Por Hugo Lara
La zona de Buenavista-Nonoalco fue por muchos años un referente de la miseria de la Ciudad de México. Entre las décadas de los treintas y los cincuenta del siglo XX esta región de la ciudad creció a la sombra de lo antigua estación de ferrocarriles, la Estación de Buenavista, inaugurada en 1873, que se mantuvo en operaciones hasta fines de 1958 cuando fue demolida para iniciar la construcción de la nueva estación en un área aledaña.
En sus inmediaciones proliferaron comercios de toda índole (hoteles, restaurantes, cantinas, prostíbulos) para atender a los empleados ferrocarrileros y a los viajeros de paso, además de que muchos de los migrantes que llegaban a la ciudad se establecieron en improvisadas viviendas de cartón, cada vez en mayor número, como se deja ver en cintas como Los Olvidados (Luis Buñuel, 1950), en Víctimas del pecado (Emilio Fernández, 1950) o en El Muro de la Ciudad (José Delfoss. 1964).
Además de la estación, que hoy ha cedido parte de su espacio para la construcción de la megabibiloteca José Vasconcelos, otro de los símbolos de la zona es el famoso Puente de Nonoalco, una de las primeras obras viales modernas de la ciudad, ancestro de los segundos pisos y de los distribuidores viales diseñados para procurar accesos rápidos a los automóviles.
El Puente de Nonoalco representó en la conciencia colectiva una seña de que la ciudad contraía la envergadura pero igual los problemas de las grandes urbes del mundo. Es así como se percibe en filmes como A la sombra del puente (Roberto Gavaldón, 1946), en el thriller La mujer y la bestia (1958) y en Del brazo y por la calle (1955), donde existe una conexión orgánica entre el drama de los personajes y el entorno de miseria que determina sus destinos. (Del libro Una ciudad inventada por el cine, Hugo Lara Chávez, Cineteca Nacional, México, 2006)