Por Ulises Pérez Mancilla
“Ven, te voy a hacer magia”. Le dijo el papá de Carlos Hidalgo (melómano y aficionado a la fotografía) cuando era un niño, y éste lo acompañó al cuarto de revelado. Le mostró un papelito en blanco. Nada por aquí, nada por allá; le dijo y aventó el papel al agua: “¡Y aparecí yo!” recuerda con cariño y pasión el cinefotógrafo de “El fantástico mundo de Juan Orol”, nominado al Ariel por la mejor fotografía este año: “ese momento marca para mí el amor que siento por la imagen y la fotografía”.
“Entré con dos sueños importantes a estudiar al CCC, quería ser o fotógrafo de National Geographic, buscando tigres, leones y osos en la selva, o ser el fotógrafo de Clint Eastwood, pues yo ya era fan de los spaghetti western, y del maestro Clint”. Sin embargo, el año en que egresa del Centro de Capacitación Cinematográfica el padre de Hidalgo fallece intestado: “y eso más allá del dolor y la tristeza marcó mi destino porque de ser el estudiante de cine me convertí en el señor de la casa”. Carlos era muy mal foquista y no tenía tiempo de comenzar desde el peldaño de abajo porque si algo tenía claro, es que no era un buen asistente de cámara.
Nominado al Ariel por la mejor fotografía este año por “El fantástico mundo de Juan Orol”
Sin abandonar el cine, la necesidad lo colocó en el lado opuesto del tablero de juego: “Conocí a Sebastián Silva, que estaba buscando un segundo asistente de dirección para sus pelis. ¿Necesitas dinero?, me dijo. Pues yo te voy a poner junto a la llave del dinero pero te vas a olvidar de tu camarita y de tus luces un rato”. Ese encuentro marcó el inicio de una brillante carrera de Carlos como asistente de dirección que duró alrededor de diez años (cinco de los cuáles colaboró estrechamente con Alejandro González Iñarritu. Hidalgo es nada menos que el asistente de dirección de “Amores perros”).
La segunda etapa de Hidalgo dentro del cine mexicano inició cuando decidió empezar de cero a los 35 años. Para entonces, se había olvidado de su sueño por ayudar a otros a realizar los suyos y estaba dispuesto a restablecer el camino. Consciente del aprendizaje y la experiencia que había adquirido en el set, se fajó los pantalones (como él mismo relata) y se puso a “gaferear” con Eduardo Martínez Solares, quien al igual que Sebastián Silva, lo alentó y apoyó en todo momento (“volví a caer en blandito”, reconoce).
Simón Bross y Martínez Solares fueron sus padrinos en esta segunda etapa en la que comenzó a fotografiar publicidad y al año ya estaba haciendo su primera película como titular de foto (“Bala mordida”). De entonces a la fecha, ya lleva otra década de participación activa dentro del medio cinematográfico: “En mi caso, tengo algo que los demás fotógrafos no tienen. Hay quien dice que comencé tarde pero yo digo que comencé a tiempo. Comencé cuando estaba listo. Mi background del primer asistente de dirección hoy en día la mayor parte de los directores con los que trabajo valoran muchísimo porque busco un equilibrio, no trabajo nada más para mi imagen”.
Carlos Hidalgo y Sebastián del Amo se conocían de la escuela. Sebastián estaba dos o tres generaciones debajo de él. Trabajaron juntos a mediados de los 90 en la ópera prima de Erwin Neumaier “Un hilito de sangre”, Hidalgo como gerente de producción y Sebastián como segundo asistente de cámara (“ese brincó pa’l otro lado”, bromea). En el caso de “El fantástico mundo de Juan Orol”, Hidalgo se integró seis meses antes del rodaje y en ese tiempo pudo empaparse del universo de Juan Orol a través de sus películas.
A pesar de un primer intento por ser fieles a la narrativa del emblemático director mexicano (… “siempre me pareció muy atinado y original hablar del Frankenstein y no del héroe”…) al final la propuesta de Hidalgo fue estudiar a los mejores fotógrafos de la época y retomar en la imagen actual, la evolución del grano en el blanco y negro: “trabajar la textura de la película de 1912 a 1980 fue un regalo… El blanco y negro es un agasajo para cualquier fotógrafo (la película se realizó en un 80% en blanco y negro). Para mí fue un reencuentro con la luz dura, con las sombras marcadas, con el contraste fuerte. Significó meterme a los básicos del cine, leí al maestro Figueroa hasta que me cansé”.
“El fantástico mundo de Juan Orol” se realizó con una cámara F35 digital: “El mundo digital tiene algo en contra de la imagen que estábamos buscando. Hice muchas pruebas y lo único que realicé en set para preparar la imagen que se iría a la post, es que me busqué la óptica high speed más vieja que encontré para buscar un poquito de grano e hice una escala de difusiones desde las mallas que usaban los fotógrafos, la vaselina, el white promise, toda la gama histórica en que fueron apareciendo las difusiones en el cine”.
