Por Manuel Cruz
Querer a alguien esta difícil. A tal extremo, que probablemente por eso existen las telenovelas: el mismo cuento de desamor transformado en pasión al final, repleto de rubios sobre-oxigenados cuya sensibilidad (por no decir sentimentalismo) es proporcional al tamaño de sus biceps, y mujeres que, en vez de tener un momento de claridad y organizar una convención de lesbianas anti-galanes (cosa que probablemente aumentaría el ya notable porcentaje de audiencia) optan por sufrir, patalear y llegar al borde del suicidio, con tal de conseguir a su príncipe azul y vivir felices… por el siguiente capítulo, ya que el ciclo se repite una y otra vez. Querer a alguien está difícil, y muchos ejemplos en la ficción (algunos excelentes, otros horribles) se han encargado de que parezca sencillo y, sobre todo, siempre alcanzable.
Quizá este sea un terreno familiar para Armando Hernández y Ximena Romo (finalmente, muchos actores trabajan en ese amplio mercado) pero no en “Amaneceres Oxidados”, una cinta que parece reemplazar a la cursilería y falacias del destino en favor de una historia fuerte, pero genuina.
Hernández da una actuación extraordinaria como Alejandro, el cajero de un supermercado pequeño y constantemente vacío. Pese a los fracasados intentos de amistad que realiza su jefe Hernán (Ari Brickman), Alejandro vive en su propio mundo: uno hecho de música interior y rutinas usuales con su hermano Andrés (Alan Chávez), quien considera al sexo online como algo más importante que la vida real. Es una serie de gags que espera llegar a su límite con la aparición de Andrea (Ximena Romo) la nueva empleada del super y objeto de atención para él.
Es fácil descubrir que Alejandro es raro: sus juegos para medir que tan rápido llega un objeto en la barra de compras, la velocidad de sus palabras y la postura podrían hacernos creer que Armando Hernández interpreta a un retrasado mental o un autista.
Seguramente es verdad, pero yo encontré algo más sutil: y es que los primeros encuentros con el deseo están plagados de tics ansiosos: manos sudadas, tartamudeos y una desorientación general. Para no sonar como un cuasi-psiquiatra; querer a alguien es una sensación estupidizante, y Alejandro es la viva realidad de todos los que no somos Brad Pitt, como Andrea es todas las niñas no fresas del mundo: consciente y enigmática.
Es un estira y afloja que el director y guionista Diego Cohen maneja con una extraordinaria tensión hasta su final. Frente al enamoramiento, esta película ni lo hace ver como una tragedia, pero tampoco como algo fácil: se asemeja a un puñado de encuentros y recuerdos por los que todos han pasado. Y personalmente, me gusta saber que tal cosa existe en el cine nacional ahora.
“Amaneceres Oxidados”, Diego Cohen, México, 2010.
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