Por Pedro Paunero

“¿Soportaría este pequeño grupo de supervivientes escogidos
para continuar la especie humana? ¿Aceptaría este grupo la pérdida
de todo lo que le rodeó hasta ese momento?
Y esto es lo más importante: ¿se llevarían bien entre ellos,
se ayudarían mutuamente, colaborarían, y hasta qué punto?”

El psicólogo Peter Macomber en “Los sobrevivientes esogidos”.

 

Al director Sutton Roley (1922-2007), se le recuerda, sobre todo, por su prolífico trabajo para la pantalla chica, entre cuyas series se cuentan varios episodios de hitos como  “Starsky y Hutch”, “Kojak”, “Hawái 5-0”, “Misión imposible”, “El agente secreto de C.I.P.O.L.”, “Perdidos en el espacio”, “Los invasores”, “Bonanza”, “Viaje al fondo del mar”, “El fugitivo” y “La ley del revólver”; de entre el puñado de películas que dirigió, algunas para la misma televisión, la más relevante es, sin duda, “Los sobrevivientes escogidos” (aka. Los sobrevivientes elegidos; Chosen Survivors, 1974) película que, a pesar de su bajo presupuesto, es la que mejor ha envejecido, y que fuera rodada en la Ciudad de México y en sus afueras, por lo que incluye un amplio equipo técnico mexicano en su haber, al tratarse de una coproducción México-estadounidense que involucrara a las productoras Metromedia Producers Corporation, Alpine Productions Inc. y a los Estudios Churubusco Azteca S. A., que aparece acreditada como “Churubusco Studios”, al inicio de la cinta.

El filme pertenece a ese breve listado de historias que se desarrollan en espacios cerrados, que implican a un contado número de personajes que deben interactuar entre sí, ofreciendo con esto las posibilidades de un estudio de personajes que pone a prueba las habilidades del guionista, las de los actores y del propio director, en lo que no es sino un ejercicio narrativo primerizo –bastante exigente, por supuesto- para aspirantes a escritores. Este tipo de historias ha dado al cine títulos relevantes como “Alien, el octavo pasajero” (Alien, Ridley Scott, 1979), que se desarrolla en los confines de una nave –una refinería- espacial, en la cual su personal no sólo interactúa, sino que se ve forzado a unirse para hacer frente común a la criatura asesina que se ha colado en el interior, o el fascinante cuento de espías, localizado en el todavía más acotado espacio de una barca, de “Náufragos” (aka. 8 a la deriva; Lifeboat, 1944), de Alfred Hitchcock.

En este apartado también caben las películas desarrolladas en ascensores y edificios, en cuevas, barcos o casas, siendo susceptible de subdividirse aún más, y crear una nueva categoría, que podríamos llamar de “películas de arcas humanas” –“Alien” y “Náufragos” serían sus ejemplos paradigmáticos-, a la que bien pudiera pertenecer “Los sobrevivientes escogidos”, por cumplir con una serie de premisas para dicha inclusión, a saber: una historia ubicada en un refugio -ya sea una base militar, un domo hiper tecnificado, una cueva acondicionada, un edificio inteligente-, en los cuales se intente salvar una parte de una población, o en un transporte –una nave espacial, un barco, un tren, un auto-, que guíe a los sobrevivientes a una distante utopía.

La película “Cuando los mundos chocan” (When Worlds Collide, Rudolph Maté, 1951) incluye, sólo al final de su historia, un arca de este tipo, bajo el aspecto de una nave espacial a bordo de la cual viajará un grupo de adolescentes hacia un nuevo mundo –son, en efecto, la última esperanza de la humanidad-, enviados para escapar de la colisión inevitable de la Tierra con otro planeta. Igualmente resultan reconocibles las “arcas” –es el nombre preciso que reciben en el filme-, que salvarán de la catástrofe planetaria –la actividad solar habría afectado el núcleo terrestre, con lo cual se desatan una serie de terremotos devastadores-, a todos los millonarios de la Tierra, en “2012” (Roland Emmerich, 2009) que, como en el caso de “Cuando los mundos chocan”, sólo aparecen en determinadas escenas y no constituyen el foco central sobre el cual se sitúa la historia. Otras películas situadas en dichas arcas serían “Zardoz” (1974), de John Boorman, con su “Vórtex” de energía que aísla a las mentes más privilegiadas del planeta de la humanidad degradada, pero al cual logra penetrar Zeta (Sean Connery), un mutante “exterminador” que acabará con la utopía a balazos, así como las biósferas artificiales de la simplona comedia “Bio-Dome” (Jason Bloom, 1996), inspirada en el auténtico proyecto “Biósfera 2“, de Arizona, y las naves-ecosistemas de “Naves misteriosas” (Silent Running, 1972), del genio de los efectos especiales Douglas Trumbull.

