Por José de Jesús Chávez Martínez
Es difícil acceder a la filmografía de otros países que no sea la de Estados Unidos (más bien Hollywood) o la de nuestro país, México, aun cuando en estos tiempos se tengan muy a la mano las ofertas de las diversas plataformas de streaming y las opciones que ofrece el cine en la red. Ahí es posible encontrar películas de otras naciones pero hay que sondear las obras que valgan la pena, así que a veces es una cuestión de suerte, de leer las sinopsis y arriesgarse a que nos llenen el ojo. Otras veces es solo casualidad.
Por ejemplo, el canal mexicano de televisión de paga (esta vía es otra opción) “Pánico TV” suele programar películas de terror de bajo presupuesto para los fanáticos del género, y por lo tanto es difícil encontrar algo de buena calidad. Es el caso de “Nunca me encontrarás”, una cinta australiana, también de bajo presupuesto, dirigida por los debutantes Indianna Bell y Josiah Allen, que antes habían incursionado en la producción de cortometrajes.
Este filme retoma algunos puntos narrativos del cine de terror clásicos, como las casas embrujadas y el terror psicológico. Pero vamos por partes. En una noche lluviosa, el ya maduro anacoreta Patrick (Brendan Rock), quien vive en una casa rodante en los suburbios de una ciudad australiana no especificada, recibe en medio de una tormenta la inesperada visita de una joven (Jordan Cowan) que le pide ayuda para pedir un taxi. Patrick la guarece con cierto recelo y le hace preguntas sobre cómo es que llegó así, en ese momento y bajo esas condiciones. La chica, empapada y descalza, le dice que estaba nadando en la playa, que se quedó dormida en la arena quizá por el influjo de alguna bebida alcohólica y que despertó por la lluvia.
Ahí se establece una tensa relación entre ambos por las dudas mutuas, no obstante la muchacha acepta a regañadientes tomar un baño, ponerse un suéter y una sopa que no come temiendo algún tipo de sedación, pues ha visto la ducha muy sucia y con sangre en el desagüe. Luego alguien llama a la puerta, pero no hay nadie, Patrick explica que los niños del camping a menudo suelen hacerle esa broma. Más adelante se va la electricidad, ambos van a checar los fusibles y la chica descubre que su anfitrión tiene unos arañazos aún sangrantes en la espalda por lo que se ofrece a ir al baño por implementos para curarlo. Ahí descubre uno de sus aretes, por lo que sus sospechas negativas aumentan.
Patrick, acorralado, confiesa que ha mentido y cuenta que tuvo una esposa a quien conoció en una gasolinera y que luego murió por sobredosis. Su lastimero relato conmueve a la muchacha y algo más gustosa le acepta un trago, lo que será determinante para entender que ha cometido un error al llegar ahí a pedir ayuda.
El ambiente que se plantea en la historia es francamente desconcertante porque las dudas que tienen los protagonistas se transmiten de manera eficaz con acercamientos de cámara hacia sus rostros. El incómodo silencio en la interacción genera tensión y dificultad para comprender las motivaciones de ambos personajes en premisas que de a poco conducen hacia un surrealismo conceptual devenido en vivencial. Es decir, no es muy congruente la aparición de la chica en medio de la intensa lluvia, con la playa muy alejada y después queriendo salir de ese remolque-vivienda. En algo recuerda algunos pasajes buñuelanos de claustrofobia, como en “El ángel exterminador” (Buñuel, 1960). “Puedes irte, la puerta está abierta” le dice Patrick, pero la mujer no se va, por compasión tal vez o por algo menos comprensible.
El misterio que rodea a Patrick y el hecho de que la joven encuentre pistas de un posible fetichismo de asesino serial deviene en locura expresada visualmente con colores y auditivamente con ruidos de golpes en la puerta y sirenas de patrullas, y luego en combinación de ambos elementos que entran en una armonía desconcertante y opresiva, tal como en una pesadilla.
Los movimientos de cámara con panorámicas y barridos explican escenas de amenaza con lo que Patrick hace en una habitación y luego en la sala, al someter a la joven y atarla de pies y manos. La locura total en una visión caleidoscópica. Los noveles directores, Bell y Allen, recurren a ese cine de horror clásico de los setentas, psicodélico y atrapante, luego de haber iniciado con la tensión en calma aunque con ese inquietante juego de primeros planos de los dos protagonistas, así como de planos detalle. Basta nada más adelantar que el final del relato resulta en una cosa distinta y sorprendente con una narrativa solida y contundente acerca de las desventajas de vivir en soledad.
Si se quiere ver esta película, “Pánico TV” suele repetir programación en días subsecuentes, así que es probable que se retransmita por ahí. Pero también está disponible en Prime y en Estados Unidos en la plataforma “Shudder”, especializada en títulos de terror. Vale la pena esta propuesta proveniente de una cinematografía tan alejada geográficamente de estos rumbos latinoamericanos.
Título original: You’ll never find me. País: Australia. Año: 2023. Dirección: Indianna Bell y Josiah Allen. Guion: Indianna Bell. Producción: Indianna Bell, Josiah Allen, Jordan Cowell, Christine Williams. Música: Darren Lim. Fotografía: Maxx Corkindale. Edición: Josiah Allen. Productoras: Stakeout Films, Someone Like U Productions. Distribución: Blue Finch, Umbrella Entertainment, Shudder. Elenco: Brendan Rock, Jordan Cowan, Elena Carapetis, Angela Korng, Allina Truong, Aurelie Sowerbutts, Ayleen Castro, Finn Watson, Luca Trimboli.

