Por Manuel Cruz
Las grandes ideas suelen nacer a la sombra del riesgo. Y una vez plasmadas en forma, la raíz de su intención es capaz de prevalecer en aquellos que la observan. Las grandes ideas abren un sinfín de posibilidades, y de significados.
¿Por qué? es una pregunta que se repite en “De tal padre, de tal hijo”, la obra más reciente de Hirokazu Koreeda y ganadora del Jury Prize en el último festival de Cannes. Estoy suponiendo que “La vida de Adéle” (a ser criticada próximamente) tiene tal nivel de majestuosidad que por eso obtuvo la Palma de Oro en vez de esta cinta, una de las mejores del año, y contendiente a ser recordada como un clásico. Es una película que funciona detrás de una gran idea: ¿qué pasaría si una pareja de clase alta descubre un día que su hijo de 6 años no es en realidad suyo, y la verdadera familia de ese niño adopto al hijo que realmente les pertenece? Es una premisa repleta de giros de tuerca que no serán mencionados aquí, a reserva de que el espectador vaya a verla. Pero si vale la pena mencionar el contexto en que se desarrolla: Ryota (Masaharu Fukuyama) es un exitoso empresario de orígenes misteriosos. Junto a su mujer Midori (Machiko Ono) se dedica a criar a su hijo Keita (Keita Ninomiya), a golpe de escuelas privilegiadas y nociones de continua superación y fuerza, so pena del fracaso. Como se mencionó antes, toda su estructura comienza a derrumbarse cuando el hospital donde nació les informa que el niño no tiene relación biológica con sus padres, y su familia de origen es una numerosa y trabajadora, de barrios muy alejados al lujo y “honor” donde creció Ketia.
El honor es un tema notable cuando el director y guionista Koreeda aprovecha la premisa para hacer una crítica incisiva de las diferencias de clase en Japón, y el principio potencialmente falaz pero bien creído de que tener más equivale a ser mejor persona. Mientras la familia de Ryusei (Shôgen Hwang), hijo biológico de Ryota y Midori, sirve como excelente palanca cómica en la historia, el mismo Ryota cuestiona el significado de semejante transición: no sólo su hijo de 6 años constituye una mentira, ahora debe quedarse con el verdadero, y Midori enfrenta la posibilidad de dejar de amar a uno, a favor del otro. ¿Por qué tiene que ser así? Visto desde un ángulo racional, hace perfecto sentido que uno escogiera a su hijo biológico a cambio de un adoptado… en teoría la sangre es aquello que marca la cercanía en las familias, pero el corazón funciona de otra manera. Es una transición que en tiempo de cine equivale a una vida, como si esto verdaderamente le estuviera ocurriendo a la audiencia. Sin embargo, ni un solo minuto está mal empleado.
El hecho de que ocurra en Japón, y se apegue a las formas y tradiciones que ocurren en el país colabora mucho a la verosimilitud y tratamiento emocional en la cinta: hay una sutileza en el comportamiento de todos los personajes (especialmente Ryota) frente a un dilema así, que elimina preferencias morales o aceleración en la historia a favor de conmover rápidamente. La comparación es inevitable: si Hollywood se hubiera hecho de la historia (y con el notable éxito internacional de la cinta, son capaces), probablemente estaríamos viendo una película con Mel Gibson en la portada y una forma, finalmente occidental de encarar las situaciones, incluyendo un juicio donde los buenos triunfan al final y los niños reconocen sus raíces, como un acto de magia hábilmente creado por republicanos en favor de la familia nuclear… pero aquí la pregunta es a quién amas más, y porque debería cambiar eso en favor de la sangre.
“De tal padre, tal hijo”, es una combinación notable frente a la idea (a veces verdadera) de que todo se repite y ya no hay agua nueva en el pozo: es una premisa verdaderamente ingeniosa con ejecución muy cercana a la realidad, la única manera para lograr su efecto intencionado: esta llena de actuaciones excelentes (se debe mencionar especialmente a Masaharu Fukuyama como Ryota), una fotografía panorámica que muestra el Japón actual sin retoques y, otra vez, una gran idea, que prevalecerá por mucho tiempo.
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