CREER
Apunte Núm. II
Por Ulises Pérez Mancilla
Mi referencia de cómo escribir un guión fueron los guiones de otros. Una especie de pasión autodidacta. Cual bebé en etapa de aprendizaje, leía y copiaba adaptando el contenido a todo lo que yo quería contar: Primero pequeñas historias, guiones cortos, intentos de guiones cortos. No todos satisfactorios. Unos más descriptivos que otros, unos más impersonales que otros.
Veía cine como quien gira los cubitos de aquel juguete ochentero tratando de igualar los colores, hacía cine con espíritu colectivo con la ilusión de algún día, poner en imagen mi propia visión del mundo. Quería filmar y quería debutar con un guión escrito por mí.
No muy tarde comprendí que el oficio es estricto. Montones de escaletas se quedaron en el escritorio antes de dar el paso agigantado. Todo el mundo tiene un guión bajo el brazo, pensé. Y en efecto: ¿Qué tenía qué aportar yo a lo que otros ya habían dicho con tanta lucidez? Además, de todas las virtudes que pudiera tener, la disciplina era la más coja. Mi mente dispersa guardaba historias en el archivo pero no se atrevía a contarlas. Seguí escribiendo lo que yo creía que eran guiones dejándolos generalmente a medias.
Y como en la vida, las elipsis no se dan por corte directo, hubo que esperar a que la pasión supliera a la disciplina. Para entonces, había practicado ya, no lo suficiente, pero si lo necesario para aventurarme a escribir cuando la necesidad de contar una historia tocara a mi puerta. En un revés al cine y sus intentos por igualar a la vida, tomé fragmentos de ella para remendar una ficción convincente.
Hay muchas maneras de escribir un guión: manuales enteros dedicados a sacar el molde del hilo narrativo, de la destreza sobre cómo abordar el conflicto de los personajes, de cómo volver una historia exitosa, de cómo mezclar los géneros cinematográficos, de cómo no mezclarlos. Pero lo más importante, que para variar tiene que ver con el temple, la constancia y la confianza en uno mismo, pocas veces se incluye en el paquete.
Empecé el primer tratamiento de Incólume calcando recuerdos sobre hojas de cuadernos en lugares varios. Recuerdos que en la computadora se volvieron personajes, conflictos, secuencias. ¡Por fin tenía un guión bajo el brazo! (como Gusteau a Remy en Ratatouille, me convencí de que cualquiera puede cocinar… o escribir un guión, según el caso). Pero los guiones son palabras que si no se ponen en pantalla se las lleva el viento. Y esa es otra batalla que toma tiempo emprender.