Por Laia Cabuli
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“Blancanieves” (Snow White, 2025) intenta actualizar sin éxito el clásico cuento de los hermanos Grimm, sobre una hermosa princesa que, acosada por una reina celosa, busca refugio en la casa de siete enanitos en la campiña alemana.

La primera vez que la historia de esta princesa fue llevada al cine fue en 1937 con la icónica película animada de Disney, “Blancanieves y los siete enanitos”. Esta versión adaptaba de manera clásica el simple argumento del cuento de los hermanos Grimm, siguiendo los parámetros de la época. Con el tiempo, han surgido otras adaptaciones que han dado su propia visión de los hechos. Entre las más destacadas están “Blancanieves y el Cazador” (Snow White and the Huntsman, 2012), que presenta una versión más oscura y adulta de la historia, y “Espejito, Espejito” (Mirror Mirror, 2012), que, aunque también se basa en el cuento, no se toma tan en serio ni es tan infantil.

Ahora, en medio de la obsesión de Disney por realizar remakes live action de sus películas más queridas, llega “Blancanieves”, con la intención de contar la historia de este emblemático personaje de una manera diferente, centrándose más en el punto de vista de la princesa y menos en los siete enanitos que la acompañan.

En un principio, el filme se presenta como un musical, un recurso clásico de este tipo de películas que debería complementar la trama de manera sutil. Sin embargo, en este caso, el musicalismo actúa más como relleno que como una verdadera alternativa narrativa. Las canciones, que al principio resultan simpáticas y le dan un giro a la historia, terminan siendo excesivas y agotadoras hacia la mitad de la película. Esta sobrecarga musical responde a la necesidad del guion de alargar la trama para diferenciarse del material original, pero las canciones se sienten vacías y se introducen en momentos innecesarios.

El guion también intenta ser accesible para el público infantil, lo que lleva a que algunos puntos clave de la trama se minimicen para no incomodar a los espectadores más jóvenes. Uno de los mayores perjuicios de esta decisión es la transformación de la Reina Malvada, que se reduce a una aparición fugaz que pasa desapercibida.

Aunque la historia en sí no presenta tantas modificaciones, uno de los cambios más destacados es el desarrollo del personaje de Blancanieves. A diferencia de otras adaptaciones, aquí se enfatiza su bondad y amabilidad, aunque eso la lleve a tomar decisiones poco realistas y algo ridículas. La interpretación de Rachel Zegler logra captar la esencia del personaje de forma entrañable para el público infantil. Por otro lado, el personaje de la Reina Malvada no recibe el mismo tratamiento. Sus pocas apariciones no son suficientes para desarrollar una figura imponente, y la floja actuación de Gal Gadot no logra transmitir la autoridad ni la maldad del personaje, lo que hace que su presencia se quede en un intento fallido de antagonismo. Otro cambio importante es la sustitución del príncipe por Jonathan, un simple bandido que cumple el rol de interés romántico, pero sin la grandeza del personaje clásico.

Como suele ocurrir con los remakes live action de Disney, “Blancanieves” no se salva de un apartado visual completamente generado por computadora. Desde el bosque en el que la protagonista queda varada hasta los siete enanitos, todo parece digitalizado, lo cual no siempre tiene el efecto deseado, especialmente en el caso de los enanitos, que, al principio, resultan incluso aterradores.

“Blancanieves” es una de las peores adaptaciones realizadas hasta la fecha. La película resulta completamente aburrida y monótona, con personajes que se vuelven insignificantes en su intento por hacer más hincapié en la ridícula personalidad de la princesa, y una explotación innecesaria del género musical que termina siendo vergonzosa.