Por Hugo Lara Chávez
Desde Los Angeles

Pongámoslo así: las instituciones están corrompidas; las autoridades se confunden con los criminales y su poder amenaza la seguridad de los ciudadanos comunes, ignorantes de los tejes-manejes del hampa. Éstos no son los encabezados de un periódico nacional, sino las premisas de Asalto al precinto 13 (Assault on Precinct 13) —nueva versión del filme de culto dirigido por John Carpenter en 1976—cuya trama revuelve a delincuentes con policías para crear una sanguinolenta ficción que lleva tatuada en su trama la paranoia de la época post-9/11, donde los peligros pueden venir de donde sea.

Si fuera una película mexicana podría llamarse ‘Asalto a la prisión de Apatzingán’ o ‘Motín en Almoloya’, y sería un documental. Pero lo cierto es que este Assault on Precinct 13, ambientada en Detroit ydirigida por el francés Jean-François Richet, es más verosímil y entretenida que nuestra triste realidad, pues administra con solvencia sus componentes de tiempo-espacio hasta forjar tensión con una congruencia por arriba de la norma en esta clase de película, además que conserva una buena dosis de violencia como principal referente de la película original. Por añadidura, en esta producción franco-estadounidense se ha puesto al servicio del director el buen oficio de cuatro actores con cartel: Ethan Hawke, Laurence Fishburne, Gabriel Byrne y John Leguizamo, acompañados por el veterano Brian Dennehy y el rapero Ja Rule, así como por María Bello (Coyote Ugly) y Drea de Matteo (Los Sopranos), en los roles femeninos.

Cirugía de un refrito

El guionista James de Monaco ha hecho un buen trabajo de cirujano, pues ha extirpado la médula del relato original, la ha trasladado con higiene y la ha injertado en medio de otro organismo vivo. Las costuras se notan poco, de suerte que este Assault on Precinct 13 posee arterias propias que hacen funcionar su metabolismo, con base en un héroe atormentado, el oficial Jake Roenick (Hawke), movido por una crisis de culpa (fundada con corrección en el preámbulo del filme). Otro de los personajes, el delincuente que encarna Fishburne, es un hombre que, a pesar de su condición, posee un código de honor que lo establece como una especie de redentor del oficial Roenick.

Por otra parte, el director y el guionista plantean una ambivalencia de carácter moral sobre el hecho de que los villanos provienen de adentro del sistema, un grupo de policías transas de Detroit, encabezados por un jefe visible (Byrne). Esta resulta ser una notable diferencia con respecto al filme original, donde los villanos son unas pandillas de Los Angeles sedientos de violencia, que se mueven en masa, sin líder y sin mostrar bien a bien sus rostros. 

Sangre que salpica

De la película de 1976 es inolvidable la escena en la que una pequeña niña con un helado en la mano es asesinada brutalmente por un pandillero, una de las imágenes más crueles en la historia del cine. Aunque esta escena no existe en la versión de 2005, el director Richet ha decidido con acierto respetar el poderío de la violencia explícita y, sin llegar al gore de 24 quilates, expone al espectador a descargas de adrenalina en la forma de salpicaduras de sesos, estallidos de sangre y compulsiones de euforia asesina. Pero, además, le ha dado volumen a los personajes, les ha procurado motivaciones convincentes, y a algunos de ellos los ha provisto de sutilezas que les aseguran una identidad, así sea el golfillo marrullero que interpreta Leguizamo ouna custodia de aspecto hombruno que anda por ahí. Al final del día, la cinta encuentra cierto parentesco con el cine policiaco de los ochentas, como El año del dragón (1985), Arma Mortal (1987)o Duro de Matar (1988). Assault on Precinct 13 muestra credenciales de ser una buena reinterpretación y también una creación genuina.

El poder latino de John Leguizamo

Es un tipo menudo, con brillo en los ojos. Este hombre nacido en Colombia sonríe todo el tiempo y parece que disfruta su encuentro con la prensa. John Leguizamo es uno de los actores latinos con más fuelle en Hollywood, especialmente desde su papel de Toulouse-Lautrec en Molin Rouge: Pasión en rojo (2001), si bien además lo respalda una larga filmografía que inició en 1985. Y aquí les roba cámara  a sus compañeros

 “El aspecto político del filme es algo que me gustó mucho —asegura con desenfado—, sobre todo si se mira lo que está pasando en el mundo y en Estados Unidos. Todo es contradictorio, los tipos que dicen ser buenos no lo son tanto y los malos tampoco”. Leguizamo remarca su interés de participar en producciones que deslicen este tipo de cuestionamientos y de su gusto de trabajar al lado del director Richet, un hombre muy politizado como buen francés que es, dice.  “Esta expresión política de alguna forma le dio origen a mi personaje —platica—, un chico listo, pobre, que no pudo ir a la universidad, inconforme y marginado, afectado por las drogas, lo que explica su activismo y su rebeldía contra la sociedad y la autoridad”.

