Por Manuel Cruz
@cruzderivas
Blanco y negro. Blanco por la ropa de aquellos hombres. Negro por la carne envuelta en bolsas blancas. Blanca la luz que los rodea en un espacio donde el silencio es rey. Negro el polvo cayendo encima de las bolsas en su destino final. Blanco el trabajo de ellos, literalmente buscando una luz al final del túnel. Negro el mundo que habitan, y el tiempo que puede cobrar sus vidas sin previo aviso.
“El Cuarto de los Huesos” transforma a la muerte en algo mundano. Así es para los doctores en el Instituto de Medicina Legal, que reciben una aproximación de 20 cadáveres sin identificación al mes y los entierran en fosas comunes. Prácticamente al mismo tiempo, el instituto exhuma decenas de cuerpos, en un intento por identificar y reconstruirlos, hueso por hueso. A la entrada del edificio hay un gran muro con retratos de personas cada vez más jóvenes, y más de una mujer se acerca a incluir su fotografía. Otro desaparecido más. Y otro nombre en la enorme lista de desaparecidos según el gobierno de El Salvador, que de esa forma reconoce las pérdidas de su guerra civil. Pero Marcela Zamora, directora de la cinta, quiere hablar de nuevos desaparecidos. De una mujer que dejó de ver a su madre hace 6 meses, de un niño de 15 años que nunca regresó de la escuela, y ahora es perseguido por su abuela cada día, sin éxito. Se sabe quiénes son los responsables, porque las madres y abuelas desesperadas por encontrar a su familia viven bajo una constante amenaza de muerte. Zamora las observa como un habitante más en las calles de El Salvador, y más de cerca, como una trenza de cabello gris y un paliacate blanco con fechas y cruces.
La decisión protege a las mujeres pero su estética ayuda a reforzar la realidad de la cinta: nunca vemos sus caras, y sus hijos y nietos ahora no son más que huesos y quizás pedazos de ropa encontrados en la excavación. Las protagonistas en El Cuarto de los Huesos son todas las mujeres de El Salvador, viviendo ante incertidumbre brutal por la vida de los que aman, y por la suya. Los doctores de el Instituto Legal creen haberlo visto todo hasta encontrar una nueva deducción que explique el brutal estado del esqueleto que reciben. Si logran hacer una restauración completa y presentar el cuerpo a la familia, ha sido un día de buen trabajo. Pero todavía hay miles de huesos en un cuarto del edificio, ocultos en cajas de cartón, a la espera incierta de su destino.
“El Cuarto de los Huesos” forma parte de un proyecto documental que examina la desaparición en Latinoamérica y Estados Unidos. Ausencias de Tatiana Huezo, también en la Décima Edición de Ambulante representa a México, mientras Marcela Zamora sigue buscando colaboradores y financiamiento. Esta serie, que Zamora titula como “Los Nuevos Desaparecidos” podría hacer lo que la prensa internacional nunca ha terminado de lograr: mientras el terrorismo en Medio Oriente ha sido un tema de conversación por décadas, la violencia latinoamericana permanece en un segundo plano, un asterisco de los llamados países “tercermundistas”, esperando ingenuamente un cambio nuclear gracias al siguiente político en turno. Si, existen ocasionales reportajes del New York Times y protestas civiles alrededor del mundo, pero todavía no es suficiente.
“El Cuarto de los Huesos” otorga el qué, quién, cuando y cómo de su argumento, pero aún falta saber por qué. ¿Por qué semejante violencia? Zamora alega que el gobierno del Salvador no habla de estas recientes desapariciones y, viviendo en un país no muy alejado del suyo, es probable que nunca lo vayan a hacer. “¿Por qué?” reside en la audiencias que enfrenten esta cinta, y sólo queda esperar que, gracias al cine, sean muchas alrededor del mundo.
Porque habrá muchos que no lo sepan, pero en el Salvador hay miles de desaparecidos. Y en México, todavía son 43.
“El Cuarto de los Huesos” es parte de la Décima Edición de Ambulante, y se presenta en la sección “Pulsos”. Más información en www.ambulante.com.mx