Por Arturo Garmendia

Vacaciones

La Semana Santa de 1925, Buñuel marcha a París, a inscribirse como estudiante en la Academia Cinematográfica, mientras que  Salvador Dalí invita a su amigo García Lorca a pasar los días de asueto en la casa que su padre tiene en la playa, en el puerto de Cadaqués. El joven poeta es recibido en su hogar con cortesía por el notario Dalí Cusi y su hija, Ana María.

Ahí, el pintor y el poeta conviven estrechamente y profundizan su amistad.  Entre viajes a la playa, excursiones a los pueblos cercanos y reuniones literarias y musicales con los intelectuales y notables del lugar García Lorca cosecha expresiones de admiración por su libro “Romancero Gitano”, que acaba de publicar. Lo mismo sucede con “Mariana Pineda”, drama que por entonces Lorca escribe, sobre  la granadina de 26 años que en el siglo XIX fue condenada a muerte por habérsele encontrado, en su casa, una bandera con las palabras Libertad, Igualdad y Ley.

Ortega y Gasset había publicado “La deshumanización del artes”, ensayo que planteaba la división entre un arte viejo -propio del romanticismo, de carácter humano, que iba del dolor a la alegría y, en consecuencia lo acercaba más a los sentimientos del pueblo-; y un arte joven, de preocupaciones más estéticas y artísticas, alejado de realismos, y por tanto más bien elitista,  “deshumanizado”.

Izquierda: fotomontaje de Lorca y Dalí abrazados en bañador. La imagen pertenece a la serie “Fauxtographies” creada por el artista visual David Trullo. La imagen real (derecha) retrata a Dalí junto a Gala y dio pie a un cuadro del artista titulado “Retrato de Gala con dos costillas de cordero en equilibrio sobre su hombro” (abajo).


 

En la Revista de Occidente, donde había aparecido en varias entregas el ensayo de Ortega y Gasset, el poeta Federico García Lorca había abordado de alguna manera el tema, publicando una obra didáctica, dedicada su amigo el pintor, “Oda a Salvador Dalí”. A su vez Dalí dio a conocer el artículo “Sant Sebastia”. En este conjunto de textos podremos encontrar las llaves que nos ayudarán a conocer mejor las simpatías y diferencias entre ambos artistas.

Tanto la poesía como el teatro de García Lorca se ajustaban a los parámetros clásicos, mientras que Dalí, si bien tenía una  formación académica, se esforzaba por entroncar con las corrientes de vanguardia en boga. Hay que recordar que en ese momento el éxito plástico por excelencia se llamaban Pablo Picasso. George Braque, Cezanne, Mondrian, Gris et al.

Ambos artistas manejaron con parquedad su disenso y trataron de tomar lo mejor el uno del otro. En su “Oda” Lorca expresa.

                                   ¡Oh, Salvador Dalí, de voz aceitunada!
No elogio tu imperfecto pincel adolescente
ni tu color que ronda la color de tu tiempo,
pero alabo tus ansias de eterno limitado.
Alma higiénica, vives sobre mármoles nuevos.
Huyes la oscura selva de formas increíbles.
Tu fantasía llega donde llegan tus manos,
y gozas el soneto del mar en tu ventana.
El pez en la pecera y el pájaro en la jaula.
No quieres inventarlos en el mar o en el viento.
Estilizas o copias después de haber mirado,
con honestas pupilas sus cuerpecillos ágiles.

Canto el ansia de estatua que persigues sin tregua,
el miedo a la emoción que te aguarda en la calle.
Pero ante todo canto un común pensamiento
que nos une en las horas oscuras y doradas.
No es el Arte la luz que nos ciega los ojos.
Es primero el amor, la amistad o la esgrima.
Es primero que el cuadro que paciente dibujas […]
nuestra amistad pintada como un juego de oca.


Lorca mide sus distancias y deja claro que el afán cubista de Dalí aquellos años no era lo suyo, pero lo respetaba por encima de “su imperfecto pincel adolescente”, pensando que su asepsia artística  se debía “al miedo a la emoción que te aguarda en la calle” Al leer esos versos nos preguntamos ¿esa frialdad de estatua que le atribuye Lorca es producto del miedo a la pasión que se le ofrece en la playa? Asunto que no se evidencia más que en una línea: “No es el Arte la luz que nos ciega  los ojos / es primero el Amor…”

