Especial. Festival de La Habana para CorreCamara.com
Mientras se acerca la «hora de la verdad» pareciera como si el tiempo se acelerara. A las 10 de la mañana arrancó la programación de la primera jornada del Festival, y con ella, la concreción de expectativas, promesas y vaticinios que nos han llevado, alternativamente, de las certezas a las dudas y viceversa: ¿funcionará la película inaugural?, ¿encontrará la selección oficial la acogida que esperamos?, ¿será efectivo el nuevo concepto de curaduría de «Latinoamérica en Perspectiva»?, ¿cuál de las muestras internacionales atraerá más público esta vez?, ¿habremos conseguido el «Panorama Contemporáneo» que soñamos, ese que desate las pasiones de los cinéfilos?
Sobre el papel, una lista de títulos, autores, sinopsis, apenas refleja las idas y vueltas de un año que ha sido en verdad difícil. En abril, el Festival perdió a su fundador y su equipo se abocó a la que tácitamente comprendió como la mejor manera de honrar a Alfredo Guevara: trabajar hasta completar una selección, un cronograma, una propuesta que reflejara en cada espacio sus ideas vivas; un Festival dispuesto a retarse —como solía hacerlo él—, renuente a la celebración conformista, y en condiciones de levantar un debate a partir de una (triple) pregunta: ¿nuevo? ¿cine? ¿latinoamericano?, que nos ayude a provocar la reflexión en torno a la actualidad y el futuro de nuestra realidad cinematográfica y de todos los elementos que la hacen posible.
El programa recoge de una punta a la otra esa intención: honrar a Alfredo es acompañarse por su pensamiento vital, el que con tanto empeño nos develó en artículos, entrevistas y libros que lo devuelven a nosotros siempre discutidor, abierto a preguntar y responder sin frases preconcebidas ni salidas fáciles. En esta muestra está también la selección de Alfredo, las exposiciones que soñó, sus revistas, y la intención de que el Festival sirva para algo más que mostrar películas, aun cuando ese sea el objetivo principal de este tipo de eventos.
Para los espectadores habituales, esos que cada año confirman la necesidad de este Festival siendo fieles a los programas, comentando los filmes que se invluyen en una u otra sección, apoyando y —¿por qué no? — cuestionando alguna decisión, es otro Festival de corretajes, de tomarse apenas un momento para un breve refrigerio entre proyecciones, porque en estos días el tiempo parece más ajustado que de costumbre y unas 300 películas están pasando en las salas a un ritmo que dura solo 11 jornadas. Habrá que aprovecharlo.
Los nuevos espectadores están, desde luego, invitados a descubrir qué se hace hoy en el ámbito del séptimo arte que durante décadas ha sido cine y ahora es también otra cosa; discutir lo que está más allá de formatos y técnicas; permitirse la revelación de mundos paralelos a nuestra cotidianidad que se proyectan sobre el nuestro en esta semana y pico, con sus inquietudes, promesas, angustias, alegrías, contradicciones, proximidades y lejanías.
El tiempo se precipita juguetón hacia la hora que fija la arrancada, «la de la verdad», la inauguración, con “Gloria” en la apertura y “Danza Contemporánea”, y un mapping que nos devuelve otro espacio de fantasía que esta noche será «la realidad». Para los espectadores, se inicia un programa audiovisual que lucha contra el tiempo. Para los organizadores, el cotidiano ir y venir en en medio del cual superan complejidades y tropiezos con el único propósito de hacer posible este 35 Festival que sigue teniendo en La Habana y en su infaltable público un contexto único, y una nueva oportunidad de demostrar que es parte consustancial de cada Diciembre en Cuba.
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