Por Carolina G.Guerrero
Noticine.com-CorreCamara.com
Calurosos aplausos han rubricado la excelente acogida en la 65 Berlinale este lunes del último trabajo del chileno Pablo Larraín, “El Club”, un alegado contra la autoindulgencia de las eclesiásticos “descarriados” y su impunidad judicial, con el que se aleja -pero sólo un poco- de sus previas crónicas sobre el pinochetismo. No es descartable que el cine chileno vuelva a triunfar en el certamen de la capital alemana, sólo dos años después de “Gloria”, de Sebastián Lelio, producida por la misma compañía de los hermanos Larraín, Fábula. Menos interés generaron la polaca “Body”, de Ma?gorzata Szumowska, y alemana “Als wir träumten”, de Andreas Dresen.
En el febrero frio de Berlin esta mañana de lunes el calor del cine chileno arrancó las ovaciones de los presentes en el Berlinale Palast tras la proyección del último trabajo de Pablo Larraín (“No”), “El Club”. Varios actores fetiches del autor de “Tony Manero” repiten en este drama no exento de un humor negro, encabezados por Roberto Farias y Alfredo Castro.
Crítica sin tapujos a la iglesia Catolica, a cómo no resuelve sus problemas claramente delictivos, sino que los oculta, y huye de la transparencia informativa, “El Club” nos acerca a la realidad poco penitente de un pequeño grupo de sacerdotes con pecados a la espalda, desde la pederastia a la complicidad con el régimen pinochetista, a los que es mejor mantener discretamente alejados de sus parroquias pero sobre todo de los medios, en una localidad costera, atendidos por una mujer con su propio pasado oscuro.
Larraín presenta en este trabajo un tema de rabiosa actualidad, abusos escondidos a los que encima el director ha añadido un acertado humor negro, redondeando esta película de forma magistral, aguda y sin concesiones. Tampoco las ha tenido al expresarse aquí en rueda de prensa, destacando cómo le sorprende la nula fe de la Iglesia en la Justicia civil, a la que tampoco teme, cómo actúa con notable impunidad y su único miedo “son los periodistas”.
En la misma conferencia, el actor Alfredo Castro soltó una frase que define muy bien parte de la intencionalidad de esta cinta: “Este trabajo de Larraín, pone en su sitio algo que la Justicia no ha sabido hacer”.
También se proyectó en la carrera por el Oso de Oro la cinta alemana que dirige Andreas Dresen “Als wir träumten” (Cuando estábamos soñando), que acerca al espectador a los suburbios del barrio de Leipzig, y narra la historia de los jóvenes Rico, Daniel, Paul y Mark, unos chicos que se mueven en la década de los 90 en una Alemania cambiante, chicos con sueños que acabarán en terroríficas pesadillas, mientras viven las noches a tope, coqueteando a lo bestia con el alcohol y las drogas y la música tecno de la época.
Sumidos en un sueño oscuro y profundo, destructivo y sin sentido, los personajes plasman a la perfección el mundo que vivia parte de la juventud germana en aquellos años, pero muchos de los presentes a la proyección decidieron abandadonar la sala por que se hacía pesada y sin sentido.
Volvió el humor negro, aunque con menos tino, en la cinta polaca de Ma?gorzata Szumowska “Body”, una reflexión sobre la relación complicada del cuerpo y la mente (por no hablar del metafórico corazón), y cómo nos llevamos con frecuencia bastante mal con nosotros mismos, a través de una serie de personajes muy diferentes, casi todos femeninos. Se trata de una cinta con un buen arranque pero que se va perdiendo en inconcreciones, y que no debería tener especial relevancia en el palmarés del sábado.