Por Lorena Loeza
El western es un género cinematográfico que, como sabemos, se define por ciertos elementos característicos que facilitan su clasificación. Entre sus temas más recurrentes destacan la confrontación entre el bien y el mal, la venganza y la supervivencia en ambientes hostiles. El entorno, que suele situarse en la frontera entre lo salvaje y la civilización, genera una tensión constante entre ambos mundos. Sin embargo, este género ha sufrido reinvenciones a lo largo del tiempo, demostrando que no está limitado a relatar historias de un contexto histórico particular, sino que también explora enfrentamientos dramáticos entre valores fundamentales como el deber, el honor, la justicia y la libertad. Esta dualidad permite comprender la profundidad y versatilidad del western en todas las épocas.
Para quienes gustan del western, identificar estos elementos en las películas del género resulta sencillo. Es evidente que Ari Aster los tuvo en mente al crear sesta película. En su propuesta destaca la confrontación abierta entre cosmovisiones distintas, situadas en un pueblo de paisaje desértico, cercano a tierras tribales y aparentemente olvidado por el mundo. Este escenario refuerza el choque de ideas y valores, manteniendo la esencia clásica del western.
Lo novedoso en el enfoque de Ari Aster es que, utilizando todos los elementos tradicionales del western, reinventa el género en un momento clave de la historia reciente: la pandemia de 2020. Aster, quien ya había reinventado el folk horror en una época actual con jóvenes mochileros como víctimas en Midsommar (2019), traslada ahora el western a un contexto contemporáneo. El pueblo elegido es Eddington, en Nuevo México, un lugar situado entre grandes ciudades y tierras tribales. Para ilustrar las amenazas que se ciernen sobre el pueblo, se construye un escenario abigarrado que involucra la pandemia, la protesta social “Black lives matter”, teorías conspirativas, la instalación de un centro de datos y una elección local a la alcaldía entre el alcalde que busca reelegirse (Pedro Pascal) y el comisario (Joaquín Phoenix).
La película se destaca como una de las pioneras al abordar el mundo durante la pandemia, yendo más allá de los enfoques típicos de drama catastrófico o médico. Se presenta como una de las primeras que analiza de manera crítica lo que sucedió a nivel personal, comunitario y humano en aquel fatídico año de 2020. El filme logra plasmar la atmósfera de incertidumbre y miedo que impregnó a las comunidades en ese periodo, mostrando cómo estos factores intensificaron tensiones sociales y personales.
La trama utiliza la pandemia como catalizador para evidenciar las fracturas existentes en la estructura social del pueblo, mostrando la forma en que cada personaje responde y se adapta a la nueva realidad. Los habitantes enfrentan tanto amenazas externas como sus propios conflictos internos.
La cinta también es un interesante intento por retratar lo macro desde lo micro. Si bien el dicho popular reza “pueblo chico, infierno grande”, aquí se muestra cómo el infierno grande confronta y destruye a los personajes del pueblo chico. Las amenazas externas alteran rutinas sociales, costumbres y hasta los misterios más ocultos y viejas rencillas del pueblo.
El filme resalta la vulnerabilidad colectiva ante peligros invisibles, como el virus, y cómo esto transforma las dinámicas de poder y confianza entre los habitantes. A través de diálogos intensos y situaciones límite, se explora el impacto de la paranoia y la desinformación en las decisiones individuales y comunitarias, estableciendo un paralelo con los retos actuales de la sociedad.
En resumen, la película de Ari Aster revitaliza el western al integrarlo con los desafíos y dilemas de la pandemia de 2020, creando una historia que refleja la complejidad social y la fragilidad humana en tiempos de crisis. El uso del escenario de Eddington y la interacción entre los personajes invitan a las y los espectadores a reflexionar sobre los cambios profundos en nuestras comunidades y cómo las adversidades pueden sacar lo mejor o lo peor de las personas.
Seguramente esta cinta resultará interesante a quienes buscan una experiencia cinematográfica que trascienda la acción y el drama tradicional del western, pues ofrece una visión crítica y actual de la sociedad, invitando a la reflexión y el diálogo sobre temas vigentes. Sin duda, será esencial para las y los amantes del cine interesados en entender cómo los géneros clásicos evolucionan y adquieren nuevos significados en momentos históricos clave.