“Los sobrevivientes elegidos” comienza cuando se hace descender, de un helicóptero de la fuerza aérea estadounidense, y de manera forzada, a un grupo de personas, para hacerlos entrar a un refugio subterráneo al cual se accede a través de un ascensor de gran profundidad, y en el que, apenas llegando, serán recibidos por un video grabado, en el que aparece una mujer que se presenta como Mary Louise Borden (Kelly Lange), del gobierno de los Estados Unidos, y les pone sobre aviso que han sido elegidos para sobrevivir, de acuerdo a las cualidades, profesiones y estado de salud que cada uno podría aportar al futuro humano ya que, en la superficie, el mundo ha sido devastado por una guerra termonuclear. Estos escogidos –hombres y mujeres de varias razas- podrán vivir durante cinco años, con todas las comodidades, en dicho complejo, al cabo de los cuales una compuerta les permitirá acceder al exterior.

Los personajes son presentados –sin ir más allá de unas breves escenas-, para darnos a conocer a la Dra. Lenore Chrisman (Barbara Babcock), premio Nobel de medicina y a Luis Cabral (Pedro Armendáriz Jr), oceanógrafo, quienes forman pareja para “explorar el alucinante complejo”, a Steven Mayes (Alex Cord), novelista cuya temática es la Inteligencia artificial, que hace pareja con la diputada Alana Fitzgerald (Diana Muldaur), quienes “intentan dominar la situación, intercambiando puntos de vista, aunque ni siquiera están convencidos de que quieren seguir vivos, rodeados de tantos muertos”, mientras “otros intentan enfrentarse a esta situación”, como el ex campeón olímpico Woody Russo (Lincoln Kilpatrick), que “ha luchado toda su vida por conquistar títulos y triunfos, llora amargamente pensando en el fin de todas sus glorias”, igual vemos a Carrie Draper (Gwenn Mitchell), experta en ecología, que “intenta olvidar la realidad recordando momentos felices del pasado”, atenta a la proyección de la película “Sucedió una noche” (It Happened One Noght, Frank Capra, 1934), a la bióloga Claire Farraday (Nancy Rodman), cuya mente contiene recuerdos dolorosos de su profesión, familia, hogar y de amor, a Kristin Lerner (Cristina Moreno), experta en nutrición, la más vulnerable del grupo y que es, también, “la más cercana al hundimiento psíquico”, a Raymond Couzins (Jackie Cooper), genio de las multinacionales, que “se niega terminantemente a aceptar la situación”, a todos ellos se les une el Mayor Gordon Ellis (Richard Jaeckel), encargado de las computadoras del complejo, a la par que son estudiados por Peter Macomber (Bradford Dillman), un misterioso psicólogo (sabe algo que los demás ignoran), que no pierde momento de apuntar las reacciones de todos.

Pero el refugio demuestra su debilidad, al haber sido construido en una de las tantas cuevas subterráneas de Nuevo México, habitadas por murciélagos vampiro (se da, incluso, el nombre científico correcto de la especie: Desmodus rotundus), cuya población innúmera ha quedado hambrienta debido a la muerte de todo ser vivo, y que son obligados a invadir el complejo, por lo cual la acción se centrará sobre las escenas de terror que estos causen, cuando ataquen y vacíen de sangre a sus víctimas humanas. Es así cómo, esta película que tiene un comienzo de Ciencia ficción catastrofista, dará un vuelco hacia otro tipo de Ciencia ficción, definida por el terror animal, el denominado “Eco-terror”.     

Defino al Eco-terror, ya en una división del cine terrorífico, de la siguiente manera:

“Dentro de la vertiente del cine terrorífico, el ecoterror se destaca por basar sus argumentos en el ataque, por parte de una especia ajena a los seres humanos, pero no extraterrestre, hacia las personas y las cosas. Su premisa es sencilla: el ser humano perturba un entorno natural y se ve afectado por las consecuencias, sobre todo en la respuesta de los animales hacia su comportamiento y su amenaza a la civilización. Existen innumerables ejemplos cuyo antecedente más lejano, y más fantástico, podría ser el “King Kong” (1933), de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack que, al mismo tiempo, sienta las bases para todas las películas de monstruos gigantes en el cine, y cuyos ejemplos más prestigiados se encuentran en los títulos “Los pájaros” (The Birds, 1963) de Alfred Hitchcok y “Tiburón” (Jaws, 1975) de Steven Spielberg”. (1)

Aproximadamente veinte años antes la Serie B ya había situado en México, específicamente en el Monumento a la Revolución y el Estadio Universitario de la Ciudad Universitaria de la UNAM, el marco de una película emparentada con el subgénero del Eco-terror, pero inscrita, así mismo, en el de las “Películas atómicas”. Se trata de “El escorpión negro” (Black Scorpion, 1957), dirigida por Edward Ludwig. Más por la época –la Guerra Fría, que originó una miríada de películas con animales y personas mutadas por la radiación, como metáfora que enfrentaría la paranoia desatada por una eventual guerra nuclear-, que por su temática, “El escorpión negro” es un curioso, como divertido título, de “Eco-terror” hibridizado con el de “Monstruos gigantes”, ya que sus escorpiones, que se enseñorean de la Ciudad de México, destruyéndola, brotan de la tierra por una actividad volcánica anómala, y no como producto de las bombas atómicas.

