propio paciente puede activar y así evitar el conflicto moral de un tercero. Aunque se supone que todo es un secreto, el éxito del aparato trasciende afuera del círculo cercano de Yehezkel y, sin imaginarlo, las llamadas de auxilio se multiplican a su puerta.
La película se basa en un guión bien estructurado, con personajes honestos y conmovedores. Con Yehezkel a la cabeza, se tejen a su alrededor varias relaciones que expresan la complejidad humana, llena de absurdos, contradicciones y de emociones variopintas. El guión y la realización tienen el acierto de balancear el humor con la tragedia, con tal consistencia que confieren indiscutible verosimilitud a sus personajes, a sus enredos y sus conflictos. Este grupo de personajes de la tercera edad logra desarrollarse de forma cercana y entrañable.
Hay un gran mérito del director en cuanto al desempeño actoral, empezando por el protagonista Ze’ev Revach, bien acompañado por el resto del reparto, que se mantiene de principio a fin en el tono y volumen adecuado. Esto denota que el grupo entendió el guión y su caudal a plenitud, para transmitir los asuntos sensibles que están detrás de los conflictos de sus personajes: el amor conyugal; la muerte; la solidaridad, la amistad, entre otros.
La dirección también se mantuvo atenta en los otros aspectos del filme (fotografía, dirección de arte, edición, música, etcétera), en los que no existen grandes artificios, pero sí mucho cuidado y concentración, pues cumplen a cabalidad con aquella noción de que “no se notan pero se sienten”.
“La fiesta de despedida” es un filme redondo, a pesar de sus dimensiones modestas en términos de producción. Así, una vez más se comprueba que no son necesarios grandes recursos al estilo Hollywood para alumbrar una pieza de cine conmovedora y profunda, y también se certifica que para las cinematografías limitadas, como la israelí y la mexicana, la piedra angular para su crecimiento son buenas historias y guiones, que idealmente deben florecer sobre la inteligencia y la sensibilidad, no por los caprichos del dinero.
“La fiesta de despedida”
(Mita Tova, Israel-Alemania, 2014, 95 mins.)
Director: Tal Granit y Sharon Maymon. Guión: Tal Granit y Sharon Maymon. F en C.: Tobias Hochstein. Música: Avi Belleli. Edición: Einat Glaser Zarhin. Con: Ze’ev Revach (Yehezkel), Levana Finkelshtein (Levana), Aliza Rosen (Yana), Ilan Dar (doctor Daniel), Rafi Tabor (Raffi). Productor: Thanassis Karathanos, Karl Baumgartner, Mosche Edri y Lron Edri. Distribuidora: Zima Entertainment. Clasificación: B-15.