En cuanto al texo de Dalí, que originalmente se titulaba “San Sebastián”, para luego llamarse “Santa Objetividad”, hay  que recordar que  en sus correrías por los alrededores de Cadaqués, los amigos visitan una ermita dedicada al santo, aquel mártir que siendo militar en el imperio romano profesaba en secreto el cristianismo,  y que al ser conminado por el emperador Maximiano a elegir entre ambas opciones optó por su fe y fue condenado a morir, desnudo y atado a una columna, asaetado por las flechas de sus compañeros. De tiempo atrás el mártir venía siendo venerado como patrón de los homosexuales y nuestros protagonistas lo asumieron como símbolo de su credo artístico. Como señala el erudito Miquel Visa en su ensayo sobre la relación Lorca – Dalí [1] “…la mención a San Sebastián esconde un lenguaje simbólico relativo a la amistad entre ambos. Este simbolismo va definiéndose a lo largo de diversas  conversaciones y cartas, hasta llegar al artículo de Dalí y a una  misiva de Lorca, donde los dos autores exponen respectivamente su interpretación de dicha clave. En términos generales, podríamos resumir que Lorca se identifica con la belleza y la elegancia que expresa el saber morir del santo, entregado a sus torturadores, mientras que Dalí descubre el dolor del martirio. “

Pero las vacaciones debían acabar y Lorca regresó  Madrid. Sus amigos notaron que algo había cambiado: estaba más triste que nunca, sin poderse adivinar la causa. A uno de ellos le confesó, mediante una carta, la depresión que lo agobiaba, sin agregar los motivos. ¿Sería que se había dado cuenta de la atracción que sentía por Dalí, así como de que una relación con él sería imposible

El año siguiente, 1926, Lorca desespera por volver a ver a su amigo, y le escribe proponiéndole que se encuentren en Granada. La respuesta es parca, pero descorazonadora. Dalí responde:

“¿Venir a Granada? No te quiero engañar, no puedo; por Navidad pienso hacer mi exposición en Barcelona, que será algo gordo; hijo, tengo que trabajar esos meses como ahora, todo el santo día, sin pensar en Nada Más […] Adiós, te quiero mucho, algún día volveremos a vernos, ¿qué bien lo pasaremos! Escribe. Adiós, adiós. Me voy a mis cuadros de mi corazón.”


Amor por correspondencia

Con excepción de 1926, año en que, convocados por Luis Buñuel, pintor y poeta coincidieron en Madrid por unos cuantos días, no volvieron a estar juntos sino hasta el año siguiente. Mientras tanto, Dalí y Lorca  sostuvieron un intenso epistolario, mediante el cual discutían cuestiones estéticas, proyectos personales y aludían, a veces no tan discretamente, a sentimientos íntimos; por ejemplo, Dalí sugiere:

“Eres una tormenta cristiana y necesitas algo de mi paganismo […] Iré a buscarte y te daré una medicina junto al mar. Será invierno y encenderemos un fuego L…]  Recordarás que eres un inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratos… “

A su vez, el poeta respondía:

“Yo te recuerdo siempre. Te recuerdo demasiado. Me parece que tengo una cálida moneda de oro en la mano y no la puedo soltar. Pero tampoco quiero soltarla, hijito. Tengo que pensar que eres feísimo para quererte más”.

El periodista Víctor Fernández ha recopilado esta correspondencia en el libro Querido Salvador, querido Lorquito,[2] apodo que el pintor le adjudicó al poeta. Ahí apunta que: “Durante cinco años, desde 1923 hasta 1928, los mundos artísticos de Dalí y de Federico se compenetraron hasta tal punto que Mario Hernández ha hablado de un período daliniano en la obra del poeta, y Santos Torroella, de una época lorquiana en la del pintor.”.

Detrás de todo esto, dice el periodista, está la sombra de un impulso homosexual. La correspondencia es “un juego de seducción: Lorca está dando lo mejor de sí mismo, usando sus palabras para intentar ganarse a Dalí, que a su vez quiere estar al mismo nivel intelectual que el poeta. Uno trata de atrapar al artista en su telaraña, el otro deja que pase, hasta cierto punto”, dice Fernández. El pintor surrealista sabía que era atractivo para el poeta y jugó repetidamente con referencias sexuales para mantenerlo interesado, pero sin ceder en el plano físico.

Dalí  y García Lorca
 

Después de todo, no son tantos intercambios. Se han conservado unas 40 cartas de Dalí a Lorca, pero sólo se conservan siete de Lorca a Dalí. Fernández tiene una explicación para esto: “cerchez la femme”. O en este caso, dos mujeres. “Una es Ana María, que vendió gran parte del material de archivo de su hermano después de la Guerra Civil a coleccionistas privados; la otra es Gala [esposa y musa de Dalí], que destrozó muchas otras por celos. Más tarde se supo que Lorca era un tema desagradable en la casa de Dalí cuando Gala estaba presente; y los papeles del pintor incluyen cartas de Lorca que han sido cortadas con tijeras.