En literatura, “Non-Stop” (publicada en 1958), primera novela del autor de Ciencia ficción británico Brian Aldiss, aborda la historia de una tribu que recorre un mundo de corredores selváticos, enfrentando los peligros consiguientes, sin tener clara consciencia que, dicho hábitat, no se trata sino de una enorme nave espacial-arca humana, habilitada para múltiples generaciones, al grado que, los descendientes de los primeros viajeros, han perdido la consciencia de la naturaleza de aquel entorno.          

En el caso de “Los sobrevivientes escogidos”, el guion de H. B. Cross –seudónimo de Harry Spalding, responsable de la historia de la interesante película sobre “freaks”, “House of the Damned” (1963), algunos episodios de la serie televisiva, “Un paso al más allá” (The Next Step Beyond) y del guion de “Ojos en el bosque” (The Watcher in the Woods, John Hough, 1980), acaso la más inquietante película surgida de la casa Disney-, pierde la oportunidad de desarrollar la personalidad de cada uno de los personajes, así como de sus interacciones resultantes, gracias a ese giro hacia el Eco-terror, cuando los ataques de los murciélagos ocupen el resto del metraje y se ignoren las posibilidades de mostrarnos de qué hubieran sido capaces una bióloga –después de todo, no tan desaprovechada, pues es ella quien identifica a los murciélagos-, una ecóloga y un novelista, al lado de un atleta, por mencionar a algunos de los personajes, en aras de sobrevivir, interrelacionarse y cooperar, con sus consiguientes caídas psicológicas, como resultado del encierro y el paso del tiempo. Es por esto que, la mejor película sobre “arcas humanas”, que explora perfectamente la paranoia entre sus personajes, sigue siendo “Todo Modo” (1976), de Elio Petri, que no me canso de alabar, y de la cual ya he escrito antes:

“El escritor Leonardo Sciascia tomó de una cita de San Ignacio de Loyola el título de su novela, misma que Petri adaptaría, con igual título, de forma magistral. Conocemos el cine comprometido de Petri y lo que sucede –precisamente, en Italia, durante una misteriosa epidemia que pone de rodillas al país-, cuando un grupo de políticos de la alta esfera (de la Democracia Cristiana) y miembros, así mismo, de la alta curia romana, se encierran en un búnker, al tiempo que el país se desmorona fuera de sus paredes. Cínicamente, esta élite egoísta se prepara para edificar un Nuevo Orden, político y religioso, una vez que la epidemia haya pasado. Claro, surgirán las obvias diferencias entre todos y, lo más grave, irán siendo asesinados uno a uno en forma por demás enigmática, como símbolo de todo poder corrupto y caduco que no se alzará al próximo amanecer. Una película rompedora con la Ciencia ficción como género”. (2)

“Alas de noche” (Nightwing, 1979), dirigida por Arthur Hiller –a quien se debe la desternillante comedia “Ciegos, sordos y locos” (See No Evil, Hear No Evil, 1989), con Richard Pryor y Gene Wilder, la adaptación de la obra de Broadway, “El hombre de la Mancha” (Man of La Mancha, 1972), con Peter O´Toole como Don Miguel de Cervantes, y su mayor éxito, “Love Story” (1970)-, muy probablemente sea la mejor película que aborde el tema –ficticio, por supuesto- del ataque de murciélagos vampiros a seres humanos, en este caso, a una reservación india de Nuevo México. En esta película –un título de Eco-terror puro-, las motivaciones de los personajes se nos presentan más desarrolladas, al tratarse de una buena adaptación de la estupenda novela de  Martin Cruz Smith, a quien se deben éxitos como “Parque Gorki” (1981), que introducía al investigador Arkady Renko, de la era Soviética, y que fuera llevada a la pantalla por Michael Apted en 1983.

“Los sobrevivientes escogidos”, tras unas cuantas muertes –el Luis Cabral de Pedro Armendáriz se cuenta entre las primeras víctimas-, guarda algunos giros en la trama, aunque no muy sorpresivos para el espectador avezado, que tendrá que pasar por alto lo barato de sus efectos especiales y el tropiezo momentáneo del ritmo. Si de algo sirvió esta película, aparte de cumplir como un entretenimiento de fin de semana -y nada más-, fue de crear consciencia sobre la suerte de los animales usados en el rodaje cuando, por accidente, los murciélagos reales (atrapados con redes, directamente de su hábitat, y puestos a “actuar”), que aparecen en contadas escenas, murieron. Esto llevó a Jackie Cooper y Barbara Babcock, a través de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, a un intento de regular el trato otorgado a las especies, tanto en los rodajes de los Estados Unidos como en los países extranjeros –léase México-, de cuya campiña fueron extraídos los murciélagos de la película, para tener unos segundos de efímera fama, y después morir en escena. Todo en nombre del cine, por supuesto.     
 
Para saber más:

(1)  “Ecoterror. Cine, serpientes y mitología” por Pedro Paunero

(2) “40 películas para la cuarentena” por los colaboradores de Correcamara:

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.