Por Pedro Paunero
Para los que duermen, el sueño parece real.
Cuando despiertan, no es más que una sombra.
Alma, luz, cuerpo, sombra.
Yo soy la luz, yo soy la sombra.
Cuyo fin es la liberación de la ilusión.
Yo me creo y me manifiesto.
¡Yo soy Krishna! ¡Yo soy Krishna! ¡Yo soy Krishna!
¡Esto es Kurukshetra!
A través de 18 episodios (cuya segunda temporada se estrena el 24 de Octubre), la serie animada “Kurukshetra: la gran guerra del Mahabharata“ (Ujaan Ganguly, 2025), narra la lucha entre dos familias, los cinco piadosos Pandavas y los cien malvados Kauravas, cuya guerra amenaza con desestabilizar el universo mismo, y de la cual se da cuenta en la epopeya india “El Mahabharata”, obra maestra de la literatura épica, pero igualmente religiosa, y patrimonio humano.
En su país de origen, “El Mahabharata”, atribuido al sabio Vedavyasa (S. IV a. C.), se ha adaptado varias veces (en una serie de 94 episodios, transmitida de 1988 a 1990, dirigida por Ravi Chopra, por ejemplo, o la de 2013, creada por Siddharth Kumar Tewary, para Star Plus), y no ha sido sino hasta principios del Siglo XXI -debido a su extensión y complejidad narrativa- que se ha traducido por completo al español, por la editorial Hastinapura, en 12 volúmenes. En occidente, es recordada la versión de 1989, en forma de serie de seis horas y, posteriormente, abreviada a tres para su pase en cines, por el legendario Peter Brook, que adaptaba su propia obra de teatro, de nueve horas de duración, con un guion de Jean-Claude Carrière y Marie-Hélène Estienne.
Esta magnífica animación, conceptualizada y creada por Anu SIkka, con guion de Ujaan Ganguly, en una producción de Tipping Point y Netflix, describe grandes momentos correspondientes a los versos del original, como el del juego de dados de Sakuni, que provoca la guerra, el de la batalla que se detiene, en el instante de duda del arquero Arjuna, en la cual el dios Krishna le enseña el Bhagavad Gita (seguir el propio “dharma”, o deber, así como los conceptos de “yo” y “yo superior”), la muerte de Abhimanyu (el paralelo indio del griego Patroclo) dentro del laberinto del Chakravyuh, una formación de falange casi imposible de romper, el rapto de Draupadi, esposa poliándrica de los Pandavas, la humillación de Jayadratha, la lucha del gran rey elefante Supratika, montura del rey Bhagadatta, la formación de falange de pétalos de loto o Padma Vyuh, en cuyo centro se guarda el Sychi Vyuh, las estrategias bélicas-estéticas conformadas por guerreros a pie, carros, elefantes y hasta demonios, o el Chakrashakata Vyuh, formación para detener a Arjuna, ávido de vengar la muerte de Abhimanyu, o la ilusión de la puesta de sol por parte de Krishna, para cumplir la promesa de Arjuna de matar a Jayadratha -cuya cabeza no debe tocar el suelo-, antes del atardecer, la aparición de la demonesa Hidimbi (que en la serie aparece como Hidimba que, en realidad, es el nombre masculino de su hermano), quien se enamora del guerrero Bheema, a quien pretendía asesinar, y el nacimiento de Ghatotkacha -guerrero a quien la noche favorece, debido a su naturaleza dual humano-demonio-, hijo de ambos, hasta el uso de la flecha Ekagni, por parte de Karna, regalo del dios Indra, las fantásticas formaciones de falange de lengua de serpiente de los Kauravas, y la de tridente de los Pandavas, el anuncio de la muerte de Ashwatthama, por parte de Yudhisthira, quien no puede mentir, o la traición del Dharma, como motivo ético, en una sucesión de escenas emocionantes que no dan tregua -como las batallas mismas-, al espectador, a través de una narración episódica correspondiente a dieciocho personajes, uno por capítulo, de alrededor de 30 minutos de duración.
Por momentos, la serie amenaza con perderse en la confusión de nombres principales y nombres secundarios, y la animación flaquea, sobre todo en los detalles dados por los planos de profundidad, pero el flashback oportuno, y una narración (letra y prólogo) por parte del poeta, escritor y director Gulzar, que sitúa al espectador en el marco de la historia, hacen de esta visualmente rica adaptación la más accesible, hasta ahora, de la monumental obra.