Foto: “La diosa del asfalto”, de Julián Hernández.

 

Por Miguel Ravelo

El último día de exhibición de los largometrajes de ficción en competencia dentro de la edición número XVIII del Festival Internacional de Cine de Morelia, reunió varios nombres conocidos y que han estado presentes en ediciones anteriores del certamen. Este día, sin embargo, se caracterizó por presentar algunos de los trabajos más dispares entre las nueve películas participantes. Como en anteriores ocasiones, nos detendremos brevemente para revisar cada una de ellas, para así dar fin a la cobertura especial de esta peculiar, pero exitosa, edición del Festival.

7. “Todo lo invisible”, de Mariana Chenillo.

Mariana Chenillo es una talentosa cineasta que ha sabido equilibrar la visión autoral con los temas atractivos para el gran público. Sin ir más lejos, su cinta “Cinco días sin Nora” (2008) obtuvo el Premio del Público en la sexta edición del Festival de Cine de Morelia, y su posterior largometraje, “Paraíso (2013), fue exhibido en la onceava edición del Festival, obteniendo reacciones favorables que reconocían su historia entrañable, bien llevada por una dirección sensible y con buen tono para la comedia. Con “Todo lo invisible”, Chenillo presenta, una vez más cobijada por el festival michoacano, su más reciente propuesta.

Camino a dejar a sus dos pequeñas hijas a la escuela, Jonás (Ari Brickman), sufre un accidente de tránsito que en principio no tiene mayores consecuencias. Tanto él como las niñas se encuentran bien, pero al momento de orillarse para arreglar el altercado, la bolsa de aire del volante explota, dejándolo inconsciente y descubriendo, al despertar, que ha quedado ciego. Por supuesto, el hecho cambiará por completo la vida de la familia de Jonás, en especial la relación con su esposa Amanda (Bárbara Mori). Al enredo entra Saúl (José María de Tavira), abogado amigo de Jonás que decide representarlo contra la empresa automotriz y que en el pasado mantuvo una relación con Amanda, asunto que todavía consigue incomodarla.

El guion, escrito por Chenillo y Brickman, resulta poco eficaz en generar un interés por el protagonista y su problemática. Es difícil encontrar en Jonás un personaje atractivo o que invite a la comprensión por la difícil situación que está atravesando. No le ayuda tampoco la interpretación de Brickman, quien no encuentra el tono necesario para provocar entendimiento a partir de sus constantes rabietas y reacciones infantiles hacia su familia. En cuanto al resto de los protagónicos, Mori y de Tavira funcionan y consiguen dotar de cierto interés a personajes que el guion no termina de redondear.

La historia también es difícil de rescatar. El guion constantemente propone subtramas que más que ayudar a construir una problemática o generar empatía hacia los personajes, terminan por estorbar. La relación entre Jonás, su padre y la joven amante de éste pudo ser atractiva y compleja, pero el tono excesivamente melodramático que se le da a esta trama paralela -como a las muchas que van apareciendo arbitrariamente en la película- termina por provocar desinterés. “Todo lo invisible” se inclina más hacia la búsqueda de sentimentalismos cómodos que a desarrollar una atractiva historia como las que Chenillo nos había presentado previamente. No ayuda tampoco la intrusiva banda sonora, autoría del propio Brickman, que termina siendo un distractor importante. Es una pena no poder reconocer en “Todo lo invisible” la visión eficaz y entrañable que su realizadora nos había presentado en sus anteriores trabajos.


8. “Amalgama”, de Carlos Cuarón.

Ya sea como director y guionista (“Besos de azúcar”, 2013) o productor (“Desierto”, 2015, de Jonás Cuarón), Carlos Cuarón es una presencia habitual en las ediciones del Festival de Cine de Morelia. Este 2020, luego de 7 años de su último largometraje como realizador presentado en el Festival, llega “Amalgama”, una comedia con algunas pinceladas dramáticas que resulta curioso encontrar participando dentro de la selección oficial del Festival.

Carlos Cuarón ha probado ser un eficaz director de comedia. Con “Rudo y Cursi”, de 2008, mostró su buena mano al dirigir a Diego Luna, Gael García Bernal y Guillermo Francella en una de las más frescas y divertidas comedias nacionales exhibidas ese año. Más tarde, con “Besos de azúcar”, el realizador optó por un drama citadino que no resultó tan favorable como la comedia antes mencionada. Con “Amalgama”, Cuarón regresa al género que le ha dado mejores resultados, presentándonos la historia de cuatro personajes en un fin de semana peculiar: Elena (Stephanie Cayo), Hugo (Miguel Rodarte), Saúl (Tony Dalton) y Chema (Manolo Cardona). El punto de encuentro entre estos cuatro disímiles personajes es la odontología: un congreso en unas playas paradisiacas los hizo coincidir, para posteriormente escaparse a una isla cercana buscando vivir un fin de semana de diversión y excesos, olvidando a sus familias y obligaciones.

El escape, por supuesto, resultará todo menos divertido para el cuarteto protagónico. Mientras Hugo y Saúl intentan conquistar a Elena, Chema tiene una crisis con su pareja, quien no deja de buscarlo y recriminarle errores del pasado. Hugo y Saúl no se quedan atrás: amigos desde hace años, ambos han desarrollado sus carreras en constante competencia con el otro, y al verse atrapados en la isla se darán cuenta que los dos tienen secretos guardados que afectarán severamente la relación de amistad con su colega.

