Por Pedro Paunero

Hay algo de doloroso y, a la vez, mucho de sintomático, en el hecho de que Ghost Eye (Zahn McClarnon), líder de la Red Thunder Society, en la película “Americana” (2024), le confiese a Cal Starr (Gavin Maddox Bergman), el niño blanco que, tras ver muchos westerns por la televisión, se cree la reencarnación de Toro Sentado, de que no se llama así por ser su nombre espiritual indio, sino que lleva por nombre real el de Henry Alvin Jordan, pero que una de sus películas preferidas es “Ghost Dog” (Jim Jarmusch, 1999), esa donde sale Forest Whitaker como moderno samurái, así que le pareció buena idea inventárselo como homenaje a la película.

Sintomáticos, pues, son todos los personajes de esta primera película dirigida por Tony Tost, que demoró dos años en llegar a los cines, un post western en toda regla, situado en Dakota del Sur, en una “tierra robada”, donde pulula una muchedumbre de personajes que, para su propio pesar, no son sino un remedo tardío de los tiempos gloriosos -y muertos- del Viejo Oeste.

Aunque la película comienza con el abusivo Dillon MacIntosh (Eric Dane), con una herida provocada por un martillazo en la cabeza, intentando darle alcance a su esposa Mandy Starr (interpretada por la cantante y videasta Halsey) para recibir, casi en seguida, un flechazo mortal en el cuello de parte de Cal, que se niega a huir en el auto con ella, alegando que intentará reunirse con “su pueblo”, pronto vira hacia el flashback donde se nos aclaran un par de cosas pero, para entonces, ya se nos han metido otros personajes igualmente patéticos en la trama.

Conocemos a Lefty Ledbetter (Paul Walter Hauser), diestro a la hora de usar las manos, a pesar de su nombre (“lefty”), pero tardo a la hora de relacionarse con las mujeres, a las que les pide matrimonio valiéndose de los apuntes que lleva en una tarjeta, viéndose invariablemente rechazado, y a quien sólo hace caso Penny Jo Poplin (Sydney Sweeney), la pobre mesera de un café, que sueña con irse a Nashville a probar suerte en la música country (es fan de Dolly Parton, y tiene en su haber más de 40 canciones inéditas), a pesar de ser tartamuda y tenerle miedo al público, como también que Mandy pertenece a una familia ultra conservadora, cuyo cabeza de familia, Hiram (Christopher Kriesa), su padre, mantiene a su madre y hermanas como sirvientas, y atendiendo a los varones, personajes que, en un momento dado, cruzarán sus destinos cuando Penny lea una nota dirigida a un cliente, dejada en el menú, le haga saber a Lefty de su contenido, y este los lleve a la casa de Pendleton Duvall (Toby Huss), un millonario que conserva una “Camisa fantasma”, un artefacto histórico de la tribu lakota con la cual pretendían enfrentarse a los colonos que les robaban las tierras, después de sincretizar sus creencias al cristianismo. Duvall les explica a sus invitados que los lakotas aceptaron el cristianismo, siempre bajo la suposición de que Cristo, en su segunda venida, echaría a los blancos de sus territorios, y ellos vestirían dichas camisas, como un medio de protección contra las balas, mientras les muestra el objeto protegido por una vitrina. Cuando Dillon, contratado por Roy Lee Dean (Simon Rex), asesina a todos en la casa de Duvall, esconde la camisa en su auto. El mismo que Mandy tomará para huir, después que ella y Cal lo hieran y maten, y se refugie en casa de su estricto padre.

La ironía se muestra con forma de detalles en cada uno de los seres que pueblan la película. Las mujeres Starr son obligadas a llevar vestidos largos, como si formaran parte de una de las sectas fundamentalistas (netamente americanas, por supuesto), de las tantas que pulularon en los Estados Unidos en formación, en el Siglo XIX, mismos que Mandy, la rockera rebelde es obligada a usar; los indios, liderados por Ghost Eye, que atacan su casa, usan arcos ergonómicos para competencias olímpicas, visten pantalones de mezclilla y playeras de algodón con leyendas estampadas, y el tiroteo que se suscita dentro, cuando las mujeres acaban con el abuso masculino, matando a los hombres a balazos, sorprende a los mismísimos miembros de la Red Thunder Society que, para entonces, ya han dado cuenta de Hiram, atravesándolo con una de sus flechas olímpicas.

Las ironías sintomáticas de los personajes de “Americana”, no hacen sino expresar el estado de cosas de una nación para la cual no hay retorno posible. Cal es un “indio reencarnado”, por obra y gracia de las películas que ha visto, es decir, que lo han formado; los indígenas que reclaman un artefacto sagrado para su pueblo no disparan las flechas a la vieja usanza (en cambio Cal ha usado una de estas para matar a Dillon), sino las creadas por el hombre blanco, no ya para defenderse o para procurarse alimento, sino para un deporte, hablan inglés, toman apodos del cine, y se enfrentan en una batalla final que mucho tiene de farsa sangrienta.

“Americana” en un filme que encarna el agotamiento de una mitología que, al intentar sobrevivir en los márgenes del presente, solo puede reproducirse como simulacro del pasado. En ese territorio contaminado por la memoria y el desencanto, el Post Western surge no como una nueva propuesta o una mera continuación del género, sino como su autopsia cultural, una lectura crítica de los Estados Unidos contemporáneos, donde el mito del Oeste -esa narrativa fundacional de conquista y redención- solo puede sobrevivir como ironía. De ahí que el filme y los personajes que lo habitan, como sucediera en “Eddington” (2025), la película de Ari Aster, existan en un tiempo posterior a la épica, en un territorio donde toda fe, todo símbolo, ha sido vaciado y vuelto mercancía. O permanezca como un vago recuerdo.

Para saber más:

“«Eddington», el fin comenzará en los pueblos” por Pedro Paunero

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.