Por Lorena Loeza

Andréi Tarkovski es uno de los genios cinematográficos más grande de todos los tiempos. Siete filmes bastaron para dar a conocer al mundo su particular visión a través del color, los sonidos y las imágenes, pero, sobre todo, a partir de un discurso a caballo entre lo filosófico y lo espiritual que pretendía dar sentido artístico a las más profundas inquietudes del ser humano.

“El Sacrificio” constituye su último filme y a decir de muchas personas, su testamento fílmico. Realizada mientras luchaba con un diagnóstico de cáncer terminal, la cinta fue estrenada en 1986 en el Festival de Cine de Cannes. En aquellos años, su discurso pacifista y de denuncia por la ausencia de espiritualidad en la sociedad contemporánea, se enmarcaba en el desastre de Chernobyl y los estertores finales de la Guerra Fría.

Sin embargo, hoy la cinta es mucho más profética que lo que parece a simple vista, con nuevas generaciones alejadas del pensamiento filosófico y cada vez más cerca del consumo como forma de alcanzar la felicidad. Quizás por ello resulta un buen momento para reestrenarla a partir de su restauración.

“El Sacrificio” (Offret, 1986), permite a Tarkovski redondear sus reflexiones acerca del mundo, la vida y la felicidad, que había desarrollado en cintas previas como “Stalker” (1979) o “Nostalgia” (1983). En esta ocasión usa sus inconfundibles planos largos para contarnos la historia de Alexander, un profesor de estética y arte que vive alejado en una isla con su pequeño hijo, y a quien conocemos cuando se dispone a celebrar su cumpleaños.

De corte intimista y profundo, y concebida como un híbrido entre la puesta teatral y la pieza dramática, la cinta inicia con la reflexión de la fe y el deseo de vivir por siempre mientras padre e hijo plantan un árbol, hablan de un relato acerca de la esperanza de vivir y ser recordado por siempre. Los demás personajes van llegando al relato, cada uno mostrando lo que aportará a la historia: amor, escepticismo, frivolidad, esperanza. Al tiempo, y como contexto, el director no recuerda que afuera hay una guerra que se presta a acabar con todo, incluso con este aislado paraíso.

Finalmente, el anuncio sucede: la televisión emite el mensaje de que la guerra ha estallado y que el mundo – que pareciera tan lejano- se desmorona. ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar para no perderlo todo? ¿Con quién pactarías, con Dios, como las figuras santas, o emularías a Fausto que pacta con el diablo? Este dilema se apodera del profesor en medio de sus dudas, temores, odios y esperanza.

Para muchas personas, el personaje de Alexander (el profesor) es el propio Tarkovski al final de su vida, recordando sus antiguas obsesiones. Y es verdad que por el trágico momento en que se filma la cinta, pareciera la más grande de las despedidas. Una vez que el tiempo de vida parece que se acaba ¿qué estás dispuesto/a a sacrificar? ¿a quién pedirle un milagro o un oscuro intercambio estando en el límite de la existencia?

Como el propio Tarkovski afirmaba, el cine que él hacia no ofrece respuestas concluyentes. Le deja a las y los espectadores el trabajo de la reflexión, el asombro y la conclusión. Un legado que agradecemos viviendo como estamos, en un mundo que cada vez menos se detiene a pensar en las grandes preguntas que nos permitieron interpretar al mundo y nuestra propia existencia.

El sacrificio

(El sacrificio, Suecia, Francia, 1986, Dur.: 149 mins.)

Director: Andrei Tarkovski Dir. Fotografía: Sven Nykvist  Música original: Piezas de Johan S. Bach y Watazumido-Shuso. Edición: Andréi Tarkovskiy y Michał Leszczyłowski.. Con: Erland Josephson (Alexander), Susan Fleetwood (Adelaide), Allan Edwall (Otto), Guðrún S. Gísladóttir (María), Sven Wollter (Victor), Valérie Mairesse (Julia), Filippa Franzén (Marta)..  Productor: Anna-Lena Wibom. Productora: Svenska Filminstitutet, Faragó Film, Argos Films. Clasificación: B.