Se ha mencionado que Leguizamo tomaría parte en un filme sobre la matanza de Tlaltelolco, en el que compartiría créditos con Vannesa Bauche. De confirmarse, sería una buena ocasión para apreciar su trabajo en un entorno político que nos toca muy directamente.

 Asalto de curiosidades

  • El maleante Bishop, el personaje que interpreta Fishburne, tiene el mismo nombre que el policía de la cinta de 1976. El enroque sucede también con el tipo físico de los protagonistas: en aquella cinta el policía era de raza negra y el delincuente caucásico.
  • John Carpenter realizó con medios independientes Masacre en la crujía 13, su segundo largometraje,sóloantes de su mayor éxito, Halloween (1978), en la que desbocó su gusto por el horror y el gore.
  • Carpenter emuló en Masacre en la crujía 13 a uno de sus western predilectos,  Rio Bravo (1945) de Howard Hawks. De esta forma, inauguró un subgénero conocido como western urbano.
  • El director francés Jean-François Richet no hablaba inglés antes de filmar esta cinta, de suerte que los productores lo enviaron seis meses a Brooklyn para prepararlo.

Decálogo del cine de culto

Si tu película favorita reúne cinco de las siguientes condiciones, alégrate –o preocúpate, según sea el caso—, es posible que sea una película de culto.

  1. Minoritaria: Es admirada por una feligresía de enajenados (“Aún no conozco a nadie que le guste tanto como a mí y a la banda del chat”)
  2. Transgresora: Trata subversivamente ciertos aspectos de su contenido (“Si se enterase de lo que veo, mi vecina pondría triple chapa en su puerta”)
  3. Incomprendida: Ha sido ignorada por el gran público (“Es un alivio que no le guste también a mi primo el Rafis”)
  4. Vanguardista: Ha innovado en algún aspecto narrativo, técnico o formal (“Quizás el Rafis la entienda en un futuro. No les prometo nada”)
  5. Modélica: Ha influido en otros directores al cabo de cierto tiempo (“Es la misma gata pero revolcada”)
  6. Independiente: Fue financiada con modestos recursos fuera de la industria. (“O sea que ni la maldita idea de cómo se llaman los actores”)
  7. De autor: Fue dirigida por un cineasta aún no consolidado en su momento (“¡Yo lo descubrí antes de que se hiciera famoso!”)
  8. Repetible: Mereció una nueva versión de Hollywood al cabo de unos años. (“Al Rafis le pareció muy original El Planeta de los Simios ¡Pero la de Tim Burton!”)
  9. Imperfecta. Sus mejores atributos hacen pasar por alto sus graves errores (¡No me importa que se vean los hilos mientras me salpique de sangre!)
  10. Inaccesible: Nunca estará en el catálogo de Blockbuster (“Y si está, será en VHS”)

Sinopsis

Noche de año nuevo. El oficial Jake Roenick es comisionado para custodiar una pequeña estación policíaca, en los suburbios de Detroit, que está a punto de ser cerrada definitivamente. En compañía de una secretaria y un policía veterano, Roenick se ve obligado a recibir a unos guardias que trasladan a un peligroso gangster y a otros reos hacia una prisión federal, pues una nevada les impide seguir su camino. De forma inesperada, Roenick debe organizar a policías y presidiarios para enfrentar a un misterioso comando armado que asedia el solitario edificio.

Por Hugo Lara Chávez

Investigador, escritor y cineasta, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Artes (2023). Egresado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad Iberoamericana. Ha producido el largometraje Ojos que no ven (2022), además de dirigir, escribir y producir el largometraje Cuando los hijos regresan (2017) y el cortometraje Cuatro minutos (2021). Fue productor de la serie televisiva La calle, el aula y la pantalla (2012), entre otros. Como autor y coautor ha publicado los libros Pancho Villa en el cine (2023), Zapata en el cine (2019) en calidad de coordinador, Dos amantes furtivos: cine y teatro mexicanos (2016), Ciudad de cine (2011), *Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-2011* (2011), Cine y revolución (2010) como editor, y Cine antropológico mexicano (2009). En el ámbito curatorial, fue curador de la exposición La Ciudad del Cine (2008) y co-curadór de Cine y Revolución presentada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (2010).En el ámbito periodístico, ha desarrollado crítica de cine, investigación y difusión cinematográfica en diferentes espacios. Desde 2002 dirige el portal de cine CorreCamara.com. Es votante invitado para The Golden Globes 2025.