Por: Ali López
Karen Shakhnazarov nos presenta una nueva entrega de Anna Karenina, con “Anna Karenina: la historia del conde Vronsky” (Rusia-2017), una adaptación, a forma de flashback y meta ficción, que mezcla la historia clásica de León Tolstoi con “La guerra japonesa”. Naciendo como una historia para la televisión, encuentra en la pantalla de cine una forma de proyectarse alrededor del mundo. Siendo así, una opción grata para encontrarnos con el cine ruso, que tan lejano, y cercano, es a nuestra cinematografía.
Desde los primeros minutos de la película, sabemos a lo que nos enfrentamos. Una pictórica en movimiento, como si el romanticismo de Delacroix aprendiera a manejar una cámara de cine; planos largos, que evaden el corte y que tras la hermosura estética de la luz flotante, el vestuario soberano de la vieja Europa y los rostros enjutos de cupidos carnales, se esconde lo más cruento y mundano de los sentimientos y sensaciones humanas.
Porque en la guerra y en el amor todo se vale, y eso es lo que Tolstoi, mundanamente, ha dejado a quienes intentan imitarlo. Pero más allá, en lo profundo, hay debates que bien podrían ser bíblicos, pues enfrentan nociones que creamos natas, pero son constructos de años de sociedades e historias. Preceptos tan actuales como la relaciones de poder, de género, el estatuto social y hasta de identidad sexual. Todo ya se encontraba en la obra rusa, y el cine, a veces más a veces menos, nos ha dejado verlo.
¿Por qué ver otra adaptación de Anna Karenina? Simplemente, porque vale la pena. Porque nos ayuda a entender el traspaso de una época a otra, cuando la modernidad iniciaba, y porque nos deja ver este espejismo posmo; pues aunque hay acciones que se han abandonado, algunas otras perviven, y por eso, nos atrapa y enfrenta de inmediato. Anna, bella, fémina y fuerte, se parece tanto a personajes nuestra era; aunque como superheroína es mucho más humana y certera. En ella no hay atisbos de extensiones humanas, sólo pureza carnal y espiritual, se tiene que enfrentar a la vida, como todos, desprovista de poderes sobrehumanos.