Por Hugo Lara Chávez
De vez en vez, suele hallarse un garbanzo de a libra en el panorama hollywoodense, cierto tipo de películas que germinan en esa industria pero que, una vez alumbradas, rompen la cortaza de sus estereotipos. Y es que Hollywood las necesita, incluso las acoge por derecho y por provecho, porque siempre le calza bien una dosis de inteligencia que remoce su maltrecho prestigio en el mundo. “Closer” podría entrar en esa categoría, aunque sobretodo debe apreciarse a la luz de la filmografía de Mike Nichols, un veterano director que merece ser redescubierto y revaluado por los nuevos auditorios.
Las relaciones entre cuatro desconocidos son retratadas a través de varios momentos, desde que cruzan sus caminos hasta sus rupturas, con difíciles crisis de por medio. Alice (Portman), una streaper, y Dan (Law), un escritor estancado, inician un romance que los mantiene unidos hasta que la fotógrafa Anna (Roberts) despierta el interés de él. Sin embargo, el médico Larry (Owen) irrumpe en la vida de la fotógrafa para iniciar su propia relación. No obstante, los celos y las traiciones entre ambas parejas provocan virajes sorpresivos en sus vidas sentimentales.
“Closer” es una película de tono intimista, que sigue el itinerario de cuatro personas que entreveran sus relaciones y crisis sentimentales y sexuales. La narración recibe oxígeno oportuno mediante cierta picardía que hace contrapeso a la gravedad de los conflictos de los personajes, en progresivo deterioro sentimental. “Closer” está basada en la obra de teatro homónima de Patrick Marber, estrenada en Londres en 1997. El mismo Marber ha sido también el responsable de adaptarla a la pantalla, así que el resultado en espíritu tiene esa garantía de fidelidad, hábilmente ajustada a una forma cinematográfica de gran sobriedad y delicadeza que ha conseguido Nichols, quien a lo largo de su carrera ha alternado su oficio en el teatro y el cine.
El planteamiento nos ubica ante lo que podríamos llamar un cuadrángulo amoroso que revela las fobias y las filias de las parejas contemporáneas, especialmente de aquellas que ahora se reconocen como “dinks” (por sus siglas en inglés: double incomes no kids / ingresos dobles, sin niños): personas urbanas, independientes y más o menos egoístas. “Closer” está ambientada en el Londres actual —como lo propone la obra original— como fondo de un retrato agridulce sobre la soledad y las ansiedades del individuo en la sociedad del nuevo milenio, o vaya, en la era del intercambio de fluidos vía Internet, como bien se ilustra en una de sus secuencias. Así se ensamblan las historias de una bailarina exótica (Natalie Portman), un escritor mediocre (Jude Law), una fotógrafa (Julia Roberts) y un médico dermatólogo (Clive Owen), cuyas comisuras son unidas por los celos, el aburrimiento, las infidelidades y las fantasías insatisfechas. Como curiosidad, hay que mencionar que Owen encarnó el otro papel masculino en el montaje teatral londinense.
Para situarla en contexto, habría que asociar a “Closer” con otras películas que han explorado esas mismas vetas anteriormente: “Dos extraños amantes” (Annie Hall, 1977), “Sexo, mentiras y video” (Sex, lies and videotapes, 1989), “Ojos bien cerrados” (Eyes Wide Shut, 1999) e incluso “Belleza americana” (American Beauty, 1999), si bien es posible encontrarle otras conexiones con el cine canadiense o el europeo. Sin embargo, para ser justos, debe observarse primero la familiaridad de “Closer” con el cine del propio Nichols. Desde su debut en los sesentas, con el clásico “¿Quién teme a Virginia Woolf?” (Who’s Afraid of Virginia Woolf?, 1966) mostró sensibilidad para asomarse a los despojos de la intimidad de la vida en pareja. En “El Graduado” (The Graduate, 1968) el director se interna en los berenjenales donde se enreda el sexo y el amor, temas abordados también en “Carnal Knowledge” (1971) y en “El difícil arte de amar” (Heartburn, 86).
En “Closer”, el director Nichols decanta esas mismas preocupaciones, o mejor dicho, esa fascinación casi morbosa por contemplar, sin juicios morales, a las frágiles criaturas humanas que se guían torpemente por los instintos y las pasiones, que traicionan y se traicionan en nombre de efímeras ilusiones de felicidad. El relato se va integrando a partir de un conjunto de viñetas sobre la relación que establecen las parejas, que en un momento dado se enrocan. Pero la historia no se centra en la evolución de cada relación, sino en sus grandes crestas. “No quisimos mostrar las partes intermedias de una relación –asevera Marber, el guionista—, cuando las parejas son felices, hacen pasteles juntos, van al cine y todas esas cosas porque ya lo hemos visto. Nos interesaba en cambio mostrar el principio y el final, para explicar de alguna manera que en el principio está el final”.
El espectador debe atender los desafíos que plantean el guión y la dirección: mirar hacia lugares que se señalan pero que no se ven, como las situaciones sexuales, siempre presentes aunque nunca explícitas. Por encima de todos sus atributos, “Closer” es gobernada por unos diálogos muy poderosos, que el director administra con pulso de relojero, cuyo sentido del timing y de la puesta en escena permite el lucimiento de los actores, acoplados a sus personajes gracias a los ensayos y a la forma de filmar de Nichols, con pocos planos y repeticiones. No por nada, el nombre de Roberts (en un papel arriesgado para sus estándares), Owen (cuya presencia enérgica es estupenda), Law (con notas de buen actor) y Portman (en el papel más exigente de su trayectoria) son mencionados en los corrillos como candidatos a alguna nominación de los Oscares (este texto ha sido escrito antes de conocerse las ternas). “Premios de esos siempre ayudan —asegura el productor John Calley—, pero no es la razón por la que hayamos hecho esta película, eso sería un accidente, parte del resultado”.
“Closer” tiene una estructura cíclica, con inicio y desenlace análogos, pero no idénticos. He aquí la principal diferencia entre la película y la obra de teatro, pues sus finales son distintos, pero cuyos detalles no revelaré por razones obvias. “Probamos con el final original pero no funcionó —asegura Nichols—, era muy teatral, una vez que lo vimos en pantalla nos dimos cuenta que necesitábamos otro final, más apropiado para el relato cinematográfico y eso hicimos”.
Vale la pena hacer notar las logradas secuencias con las que abre y cierra “Closer”, que se sirven de un emotivo tema interpretado por Damien Rice. Su textura y su intención le vienen muy bien a este relato sobre la imperfección de los sentimientos, tan dulces como amargos. Un predicamento eterno.
*Este artículo fue publicado originalmente en la Revista Cinemanía (México) en 2004.