Por Ali López
Desde Guanajuato

El cine mexicano siempre ha tenido una puerta abierta en el Festival internacional de Cine Guanajuato (GIFF), por fortuna, esta puerta no es sólo de entrada por salida, sino que se vuelve escaparate para los talentos, y las producciones nacionales. Como muestra de ello, en este 20 aniversario, el festival programó una serie de trabajos realizados por importantes directores del cine nacional en sus primeros años; trabajos que fueron muchas de las veces proyectados por primera vez aquí, en Guanajuato. Cortometrajes de Valentina Leduc, Rodrigo Plá, Guillermo Arriaga, Serio Arau, Fernando Eimbcke, Michel Franco y Lorenzo Vigas, entre tantos otros, pueden ser vistos en esta Muestra.

Pero el apoyo que muestra el festival al cine nacional, no tiene que ver con nombres y apellidos, como lo muestra el Rally Universitario, que con su entusiasmo, pasión y talento, lograron concretar seis trabajos, en 48 horas, para esta novena edición del rally. Cortos que develan muchas de las características del cine actual, con historias centradas en la fantasía y la brutalidad de ser uno mismo ante el insipiente mundo que nos rodea. Momentos fantásticos que develan que el cine, en cuanto a la cualidad y calidad técnica, está cada vez más al alcance de todos.

Pero se necesita algo más que una cámara para lograr hacer cine, y este Rally universitario denota que el lenguaje audiovisual no está perdido, a pesar del avasallador relajo de videos en la web, las notas puntuales del buen —y del mal— cine siguen germinando.

Los seis trabajos presentados fueron: “Las candelarias” del Centro Universitario de la Costa, de Jalisco; “Guía básica para la muerte perfecta”, del Liceo de Querétaro; “Lucas el grande” de la Universidad Autónoma de Coahuila; “Otro Muerto” de la UNAM; “Los retratos de Simone” de la Universidad Autónoma de Nayarit y “Vanessa” de la Universidad de Lamar de Guadalajara.

En la Selección Oficial mexicana encontramos dos cintas netamente diferentes, pero que en sus caminos van otorgando similitudes en el discurso.

“Etiqueta no rigurosa” (Cristina Herrera | México | 2017) es un documental que habla sobre una pareja gay que busca contraer matrimonio en la ciudad de Mexicali, Baja California. Los impedimentos inmorales, impúdicos y corruptos de las autoridades del ayuntamiento harán que esta lucha no se vuelva sólo la lucha de una pareja, sino la de toda una comunidad en búsqueda de sus derechos.

El documental, me atrevo a decirlo, es uno de los mejores del año; guardando distancia de títulos como “Tempestad” o “La libertad del Diablo”, pero, a final de cuentas, otorgan un patrón común en el discurso contra el nepotismo mexicano. No pretende, jamás, ser un documental artístico y grandilocuente, y por eso encanta; pues es sincero, abierto e íntimo. Mucho ayuda las características de la pareja en cuestión; pero la película por sí misma, también se convierte en un personaje entrañable. Es franca y directa, da nombres y rostros de los responsables del encasillamiento moralino de la sociedad mexicana; los expone y ridiculiza, pero no por mala leche, sino porque contrapone sus mentes pequeñas y cerradas contra el gran mundo de la libertad y el amor.

Por otro lado, en la Selección de Ficción, nos encontramos con “Extraño pero verdadero” (Michel Lipkes | México | 2017) una historia onírica que muestra una Ciudad de México oscura y decadente, llena de sombras, desechos y muerte. Un grupo de recogedores de basura intenta sobrevivir, día con día, a los enfrentamientos internos y externos de ser outsiders sociales y civiles; un cadáver les da posibilidad de obtener dinero, pero los demonios avaros relucen ante este cambio.

Una versión (aún más) diluida de “La calle de la Amargura” de Ripstein; con paisajes, diálogos y tratamientos con tendencia decadente, pero que terminan por ser poco creíbles. No es que la historia no pueda suceder, y de hecho, la trama central en sí es interesante, pero el excesivo lenguaje poético termina por ser cansado; pues la película no es similar a algo hecho por Lav Díaz, lento y envolvente, sino que adolece de un barroquismo que desequilibra el contexto y la propuesta fílmica, que, siendo francos, posee pero no  es contundente.

[La sorpresa de la tarde fue “Me

gusta pero me asusta”, una comedia

romántica con tintes de la clásica

comedia ranchera mexicana…]

La sorpresa de la tarde fue “Me gusta pero me asusta” (Beto Gómez | México | 2017) una comedia romántica con tintes de la clásica comedia ranchera mexicana, que sin mayores aspavientos, y buscando siempre ser una película comercial y entretenida, logra su cometido.  Dos inadaptados, una chica citadina y un joven de Sinaloa, descubrirán que las apariencias engañan, y que para poder amar, más que ponerse una venda en los ojos, hay que quitarla.

La película conecta con el público, y mucho más en Guanajuato, pues retrata, sketch tras sketch, los prejuicios que hay sobre los estereotipos de la vida en provincia y de la capital mexicana. Juega siempre con las apariencias y, sobretodo, con el ideal mexicano del wanna be, pero que, a final de cuentas, no se puede olvidar de sus raíces campiranas. Juega sí, con los estereotipos, pero no los hace caricatura, sino que en esa misma farsa devela mucho de lo que como país intentamos  no ser, pero al final, sí que lo somos. No es una película para la crítica, ni, tal vez, para el mayoritario público de un festival, pero en las grandes audiencias tendrá mucha vida.

Por último, pudimos ver completa la sección Ópera Orbis, los tres proyectos en Realidad Virtual (RV) de directores mexicano impulsados por GIFF. “Péplum” de Roberto Fiesco, es un documental sobre un joven fisicoculturista su entrenamiento y el día de competencia.  Es este, tal vez, el más cinematográfico de los 3 trabajos, pues juega más con el corte, el posicionamiento de la cámara, y la perspectiva de la cámara en 3D, sin embargo, por lo mismo, resulta ser soso para la Realidad Virtual pues podría funcionar de la misma manera en esto u otra tecnología.

A diferencia de “La roca” de Juan Carlos Rulfo, documental sobre la búsqueda de una roca donde el padre del cineasta se sentó para una fotografía. Una búsqueda personal, pero que en su poética devela una trama universal. En este trabajo la Realidad Virtual cobra una real importancia, pues no sólo forma parte de la narrativa, como en el tercer corto “El beso” de Carlos Hagerman, sino que también es parte de la poética y estética visual que Rulfo propone. Un uso adecuado de las nuevas tecnologías que no sólo transportan el cine a otra plataforma, sino que lo reinventan y extienden.