Hidalgo es uno de los fotógrafos que vivieron el paso del cine al digital de rodaje en rodaje: “fue un reto y una evolución importante en mi trabajo, es adaptarse o morir, como todo en la vida. Yo ya venía trabajando el digital en mucha mayor proporción que el negativo, pero en Orol era una exigencia vital hacerse el príncipe del plug-in… Yo si creo que está bien bonito el romanticismo de la textura y si a mi me invitaran a hacer una peli en cine yo sería el más feliz pero yo creo que hay que adaptarse a las herramientas de hoy”.
Hidalgo no ve con nostalgia la desaparición del celuloide (todavía el año pasado trabajó una campaña de Jetta en cine): “El digital es una herramienta igual de versátil que el cine. Yo no me encapricharía nunca por defender el negativo si va en contra del proyecto. Si no se puede no se puede… El que no dio el brinco ya no dio el brinco. Me consta que hoy en día puedes imitar de una manera muy legal la textura del negativo, Orol es un buen ejemplo”.
Carlos me recibe en su casa, donde a media entrevista se acerca Sophia (el propio Hidalgo la introduce como “Sophia Loren Hidalgo”), una perrita pastor alemán belga que prácticamente me besa animosa y coqueta, familiar. Es un hogar acogedor, con vestigios de que hay niños en la casa. De hecho, el día que me recibe, él mismo se había tomado el día con calma. “Amo el cine” me dice, pero desde que nació su hijo, ha aprendido a valorar el tiempo que le dedica a sus seres queridos: “me gustaría poder vivir del cine todo el tiempo, pero es muy absorbente… Hago mucha publicidad porque me permite tener una calidad de vida importante, puedo ir por mi hijo a la escuela, llevarlo a la natación, cenar con mis amigos…”
Carlos Hidalgo se encuentra en plena preproducción de su siguiente película, en la que vuelve a hacer mancuerna con Sebastián del Amo. Se trata de “Cantinflas”, otro homenaje a un personaje del cine nacional sólo que “… ahora al héroe mexicano, al ícono”… A Hidalgo el proyecto le ilusiona, pero sobre todo volver a trabajar con Sebastián: “es un tipo al que le gusta escuchar: contrata un crew para escucharlo y para enriquecer su idea, es muy flexible, un buen contador de historias”.
Para Carlos, el guión de la película donde lo llamen a trabajar es fundamental, pero también: “cuando me invita un director con el que ya he trabajado y con él que sé que me entiendo y con el que sé que me río… para mi hacer cine y trabajar es reírse. Yo sí creo que los problemas por más difícil que estén en el set tienen que resolverse con una sonrisa. Para mí es muy importante la atmósfera del trabajo que ejerza el director que te escoge y que escoges”.
El espíritu familiar que ilumina a Hidalgo se extiende hasta su universo fílmico: “El director y el fotógrafo en general sí tienen que ser buenos amigos, sí creo que se establece un diálogo de comunicación y de intimidad que es difícil que se dé de otra manera. especialmente por el tipo de cine que se hace en México, un tipo de cine hecho en familia”.
Los retos con “Cantinflas” son nuevos, a diferencia de Orol donde se trataba de un proyecto personal de Sebastián: “aquí hay unos productores que afortunadamente quieren ver a esta película como negocio que es algo que falta mucho en el cine mexicano. La película tiene que estar bien contada, tiene que tener buena factura, tiene que ser interesante sí, pero además tiene qué vender… Y eso es un reto para Sebastián y para mí, porque no hemos trabajado en esa estructura de película, siempre es la de la patrocinada por ‘papá gobierno’ donde si no hace lana pues no hizo lana y que mala onda, donde no hay exigencia y aquí sí hay esa exigencia”.
¿Y la nominación al Ariel?, le pregunto, aunque es difícil interrumpirlo puesto que es un gran conversador: “Mi perspectiva siempre es trabajar por amor al cine, por amor a la historia, no trabajo para los premios ni para los festivales, pero cuando viene ese reconocimiento se siente muy bonito. Estar seleccionado entre los cinco de 65 fotógrafos de las películas que estuvieron compitiendo me parece un honor. Es una bella caricia al momento de madurez por el que estoy pasando porque ya no estoy tan chavito, llevo 25 años haciendo cine. Para mí es un reconocimiento a esa dedicación y a ese amor que le tengo a la imagen”.
Como buen fotógrafo que es, Carlos ya tiene en mente la imagen de lo que será este 28 de mayo en Bellas Artes: “Será una noche muy divertida, voy a eso, a abrazar a mis amigos, a compartir… Y pues al que le toque le tocará y que padre que le toque, lo abrazaré. Somos una comunidad bastante pequeña, nos conocemos todos, será una fiesta de familia, de amigos y la pasaremos padre esa noche”.
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