Por NOTICINE/Correcamara.com
Ubicada dentro de la tradicional Jornada de la cultura azteca en Cuba que generalmente tiene lugar cada año por estos días, la sala Chaplin de la Cinemateca de Cuba está presentando desde el pasado 8 y hasta el 13 de septiembre una semana del cine que ahora mismo se hace en el hermano país centroamericano. “Rudo y cursi”, el popular debut de Carlos Cuarón tras la cámara (ya había trabajado en el cine escribiendo para su hermano, el famoso Alfonso, el guión de “Y tu mamá también”) fue elegido como premiere.
Dos hermanos en un pueblecito rural de México son rivales en el fútbol, esa pasión nacional, y también respecto a dos mujeres: la esposa de uno de ellos y la madre, pero además a Cursi le dicen así pues es aficionado al canto, mientras al otro, deportista nato, ya imaginan por qué le apodan Rudo. La cinta, que producen “los tres amigos” (Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro) vuelve a reunir a los “cuates” Gael García Bernal y Diego Luna, quienes representan con chispa y gracejo sus dos populares y peculiares personajes, a quienes reúne y contrata un cazatalentos encarnado nada menos que por el célebre cómico argentino Guillermo Francella.
Se sigue con facilidad “Rudo y cursi”, es divertida y simpática, si bien le sobran brochazos a la concepción de los principales personajes, a veces rayanos en la caricatura, pero ese sencillo abordaje de pasiones humanas en torno a un deporte que de por sí apasiona y desborda, significa para Carlos Cuarón un comienzo respetable.
Aún cuando algunos espectadores se escaparon rápido cuando descubrieron que “Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo”, de Yulene Olaizola, no iba exactamente de lo que sugería su título, quienes permanecimos disciplinados y expectantes descubrimos un documental sui géneris y motivador, en torno a un posible “serial killer” que vivió durante 8 años en una casa de huéspedes del DF, regentada por quien resulta la principal entrevistada: Doña Rosita, una vital y energética anciana (abuela de la directora) quien ofrece un locuaz y atractivo relato de su peculiar amistad con el evocado: un artista diletante, autodidacta y un poco loco que puede haber sido (o no) el autor de varios crímenes a mujeres, que al parecer era homosexual (tampoco queda claro) y cuyo comportamiento se remonta a una infancia disfuncional.
La joven cineasta maneja con tacto y precisión el retrato que va haciéndose de Jorge, ese presunto asesino y artista de personalidad tan singular y atractiva; sobre todo, logra trabajar con cuidado y elegancia la ambigüedad del discurso que va tejiéndose y emergiendo del testimonio de los entrevistados, adicionando al mismo no pocas dosis de suspense e intriga de modo que al final no hay en lo absoluto “últimas palabras” ni conclusiones, apenas unos trazos (eso sí) sensibles y certeros del personaje evocado, pero ello es más que suficiente; la riqueza en los planos y la composición de la imagen, ayudan también en la consecución del documental.
Ya vista en exhibición comercial, “Arráncame la vida” sin embargo convocó suficiente público. La segunda obra de Roberto Sneider (“Dos crímenes”) puede también confundir a quienes atraídos por su título de bolero de victrola piensan encontrar un melodrama rancio, y aunque no falta la contundente historia de amor (con desamor incluido) realmente estamos frente a un sólido drama histórico o en cualquier caso, una propuesta realista y nada romántica.
La cinta se refiere a un estilo (autoritario, totalitario) de hacer política que durante muchos años imperó en México, con un régimen que coartaba los espacios de oposición y se deshacía de enemigos con la cárcel o el asesinato. “El modo como estos hombres hicieron política en todo el país en los años 40 permeó de tal modo que a la fecha (…), a pesar de que vivimos en democracia, en provincia se siguen padeciendo actitudes similares”, comentó la escritora Angeles Mastretta, en cuya novela se basa la cinta.
El matrimonio de Catalina, la joven protagonista, si bien en un principio significó la puerta para conocer otros mundos fuera del exiguo y asfixiante medio familiar, también se convirtió en el primer obstáculo a la libertad de una mujer que no encajaba en el México conservador de la época, de lo cual el filme es una motivadora y aguda crónica, sin que estemos para nade ante una propuesta feminista o cosa por el estilo.
Ambientación, reconstrucción epocal, riguroso diseño de personajes e imbricación de lo personal en el contexto descuellan en la cinta, que como si fuera poco, ofrece excepcionales desempeños de Ana Claudia Talancón (“El crimen del padre Amaro”) y Daniel Jiménez Cacho (“Profundo carmesí”) como la pareja protagónica.
Pero la semana aún no concluye sus “platos fuertes”: se espera con interés “El Brasiere de Enma”, de Marisa Sistach, tan bien recordada aquí por su ópera prima “Perfume de violetas”, y otra dirigida por mujer: “Cosas insignificantes”, de Andrea Martínez Crowther, junto al corto de ficción “Lección relámpago”, de Alejandro Lubezki.