Por Samuel Lagunas

Tras una larga espera, el viernes 25 de agosto se estrenó en Netflix la más reciente adaptación de “Death note”, aquel manga escrito por Tsugumi Ohba entre los años 2003-2006 que fuera convertido en anime casi de inmediato por Tetsur? Araki y que ya contaba con tres versiones live-action dirigidas por Sh?suke Kaneko. Desde el anuncio de Adam Wingard como director definitivo de la adaptación, los descontentos por gran parte de los fans se hicieron mayores. Y es que, tras barajearse el nombre de Gus Van Sant como posible director, el anuncio oficial de Wingard dibujó una estela de incertidumbre sobre la que, no obstante, siguió siendo una de las producciones más esperadas de Netflix.

Wingard consiguió el reconocimiento oficial con su cinta “Tú eres el próximo” (You’re next, 2013) y su habilidad para amalgamar géneros en “El invitado” (The guest, 2014) le permitió cosechar críticas bastante positivas. Sin embargo, con “La bruja de Blair” (The Blair witch, 2016), secuela/reboot de la cinta icónica de 1999 “El proyecto de la bruja de Blair”, aquella fama comenzó a decrecer. Y con razón. En “La bruja de Blair” no se encuentran ninguno de los elementos que habían distinguido el cine previo de Wingard: deslizamientos conscientes entre la comedia y el horror, secuencias de acción en un estilo retro, atmósferas sicodélicas y un uso paródico de la banda sonora. En ese momento, los críticos mencionaron que el mayor fallo de “La bruja de Blair” era parecerse demasiado a su antigua predecesora. Con “Death note”, Wingard trata de enmendar esa doble equivocación aunque, en ese intento, hasta ahora ha obtenido más detractores de los que se esperaban.

La cinta cuenta la historia de Light (el galán de chick flicks Nat Wolff), un nerd preparatoriano, hijo de un oficial de policía y una madre asesinada, que obtiene ganancias extras resolviendo las tareas de sus compañeros al mismo tiempo que contempla añorante a la porrista Mia (Margaret Qualley). Sin razón aparente, un viento azota la preparatoria y a los pies de Light cae una misteriosa libreta precedida por numerosas instrucciones: se trata de la “Death note”. La escena en la que Light descubre los poderes homicidas del cuaderno así como al ser sobrenatural Ryuk (William Dafoe) que lo custodia resulta tan provocativa como chocante para el acérrimo fan del anime. Si de por sí, ver al eminente Light convertido en un defensor antibullying es desalentador, observar su despavorida reacción ante el Shinigami y la secuencia importada de “Destino final” (James Wong, 2000) donde muere el buleador contradice y aplasta todas las expectativas que se albergaban de la adaptación.

Los minutos siguientes refuerzan esa distancia entre ambos productos: el Light de Wingard se parece más a Peter Parker que al Light Yagami del manga y su de pronto facilísima relación con Mia es vaciada del carácter obsesivo y patológico que unía a “Kira” con Misa Amane. Los personajes de “L” (Lakeith Stanfield), ahora en su versión afroamericana, y de su protector Watari (Paul Nakauchi), aunque resultan mucho más cercanos al anime que el resto del elenco y del argumento inicial, no encajan de inmediato en el planteamiento de Wignard.

Al igual que en “La bruja de Blair”, en “Death note” el inicio de la cinta es bastante flojo y parece pensado únicamente para sentar una postura frente al anime en vez de ocuparse en construir personajes propios y sólidos. Todo el primer acto de la cinta, en este sentido, resulta más anecdótico que sustancial. Sin embargo, la cinta corrige afortunadamente su camino cuando decide enfocarse en el conflicto central despojándose de la trama ególatra-conspiranoica que sólo se asomó en la cinta de Wingard como pretexto para introducir a “L”. Cuando éste descubre la identidad de “Kira”, Mia está convencida de que debe ser ella quien posea libreta y no Light, sin embargo, hay entre ellos un romance que estorba a ambos pensar con claridad. Para la resolución de este nudo es que Wingard decide recuperar algo del carácter excesivamente cerebral y aferradamente deductivo que caracterizaba al anime. Supongo que para los fans fue demasiado tarde.

Pero “Death note” no es una adaptación desastrosa como sí lo fue “La vigilante del futuro” (Rupert Sanders, 2017) que, tratando de mantenerse seria frente a la estupenda “Ghost in the Shell” (Mamoru Oshii, 1995), acabó siendo una cinta tediosa y repetitiva. “Death note” en cambio, es capaz de distanciarse lo suficientemente de su matriz y autocolocarse como lo que es: una entretenida broma que conscientemente deforma el anime hasta romperlo. Está claro que no hay aquí una reflexión sobre los límites de la justicia humana ni sobre los demonios del poder que corroen todas las relaciones interpersonales y políticas. A Wingard no le interesan temas tan “elevados”. Pero, no hay que olvidarlo, también el chiste es una forma de tributo.

  
Ficha técnica:

Año: 2017. Duración: 101 min. País: Estados Unidos. Dirección: Adam Wingard. Guion: Charley Parlapanides, Vlas Parlapanides y Jeremy Slater. Fotografía: David Tattersall. Edición: Louis Cioffi. Música: Atticus y Leopold Ross Reparto: Nat Wolff, William Dafoe, Margaret Qualley, Shea Whigham, Lakeith Stanfield, Paul Nakauchi.