Por Samuel Lagunas

En la segunda secuencia de “Cómo ser un latin lover” (Ken Marino, 2017) un bien tonificado Vadhir Derbez surge de las aguas de una alberca, igual que si fuera Afrodita en su versión masculina. Se trata de Máximo haciendo gala del instrumento que lo ha llevado a cumplir el sueño que tuvo desde niño. Húmedo del cuerpo y seguro de sí mismo, Máximo se aproxima a Peggy (Renee Taylor, mejor conocida como la mamá de Fran en “La niñera” [1993-1999]), una mujer entrada en años y “forrada” de billetes: una presa nada desdeñable que le resolvería la vida a cualquiera. Dos décadas más tarde, Máximo, ahora protagonizado por Eugenio Derbez, se despierta cada mañana a lado de una cada vez más atrofiada Peggy, de quien ha conseguido los más ampulosos obsequios que puede proporcionarle tan pizpireto trabajo. Pero una nueva aventura de Peggy dejará a Máximo literalmente en la calle y en la encrucijada de continuar sus sueños o reinventarse por completo. Sin nadie más con quien quedarse, Máximo acudirá con su hermana Sara (Salma Hayek), viuda y madre ensimismada, y a su pequeño sobrino (Raphael Alejandro) que lucha a su vez por superar la pérdida de su padre y anhela candorosamente entablar una conversación con Arden (Mckeena Grace), la niña de sus sueños y nieta de la millonaria Celeste (Rachel Welch).

Tras su migración a Estados Unidos y después de haber participado como médico en la cinta tan cristiana como mediocre “Milagros del cielo” (2016), Derbez continúa su estancia en suelo americano con una comedia que gira exclusivamente en torno a su ya casi obsoleta figura fabricada en los estudios de Televisa. El que en otro tiempo fuera director del programa de sketches “Derbez en cuando” (1998-1999) debutó como director de largometrajes en 2013 con “No se aceptan devoluciones” (2013), cinta donde logró compaginar eficazmente la comedia con el melodrama. Los gags y los puntos de giro en la trama que resultaron efectivos en ese momento vuelven a ser usados en “Cómo ser un latin lover” pero ya no consiguen la carcajada del espectador, sino, a lo mucho, una sonrisa instintiva y fugaz. El argumento de Chris Spain y Jon Zack, además, es idéntico: un hombre cuarentón, sin compromisos de ningún tipo, se enfrenta a una inesperada situación donde debe aprender a tomar decisiones con responsabilidad. El hombre, además, vive acosado por la ausencia del padre de quien queda sólo una severa lección moral que acaba demostrando tener alguna utilidad en su propia experiencia como padre. En el caso de “No se aceptan devoluciones” la moraleja tenía que ver con superar los miedos; en cambio, en “Cómo ser un latin lover” la lección sobre los frutos del trabajo es mucho más ambigua y no precisamente en el buen sentido del término. El cierre de la fábula deja en escena a un Máximo desempeñando el mismo oficio, sólo que ahora utiliza sus influencias para favorecer a los suyos: guiño autobiográfico. Derbez ha dicho que, en tiempos como los de la era Trump, varios mexicanos están tomando su película como bandera; espero que aquello no sea cierto ya que, de serlo, se continuarán reproduciendo estereotipos perniciosos y racistas: que si los mexicanos se roban a las mujeres de los gringos, que si los latinos sólo son objetos sexuales, que si los mexicanos cruzan sólo para quedarse con el dinero de los gringos.

Se ha mencionado, y con razón, que “Cómo ser un latin lover”, película debut del director Ken Marino,  parece una imitación de cualquier película de Adam Sandler y una latinización de aquella de por sí desafortunada cinta protagonizada por Rob Schneider “Gigoló por accidente” (1999). En esta estela de comedias hechas a la medida de un actor o de un grupo de actores, “Cómo ser un latin lover” luce desgastada, simplona y mal dirigida: los gags no sorprenden y lo que ya sabemos que va a ocurrir con la historia tarda demasiado en ocurrir, esto último entorpece el ritmo de la cinta y la vuelve aburrida. Las actuaciones secundarias de Salma Hayek y de Raphael Alejandro tampoco contribuyen a que la cinta mejore. Con Salma, todo indica que Derbez se preocupó más por juntar nombres que atrajeran audiencia (eso también lo hace Sandler), que con personas que realmente aportaran algo a la cinta. Respecto al niño Raphael Alejandro (esforzado, sí, pero insuficiente), Derbez demuestra que su otrora innegable habilidad para encontrar pequeños actores también se ha atrofiado. Sobre todo, “Cómo ser un latin lover” revela su egoísmo y su fracaso en los “bloopers” que acompañan los créditos finales. En ellos, actores, actrices y extras lucen joviales y con grandes sonrisas. Lástima que de este lado de la pantalla, no la hayamos pasado tan bien.

“Cómo ser un latin lover”, aunque es una producción de Estados Unidos, no es una buena noticia para el cine mexicano que se hace en suelo nacional ni allende las fronteras. Desafortunadamente, películas como ésta, construidas para satisfacer el ego de un protagonista (y de su círculo familiar o de amigos) son cada vez más recurrentes en la industria. Pienso, por ejemplo, en la ópera prima de Demián Bichir “Un cuento de circo & a love song” (2016) estrenada en el FICM 2016; ambas, con repartos transfronterizos, están llenas de halagadores primeros planos y de secuencias innecesarias, pero vacías en cuanto a contenido y forma. Desearía que ambas cintas, en un futuro, fueran sólo una anomalía y un mal episodio en la historia del cine mexicano, pero supongo que habrá de ocurrir todo lo contrario. Hay que buscar las risas y los dramas en otro lado.  

Ficha técnica:

Título original: How to be a latin lover. Año: 2017. Duración: 115 min. País: Estados Unidos. Dirección: Ken Marino. Guion: Chris Spain, Jon Zack. Música: Craig Wedren. Fotografía: John Bailey. Edición: John Daigle. Reparto: Eugenio Derbez, Salma Hayek, Rob Lowe, Kristen Bell, Raquel Welch, Rob Corddry, Rob Riggle, Michael Cera.