Por Hugo Lara
Hay que saludar a “Parásitos” (Gisaengchung, 2019) como una de las grandes películas de 2019. Esta producción coreana dirigida por Bong Joon-ho sorprende por su ingenioso guión y su impecable realización, que mezclan géneros y nos pasea por la comedia negra, el thriller y el terror, así como por el cine de carga social. Bong Joon-ho se confirma como uno de los más destacados cineastas de todo el orbe, lo que lo hizo merecedor de la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes y recientemente del Globo de Oro, del Critics Choice Awards y de la nominación al Oscar como mejor película internacional.
La historia se centra en una familia proletaria, unos parias que viven hacinados en el sótano de un barrio proletario de Seúl. Literalmente están en el hoyo y sobreviven armando cajas para pizzas. En la escala social se encuentran hasta abajo, aunque su instinto de supervivencia los empuja a ingeniárselas para ganar dinero. La familia está formada por el padre, Ki Taek y su esposa Chung-sook, así como sus dos jóvenes hijos, Ki-jung y Ki-woo. Su suerte cambia cuando Ki-Woo consigue emplearse, mediante engaños, para una familia rica. Esa puerta le abre el acceso a cada uno de los miembros de su clan, quienes con artimañas se van colocando al servicio de los ricos, como garrapatas que se adhieren a sus víctimas. Pero a la mitad del metraje las acciones toman un giro insospechado.
Joon-ho muestra una capacidad creativa en esta historia que plantea el choque de clases entre una familia rica y una familia de parias a los que emplea. El filme va dando sorprendentes giros de tuercas hasta un desenlace trepidante y angustiante.
Desde sus películas anteriores, el director-guionista Bong Joon-ho ha dejado evidencia de su aguda creatividad, con historias que escapan de los convencionaalismos y lo previsible, a veces con un componente fantástico pero siempre con una preocupación por las contradicciones del tejido social, como en “Mother” (2009), “Snowpiercer” (2013) y “Okja” (2017).
En “Parásitos”, Joon-ho elabora un rompecabezas con un puñado de personajes que construye con mano firme. Si bien los protagonistas son esa familia de oportunistas arribistas, siempre observa con interés antropológico la manera en que urden y llevan a cabo su plan que les permita alcanzar una vida más decorosa, ciertamente con trampas, pero también con trabajo, aunque sea fraudulento su método.
Por el otro lado, sus patrones resultan ser otra especie de parásitos, una familia burguesa que tiene en contra suya la ociocidad y la indolencia; su desprecio por los pobres o, especialmente, por el olor de los pobres; su visión estrecha del mundo y de la propia mansión donde viven. En realidad, unos y otros tienen algo de patéticos y algo de grotescos, lo que los convierte en personajes reales, de carne y hueso dentro de su desesperación y su ceguera. Y el realizador —con morbo, placer y violencia—, se encarga de mostrarlos plenamente, escudriña en su intimidad y en los momentos en que creen que nadie los espía, o hace evidentes en sus pequeños gestos que revelan su mezquindad e hipocresía.
“Parásitos” es una gran película moderna, una de las grandes obras del cine del siglo XXI. Una lección para Hollywood donde se demuestra que el cine de otras latitudes, con temáticas y formas arriesgadas, es capaz de ser exitoso en la taquilla global, donde ha recaudado hasta los primeros días de enero más de 130 millones de dólares en todo el mundo. Todo un logro para un filme hecho con 13 millones de dólares, un presupuesto modesto para el estándar hollywoodense, abotagado y empachado por las rutinarias películas de superhéroes, remakes o spin-offs sin valor creativo.
“Parásitos” también propicia una reflexión para el cine mexicano. Su historia bien podría imaginarse en la realidad nuestra o latinoamericana, donde existe una gran brecha entre clases sociales. Sus personajes podrían tener afinidad con la idioscincrasia regional. Es una muestra de que un guión original aunque sea arriesgado, puede tener un alcance global si está bien trabajado, si hay una realización cuidada en todos sus aspectos, y si se cuenta con el presupuesto correcto para tener un alcance mundial. En México, el promedio de los presupuestos de películas indistriales es del orden de 1.5 millón de dólares. ¿Esto es suficiente para pensar en que nuestras películas puedan triunfar o, al menos, competir en el mercado mundial? Es cierto que se necesita mucho talento también pero esto es algo que sí tenemos, pues hay películas mexicanas que han triunfado en festivales internacionales con presupuestos así e incluso menores. Pero no son golondrinas que han hecho veranos. Las condiciones de la industria son desfavorables para los productores, porque las ganancias que se pueden generar quedan mayoritariamente en manos de distribuidores y exhibidores. Esto también desalienta a la creatividad.
Director: Bong Joon-ho. Guión: Bong Joon-ho y Han Jin-won. F en C.: Hong Kyeong-pyo. Música: Jung Jae-il. Edición: Yang Jin-mo. Con: Song Kang-ho (Ki-taek Kim), Lee Sun-kyun (Dong-ik Park), Cho Yeo-jeong (Yeon-kyo Park), Choi Woo-shik (Ki-woo Kim), Park So-dam (Ki-jung Kim), Lee Jung-eun (Moon-gwang), Jang Hye-jin (Chung-sook Kim).. Productor: Bong Joon-ho, Kwak Sin-ae, Moon Yang-kwon, Jang Yeong-hwan. Distribuidora: Cinépolis. Clasificación: C.