Por José de Jesús Chávez Martínez
Una de las preocupaciones del ser humano en general es entender ese supuesto desdoblamiento del cuerpo y el alma cuando las circunstancias existenciales comienzan a plantear dudas precisamente sobre esa dualidad.
Las culturas sobre todo occidentales plantean la existencia de los ángeles o espíritus celestes como guardianes de las personas en el mundo terrenal. Tal es el caso de “Las alas del deseo”, cuya historia aborda la tarea que juegan estos seres en la ciudad de Berlín, en especial de dos de ellos: Damiel (Bruno Ganz) y Cassiel (Otto Sander), quienes deambulan por las conciencias de los habitantes de aquella urbe alemana, conociendo sus pensamientos, sus deseos y preocupaciones cotidianas, tratando de influir, aunque sea un poco, en sus actos, mas sin poder cambiar el destino (como en el caso de un joven que se suicida ante la tristeza e impotencia de Cassiel). Todo cambia cuando Damiel conoce a Marion (Solveig Dommartin), una bella contorsionista que trabaja en un circo francés y de quien se enamora profundamente, aunque dada su propia condición etérea la considera inalcanzable. Marion es una representación de lo rescatable de la naturaleza humana, como lo son los personajes que habitan Berlín y que aparecen en la trama, como los integrantes del circo, los pasajeros del metro, el anciano que busca la paz o los niños que por su pureza e inocencia pueden interactuar con los ángeles. De antología aquella escena en el circo cuando una niña platica con Damiel acerca del espectáculo que miran.
Esta historia se basa en una novela de Peter Handke, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2017, que también elaboró el guion para este filme, y la cual plantea una mezcla de desencanto, melancolía y alegría por la vida, además de la impotencia de sentir amor y no poder consolidarlo. Sin embargo, la desesperanza no existe del todo al menos en el enamoramiento de Damiel, ya que un personaje se presenta como el intermediario entre lo incorpóreo y lo tangible: ni más ni menos que Peter Falk (interpretándose a sí mismo), de visita en Alemania para filmar una película pero que conoce la existencia de los ángeles y los interpela y saluda, aun cuando no obtenga una respuesta palpable.
En efecto, los ángeles conocen cada rincón de Berlín y pueden, como ya se dijo, leer la mente de las personas y este aspecto revela que la gente es capaz de filosofar acerca de su propia existencia, por eso es que este filme tiene una fuerte carga existencialista, incluso en los mismos ángeles, por ejemplo Damiel y Cassiel en algún momento platican sobre su aburrimiento y desean a veces entusiasmarse también con el mal, con los “demonios de la tierra”, además de sentirse “torpes” ante la “fata de placer” y lamentar quedarse sin tiempo “para acabar las cosas”. Los demás ángeles también se notan desencantados y cansados en una grande y hermosa biblioteca y miran a la cámara con un dejo de tedio.
Este relato pudiera entonces parecer profundamente religioso, pero no es así. Es de mucha reflexión y de anhelos, de la dificultad de vivir tranquilamente. Pero a fin de cuentas el amor es el gran motivo que resalta en este caso, además de la esperanza por la humanidad en un contexto de división con la alusión al Muro de Berlín y las revisiones a la memoria de la Segunda Guerra Mundial que dejó a la ciudad devastada. Hay también dolor en contraste con la alegría de hacer las cosas, como filmar una película: le hace muy bien a esta obra la carismática presencia de Peter Falk, por cierto. Otra escena de antología: Falk camina en un terreno baldío muy extenso y unos jóvenes se asombran al verlo preguntándose si se trata de “Columbo” (su famoso personaje de una serie de televisión setentera), pero luego dicen “no puede ser, con esa gabardina raída y en este barrizal”.
Heredero del aclamado Nuevo Cine Alemán, desarrollado entre los 60 y 70’s, Wim Wenders logra una magnífica historia de amor complementada con los variados sentimientos ya mencionados, haciendo emerger en esta narrativa elementos contemplativos mediante planos muy abiertos o primeros planos de los personajes, en especial los ángeles cuando miran a la cámara; con una gran cantidad de discurso filosófico en voz en off; y con algo que llama la atención y que inquieta: el mundo de los ángeles en blanco y negro (más bien gris) y el mundo terrenal a colores.
Wenders ya tenía entre sus antecedentes esa gran pieza del género road movie que es “Paris Texas” como para venir a regalarnos esta metáfora del amor por la vida, una de las películas más bellas jamás filmadas. Como que el director ya sabía que “el muro de la vergüenza” estaba por caer.
Las alas del deseo (El cielo sobre Berlín) (Der Himmel über Berlin, RFA-Francia, 1987, Dur.: 128 mins.) Director: Wim Wenders Guión: Wim Wenders y Peter Handke. Dir. Fotografía: Henri Alekan Fotografía: Color y Blanco y Negro Música original: Jürgen Knieper. Edición: Peter Przygodda. Productor: Anatole Dauman y Win Wenders Clasificación: B.