Por Ezequiel Obregón
EscribiendoCine.com-CorreCamara.com
El director Abdellatif Kechiche consiguió la Palma de Oro gracias a su intensa “La vida de Adele” (La vie d’Adèle – Chapitre 1 & 2, 2013), un drama que hace foco en el amor entre las jóvenes Adèle y Emma. Kechiche fue invitado a nuestro país para presentar su film en la Semana de Cine Europeo, que se realiza en el marco de la 5 Ventana Sur, junto a los actores Adelé Exarchopoulos, Jeremie Laheurte y Mona Walravens. EscribiendoCine participó de un encuentro con todos ellos.
Quienes hayan tenido la suerte de ver el último film del realizador de Juegos de amor esquivo (L’esquive, 2003) y Cous Cous, la gran cena (La graine et le mulet, 2007) saben que, tras su visión, perdura el etéreo y delicado rostro de Adèle Exarchopoulos, la joven actriz que le da vida a su personaje homónimo. De alguna forma, ella es Adèle: cuesta imaginar a otra intérprete para esta joven de clase media baja que sueña con ser docente y adora leer. Una adolescente que siente que no encaja con el mundo que la rodea y se siente disconforme, aunque no lo expresa explícitamente. Hasta que un día conoce a la bellísima e irreverente Emma (Léa Seydoux) y ya nada será igual.
Tras haber conseguido la Palma de Oro, la película se hizo aún más célebre por las restricciones en su distribución que el propio director ha denunciado. El motivo son las escenas de sexo, tan audaces como detallistas. Y, claro está, los “chispazos” que empezaron a hacerse públicos entre Kechiche y las dos actrices protagónicas, que al parecer no soportaron las exigencias del realizador y afectaron al resto del equipo. La presencia en nuestro país de Exarchopoulos demuestra, al menos, una tregua entre ambos. Pero con la ascendente Léa Seydoux…
Pero más allá de toda polémica, el realizador quiere que el centro de las discusiones no esté puesto en el sexo. Por eso, cuando se le pregunta por las referencias a la hora de concebir esas secuencias, dice lo siguiente: “Tenía muchas referencias. En todo el tiempo de duración, para toda la película, siempre se concibe una escena como una parte de la película; la parte de un todo. En cada escena hay un ritmo, y para resumir es un ritmo interior y es el mío. Que tiene algo de poco común, pero tiene la ventaja de que es el mío”. En cuanto a cuán importante es que el desarrollo amoroso de la protagonista tenga que ver con un vínculo lésbico, Kechiche también es claro: “Yo no tenía –y creo que todos estábamos en el mismo espíritu- esa conciencia de filmar una película alrededor de ese tema. La idea era que se filmara una gran historia de amor. Y la mejor manera de tener este discurso era no hacerlo frontalmente o de manera militantista. Poner la homosexualidad en un plano tan resaltado es afectar lo que nosotros creemos defender. Para mí, la mejor manera de abordar esto era banalizar el discurso de la homosexualidad y lograr que el público se identifique con el personaje, en este caso el de Adèle, para que poco importe las preferencias, los atractivos, ya sea hombre o mujer.”
En la charla con algunos medios que se realizó en un hotel de Puerto Madero, el equipo se mostró amable y fue presentado ni más ni menos que por Thierry Frémaux, director artístico del Festival de Cannes. EscribiendoCine preguntó al director del film acerca del punto de vista social que adquiere su película en relación al acto de enseñanza, un aspecto que también estaba en Juegos de amor esquivo.
Varias secuencias de esta película abordan la tarea de la docencia, algo que también estaba muy presente en Juegos de amor esquivo. ¿Qué implica para usted haberse detenido en el oficio de la enseñanza?
En Juegos de un amor esquivo fue un poco por azar, no me había propuesto profundizar tanto en la enseñanza como tema. Pero durante la preproducción conocí a muchos docentes y me interesé mucho en ese compromiso tan fuerte, noble y bello que ellos tienen, pero que al mismo tiempo está casi oculto. Son personas que están muy implicadas en la vida de los chicos, pero al mismo tiempo no los vemos. Eso me fascinaba. Y desde esa película tenía la idea de trabajar este tema.
Esa asociación con el mundo de la representación, que en cierta medida también es el mío, es mucho más visible. Hay un paralelo con la enseñanza que en la película se representa de forma más invisible. Quise lograr una confrontación entre la representación del artista y la del docente.
Magnética, intensa, jamás obscena; así es esta película de tres horas que pasan como un rayo y cuyo origen se remonta a un cómic. Un material original inesperado para un relato tan cinematográfico. Pero, trasposición mediante, ese formato devino en materia de cine. “Yo sabía que el cómic iba a ser una herramienta de base y que yo iba a poder adaptar libremente la historia para ir desarrollando la realización, la creación de la película y trabajar con la realidad, con el encuentro entre los actores, entre las actrices y todo lo que se desarrollara a partir de eso. El cómic nos permite trabajar a partir de un diseño, de un dibujo, que cuenta con una imagen, tal vez; entre dos personajes una escena que se puede imaginar. Hay muchas partes o cosas que no están escritas. Por ejemplo, podés pensar la imagen del reencuentro bajo el árbol en donde no hay diálogo. Entonces, yo imaginé ahí un diálogo. El cómic es una base de trabajo que da lugar a la imaginación, mucho más que las novelas por ejemplo”, sostuvo Kechiche.
Igualmente propensos a pensar en las preguntas y responder con honestidad estuvieron los actores. El epicentro periodístico, como era de suponer, estuvo puesto en la bellísima Adéle Exarchopoulos. “Es difícil resumir las sensaciones que hubo en cinco meses de filmación. El desafío era mantener pura y muy cerca en una edad de transición repleta de cambios, y también el desafío era el acercamiento a la pasión que se compartía con Lea. Era un desafío el compartir el placer y la libertad y todas las sensaciones nuevas que uno siempre advierte después. Todo esto se relaciona con una mayor madurez, con una realización”, sostuvo la joven actriz sobre su rol actoral. Su par, Mona Walravens, dijo: “El desafío al principio estaba relacionado con dar lo mejor de mí misma y tratar de estar a la altura de Adèle. Después hubo más placer que agonía y todo avanzó de forma muy natural y simple con nosotros. Hubo una verdad complicidad y comunicación con ella.”
Al igual que Kechiche –y previsiblemente- Exarchopoulos también fue consultada por el sexo en el film. Mientras ponía cara de “otra vez me preguntan lo mismo” y terminaba su vaso de chocolatada, sostuvo: “Yo entiendo que todo el mundo se enfoque en las escenas de amor, pero ese no era el sentido principal. Me gustó mucho cuando Steve McQueen dijo que en realidad todo eso no había un riesgo sino que simplemente transmitían. Por supuesto que había una implicación física, pero no en el sentido más duro. Nosotros realmente nos divertimos mucho haciendo esas escenas; nos dio mucho placer. Es verdad que en Cannes hubo mucho silencio, pero yo lo relaciono con el hecho de que sean poco comunes. El desafío en nuestro caso era cómo construir esa relación porque Adele estaba obsesionada con Emma desde que la había visto, y esta escena mantiene esa fidelidad al sentimiento. No había riesgo porque era como había que actuar esta historia en el sentido de la riqueza. Esto es algo poco común en Francia, e incluso con el equipo técnico había un cierto pudor. La forma de estar yo implicada era hacerle justicia a un personaje que se encuentra con alguien en la calle que le revoluciona la vida. Entiendo que haya salido perturbada de las salas, pero yo no sentía para nada que fuera riesgoso sino la forma en la que yo me comprometí con esta historia de amor”.
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