Por Hugo Lara
En el Zócalo capitalino, la principal plaza de este país, están representados los poderes que han determinado la historia de México. Uno de ellos es el religioso, que toma forma a través de la monumental Catedral Metropolitana, sede del Arzobispado de México, un proyecto de Claudio de Arciniega que tardó 240 años en acabarse, entre 1573 y 1813. Su riqueza artística, su cúmulo de estilos y de detalles combinan el barroco, el churrigueresco, el morisco, lo que forman un conjunto imponente y maravilloso, lleno de historia.
En el amplio catálogo de referencias cinematográficas a esta edificación, puede citarse la célebre secuencia de Él (Luis Buñuel, 1952), donde el personaje que encarna Arturo de Córdova sufre en el campanario uno de sus accesos de locura e intenta estrangular a su mujer.
Por otro lado, en El Milusos (Roberto G. Rivera, 1981) se alude a la tradicional y patética fila de desempleados que se forman a las afueras de Catedral para ofrecer sus servicios de plomería, albañilería y otros oficios.
Más lúdica —e irreverente en cierto grado— es la imagen de Germán Valdés Tin Tan en El revoltoso (Gilberto Martínez Solares, 1950) escalando como hombre-mosca por la fachada de la Catedral, hasta ascender a la cruz más alta y pararse de cabeza, donde el comediante se da su tiempo para hacer malabares a la King-Kong en el Empire Sates.