Por Alí López

No estoy a gusto con lo que estoy a punto de hacer, pero tengo que hacerlo. Por que la incomodidad, en este caso, debe ser compartida. Enfrentarse a La voz de “Hind Rajab” (Kaouther Ben Hania| Túnez, Francia| 2025) es un tour de force físico, emocional, mental que no soportará más de una vista. La película se va insertando en la mirada hasta lograr desvanecerlo todo, convertir al espectador en un lívido de aberraciones políticas que, a partir de ahora, no podrán ya nunca más ser ajenas, a pesar del tiempo, de la distancia, de eso que hacemos llamar “otra cultura”.

Tomando como punto de partida la llamada telefónica real de Hind Rajab, una niña palestina de 6 años, tras un ataque que sufrió ella y su familia por el ejército israelí en Gaza. La directora recrea las sensaciones, colapsos y decisiones que deben tomar los miembros de la Media Luna Roja para intentar el rescate de esta sobreviviente en una zona controlada por la armada sionista.

Kaouther Ben Hania ya había experimentado con esta premisa de explorar la ficción a partir de una realidad cruda. En su filme “Les Filles d’Olfa“, estrenada en México también en este 2025, la directora tunecina relata el pesar de una madre que pierde a dos de sus hijas en los conflictos religiosos que azoran su comunidad. Con actrices interpretado a las hijas perdidas, y que se enfrentan a una madre que ve en ellas más que actuaciones. No es gratuita esta mezcla oportuna de la cineasta, pues entiende que hay dolores que no pueden traspasarse por el filtro de la ficción, de la puesta en escena. Que la verdad de las personas azoradas por el suplicio, contiene un timbre de voz incapaz de emular de ninguna forma.

Pero el documental tampoco es suficiente, como en una secuencia de “La voz de Hind Rajab” se demuestra. Pues acostumbrados al estruendo explícito de las redes sociales, la pura muestra de la deshumanización sangrienta de la guerra no hará más que evidenciar el morbo de quien retrata y de quien observa. El mensaje, pues, debe hallar los caminos de la comunicación moderna: múltiple, ágil, emotiva y lo más cercana ala realidad posible, aunque también, con esa dosis de fantasía.

Brutal, es un adjetivo apenas preciso para definir el vaivén que la película nos muestra. Con altos momentos de tensión dramática enfatizada por las precisas actuaciones del reparto, pero siempre apoyados por la voz de Hind que se tomó palabra por palabra del llamado original. Ahí el desgarro ya es inevitable, por que esa voz no entiende de la ficción, se asienta en una realidad feroz y absurda; donde las reglas ridículas de una guerra insana, debilita la piel más rígida.

La voz de Hind hiere, con todo lo que hay en esos fragmentos almacenados en la media. Nos lastima su esperanza, su inocencia, su dolor, su miedo y su soledad. Nos hiera la impotencia que rodea la llamada, la burocracia insensible e innecesaria. La falta de empatía, la cobardía de los que se esconden detrás de las armas. Duele la voz, duele el silencio.

Habrá quien afirme que la película es maniquea, subjetiva y que se concentra en solo un fragmento del gran conflicto que se suscita, tendrá sus razones para decirlo, y tampoco estará equivocado. Porque en “La voz de Hind Rajab“, lo que menos importa es entender el contexto enorme del problema; lo que nos evidencia es que hay algo malo con nosotros como humanidad si no podemos salvar a una niña de 6 años, rodeada de los cadáveres de su familia, a solo 10 minutos del punto de rescate más cercano. Y ahí también habita el dolor, en esa oscuridad de la sala de cine, donde nos sabemos diminutos ante el malestar enorme que es esa masacre en Palestina.