En una  entrevista con Max Aub, el pintor reveló que durante la segunda estancia de Lorca en Cadaqués, en 1927, la situación tuvo que hacer crisis. Dalí consintió en tener relaciones sexuales a condición de que, previamente, Lorca le mostrara el acto  realizándolo con una mujer, manteniéndose él mismo como voyeur. Sin embargo, el sacrificio de García Lorca fue inútil porque Dalí siguió resistiendo. También Lorca siguió persistiendo en su afecto, pese a rechazos  postales como el siguiente:

“Federiquito, en el libro tuyo (‘Romancero gitano’) te he visto a ti, la bestiecita que eres, bestiecita erótica, con tu sexo y tus pequeños ojos de tu cuerpo y tu dedo gordo en estrecha correspondencia con tu pito […] Tu poesía se mueve dentro de la ilustración de los lugares comunes más estereotipados y más conformistas”…

¿Amigos por siempre?

Dalí era muy crítico con la obra de Lorca, y éste temía sus juicios literarios, en especial sobre “Romancero gitano”, obra que llevó al artista a la fama pero que le creó una imagen de gitanismo que él rechazaba. Los gitanos no eran más que un tema y no una vocación, pero Dalí rechazó el poemario y lo tachó de “putrefacto”.

Algunos estudiosos han querido ver en el menosprecio de la obra de Lorca por Dalí el inicio del final de su relación. Más no hubo tal ruptura, sino un distanciamiento, toda vez que si bien dejaron de verse por un tiempo, su correspondencia no se interrumpió; e incluso hubo un reencuentro en el año de  1927, cuando el poeta nuevamente fue invitado a veranear en la casa de playa del pintor.

Dibujo de García Lorca titulado “El beso”, donde su efigie se confunde con la de un Dalí, en ese momento con un corte de pelo sumario, pues acababa de hacer su servicio militar.
 

“La ‘Oda a Salvador Dalí’ es el mejor testimonio de los sentimientos que el pintor inspiraba en el poeta en aquellas fechas. A su vez la obra caló profundamente en el pintor y volvería a ella en repetidas ocasiones. De hecho, la obra es una manifestación clara de una amistad profunda, pero también de una fuerte rivalidad, pues ambos artistas representaban modos muy distintos de ver la realidad. Dalí se obstinaba en una representación en la que primaba la simetría, la claridad, la precisión, la objetividad, la ausencia de sentimentalismo. La sensibilidad de  Lorca era dionisíaca y apasionada, mientras que la de Dalí, apolínea. Lorca admira la estética de su amigo pero entre ambos hay profundas diferencias.  Dalí rehuía el entusiasmo, las emociones, la pasión. Esa defensa de lo que llamó la “Santa Objetividad” es lo que Lorca llamó un “alma higiénica” y le insinúa que no tenga miedo de perder el control y que se atreva a entrar en peligrosos territorios donde las emociones y los sentimientos son también poderosos  estímulos creativos.” [3]

El caso es que entre ambos artistas había una fuerte identificación pero también claras contradicciones. Por eso Dalí veía en Lorca a un tentador maligno que tendía “la sombra de Maldoror sobre mi vida”, según escribe en sus memorias, tituladas Vida secreta de Salvador Dalí.

En suma después de la “Oda a Salvador Dalí”,  Lorca no haría nada así por nadie más; y  Dalí, por su parte, habría reflejado al granadino en las pinturas “La academia neocubista” y en “La miel es más dulce que la sangre”. Como obra en común quedaría la pieza teatral “Mariana Pineda”, de Lorca. con escenografía del pintor.

Fueron tres años de intensa relación vital, a veces directa y si no por carta. Las obras de ambos están llenas de referencias al otro y ejercían mutuamente una extraordinaria fascinación. Dalí se sentía halagado por el amor de Lorca, pero no accedió a sus deseos, lo que Lorca respetó profundamente. Buñuel, el tercero del trío de amigos, veía esta amistad con gran desagrado. Llegó a escribirle a un amigo común, Pepín Bello:

“Recibí una carta asquerosa de Federico y su acólito Dalí. Lo tiene esclavizado. Dalí me escribe cartas asquerosas. Es un asqueroso. Y Federico dos asquerosos.

Buñuel y Dalí en Cadaqués.


NOTAS

[1] Miquel Visa. Las claves de San Sebastián. Universitat de Lleida ( España ), en 2006

[2] Querido Salvador, querido Lorquito. Epistolario 1925 – 1936.. Elba Editorial, España, 2013.

[3] Carlos Geli. Dalí y Lorca Cartas de seducción. El País, Barcelona,17 de junio de 2013. Velishttps://elpais.com/cultura/2013/06/17/actualidad/1371498538_661276.html


 

Por Arturo Garmendia

Arturo Garmendia se inició como crítico cinematográfico en 1967. Es pues uno de los decanos del ramo, pero además es cineasta y escritor. Sus tres cortometrajes (Horizonte, Chiapas, Junio 10, testimonio y reflexiones y Vendedore ambulantes) fueron incluidos en el coloquio Descongelar la revolución, organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, en 2021 y pueden verse en la plataforma You tube con el link  https://www.esteticas.unam.mx/coloquio-descongelar-la-revolucion Además es autor, entre otros libros, de las colecciones de cuentos El niño y La Bestia y Las dos Fridas, a la venta en Amazon.com.