Por Javier Tapia Sierra.

El humor negro es un tipo de humor complicado de hacer. Tiene que ser lo suficientemente inteligente para hacerte reír con situaciones escabrosas que en otro contexto generan lastima, piedad u horror sin caer en el chiste fácil. Algunos cineastas como los hermanos Cohen, han logrado emplear el humor negro en sus películas con una fina sapiencia para generar obras maestras como “Fargo” (1996)  o “El gran Lebowski” (1998). En el cine mexicano, tan saturado de comedias románticas, los esfuerzos para poner en pantalla situaciones con humor negro son escasos y sus sorpresivos resultados no siempre salen bien parados. A pesar de —o más bien gracias a esto— el realizador Miguel Nuñez, logra con su ópera prima “Levantamuertos”  un filme divertido, original y torcido.

En “Levantamuertos” la historia nos lleva a Mexicali, Baja California, en una de las peores olas de calor que la ciudad haya visto, provocando muertes debido a las intensas temperaturas. Iván Castro (Daniel Galo) es un joven que trabaja en el Servicio Médico Forense levantando cadáveres que se encuentra harto de la rutina, deprimido por la muerte de su hermano y abrumado por su ambiente de trabajo. En medio de este panorama conoce a Rosa (Sofía Félix) una osada chica con la que experimenta un intenso romance que deja consecuencias gravemente divertidas en la vida de Iván. En medio de este relajo aparece una figura inesperada en forma de un cerdo llamado Homie, con el cual Iván entabla algo que no puede con los seres humanos: una amistad duradera.

La trama en manos de alguien más hubiera perdido la picardía y en su lugar la habría dotado de tensas meditaciones sobre la vida en la frontera o se habría convertido en un drama de baja calidad tirándole a imitar a las telenovelas. En manos de Nuñez, la trama que es la materia prima se va puliendo y casi logra adquirir la forma de un diamante, dotando a la película de un auténtico sentimiento norteño y fronterizo sin caer en clichés o formulas probadas hasta el cansancio.

Daniel Galo brinda un ameno trabajo actoral que dota de naturalidad a un personaje bien pensado y estructurado, tan intensamente humano que logra sacar un brillito de esperanza en medio de la desolación. No se puede decir lo mismo de Sofía Félix, quien a pesar de su esfuerzo y repentinas muestras de chispa, luce algo acartonada. Lo normal para una actriz novata que en ésta película muestra más corazón que confianza.

En el apartado técnico sobresale el trabajo del fotógrafo Evan Phan, que logra plasmar el ambiente caluroso de Mexicali alejándose de las toscas y muchas veces inertes imágenes que inundan filmes que hablan sobre el norte del país. Nuñez, a pesar de ser un director novel logra exprimir al máximo la historia que se encuentra basada en “Amor otro” de Ángel Norzagaray, lográndole sembrar las semillas de lo que parece ser un estilo que espera madurar con cada nueva producción que elabore. A pesar de este logro no se puede evitar sentir que el nudo narrativo de la historia no terminar por finalizar del todo, dejando inconcluso el desarrollo emocional del espectador.

La propuesta del cineasta es arriesgada y no exenta de problemas; sin embargo logra salir avante gracias al profundo respeto que muestra hacia la complicada vida de los habitantes de Mexicali. Cosa irónica que una comedia negra respete más a una ciudad que aquellas cintas que en teoría, intentan acercar al espectador de forma cruda o dramática a ese espacio lleno de historias y con una fuerte y compleja identidad conocido como la frontera.