Cuarón ha demostrado que su trabajo como guionista es el punto más sólido dentro de su trayectoria: “Sólo con tu pareja”, de Alfonso Cuarón; “¿Quién diablos es Juliette?”, de Carlos Marcovich, o la fundamental “Y tu mamá también”, igualmente dirigida por su hermano Alfonso, son muestra de una visión aguda escribiendo comedia no exenta de crítica, además del desarrollo de atractivos y entrañables personajes. Sin embargo, “Amalgama”, sin ser del todo fallida, palidece ante los ejemplos antes mencionados. Encerrar a personajes en una habitación mientras antiguas discordias comienzan a ver la luz siempre será un ejercicio atractivo tanto para un guionista como para un director, quienes deberán aprovechar las limitantes espaciales para contar su historia de la forma más dinámica posible, generando la tensión ofrecida por el espacio reducido. 

“Amalgama” cuenta con buenos momentos de comedia y los personajes consiguen entretener, sin bien pecan de ser poco o nada complejos. Esto no se debe a la superficialidad propia de cada personaje, sino que el guion decide no profundizar en sus problemáticas tal vez para no perder el tono de comedia que la película busca durante todo su metraje. Los actores resuelven el compromiso de manera solvente y transmiten lo absurdo de los comportamientos infantiles de los personajes, pero a la nueva propuesta de Cuarón le hizo falta la agudeza de, por ejemplo, “Perfectos desconocidos”, de Álex de la Iglesia: otra comedia con personajes confinados en una sola habitación que no solamente es divertida y tremendamente inquietante, sino que propone temas de un filo notable que “Amalgama”, aunque intenta acercarse a ellos, no termina por alcanzar.

En la más reciente propuesta de Carlos Cuarón puede encontrarse una opción que si bien llega a ser divertida y proveer un rato ligero e inofensivo, también es una película que propone poco y arriesga menos. No resulta sencillo encontrar una razón de peso para descubrirla participando dentro de la terna más importante de un festival como el de Morelia.


9. “La diosa del asfalto”, de Julián Hernández.

Julián Hernández es un director que ha sabido construir, desde “Por encima del abismo de la desesperación” (cortometraje realizado en 1996), y posteriormente, con su efectivo primer largometraje, “Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor” (2003), un cine profundamente personal con el que ha conseguido afianzar una particular visión del mundo y las relaciones humanas, consolidando una carrera que alcanzó, en 2018, uno de sus momentos cumbre con “Rencor tatuado”, su penúltima propuesta.

Hernández no es ningún extraño dentro del Festival de Cine de Morelia. “La diosa del asfalto”, la película con la que participó en la competencia de Largometraje Mexicano en la recién finalizada edición, supone, entre cortos y largometrajes, el quinceavo trabajo presentado por el realizador en el certamen michoacano.  

Con “La diosa del asfalto”, Hernández nos lleva a uno de los barrios más peligrosos del pueblo de Santa Fe, dentro de la Ciudad de México. A partir del regreso de Max (Ximena Romo) al barrio en el que creció, se reanimarán asuntos enterrados que la joven dejó con su pandilla, especialmente con Ramira (Mabel Cadena), una joven profundamente afectada por el entorno en el que ha crecido y que representa el punto de choque y agresión dentro del grupo. La cinta inicia sugiriendo un hecho definitivo en la vida de las jóvenes que las obligó a escapar, con la promesa de un pronto reencuentro. Max no cumplió dicha promesa y ahora, al volver como la estrella de rock de una banda local, sus antiguas compañeras buscarán saldar las cuentas que quedaron pendientes con la líder de la pandilla.

A manera de flashback y partiendo del guion de Inés Morales y Susana Quiroz, Hernández explora los ires y venires de este grupo de chicas intentando sobrevivir en un entorno violento, machista, misógino y feminicida. El retrato que hace el director de los basureros de Santa Fe y las personas que vivían ahí en los años ochenta es trágico y desolador, especialmente al verlo enfrentado a la vida de las jóvenes protagonistas. Tanto ellas como cientos de otras mujeres crecieron en un ambiente que las obligó a salir adelante recurriendo a la violencia y a la criminalidad. Temiendo por sus vidas y su integridad en cada hombre habitante del barrio, inclusive dentro de sus propias familias. Tanto en este aspecto como en la ambientación, la cinta propone una dura crítica a la forma en que la juventud mexicana, aún hoy, se ve obligada a crecer, y con suerte, alcanzar la vida adulta sin morir en el camino.

Es en el desarrollo y la dirección en donde “La diosa del asfalto” presenta algunos altibajos, mostrando situaciones en las que por momentos es difícil encontrar verosimilitud a la forma en la que la historia va desenvolviéndose. En casos como este se extraña un desarrollo más tradicional de la historia, ya no a modo de flashback, sino con una narrativa lineal que habría dotado de fuerza a su conclusión. No ayuda tampoco que varias de las jóvenes protagonistas, sólidas actrices que han demostrado ser capaces de sacar adelante compromisos importantes (el trabajo de Ximena Romo, por ejemplo, es uno de los mejores elementos en “Esto no es Berlín”, de Hari Sama), se vean superadas por la situación de vida de sus personajes. Tal vez por tratarse de rostros conocidos, por momentos resulta difícil verlas en personajes con situaciones de vida tan extremas como las que propone la película.

“La diosa del asfalto” tal vez no sea una de las propuestas más consistentes de esta edición del Festival, pero es un trabajo que continúa formando, y sobre todo, permitiendo el desarrollo de un realizador prolífico que aún guarda bajo la manga proyectos de importancia que esperamos descubrir en futuras ediciones del Festival.